El Correo de Burgos

Apiturismo en Burgos. Pegadiza pasión por las abejas

Locos por estos polinizadores tras descubrir lo que podían hacer, los productores de Miel de Frías se estrenan en la divulgación con la experiencia ‘Apicultor por un día’

José Luis Lejonagoitia (Miel de Frías) explica los instrumentos que se emplean en la apicultura a un grupo participante en las visitas guiadas que organiza desde el pasado mes de abril.

José Luis Lejonagoitia (Miel de Frías) explica los instrumentos que se emplean en la apicultura a un grupo participante en las visitas guiadas que organiza desde el pasado mes de abril.ECB

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Locos por las abejas desde que descubrieron lo que eran capaces de hacer, en Miel de Frías se han propuesto contagiar su pasión y de paso dar a conocer el lugar en el que se entregan a ella. «Además, nos encanta contar lo bonito que es este entorno», afirma José Luis Lejonagoitia, responsable de un proyecto recién nacido que fusiona gastronomía, turismo, divulgación y sensibilización medioambiental, con la ciudad más pequeña de España como telón de fondo.

De esa combinación surge la propuesta que invita a los visitantes a convertirse en apicultores por un día, un reclamo que se torna en «fascinante experiencia» o viceversa, pues, además de poner en valor esta singular actividad, invita a conocer los parajes próximos, urbanos o naturales.

Arrancaba la iniciativa en Semana Santa con buena acogida y el convencimiento de ir a más, dadas las sensaciones de los participantes tras tres horas de visita guiada al colmenar sito en pleno parque natural Montes Obarenes-San Zadornil, por si todo lo demás fuera poco.

«La seguridad es lo primero», subraya Lejonagoitia. «Acudimos al colmenar los días propicios, sin lluvia y con buena temperatura, equipados con un traje y guantes», amplía el folleto divulgativo al que se accede a golpe de clic en www.mieldefrias.com.

Solo bajo estas condiciones comienza la experiencia. Una explicación previa en el punto de encuentro acerca los particulares orígenes de esta actividad en Frías, antes de recorrer los dos kilómetros que desembocan en el colmenar.

Allí, una vez pertrechados con el atuendo obligatorio -buzo y careta-, toca adentrarse en el «maravilloso universo de las abejas». «Pueden abrir la caja, ver su interior y contemplar cómo salen miles de ellas, buscar la reina y observar el comportamiento de cada individuo: los zánganos, las obreras... y reconocer la miel, el polen, el propóleo y la jalea real», relata el impulsor de la iniciativa, con un entusiasmo tal que se percibe incluso vía telefónica.

Remata la ‘inmersión’ una degustación de «productos de kilómetro cero: queso ecológico de la zona, nueces de los frutales de Frías y pan de hidromiel de elaboración propia». No faltan los vinos artesanales, como el singular ‘chacolín’, para regar la experiencia.

Pese a lo sabroso del momento, el objetivo no solo es generar interés por las viandas autóctonas -que tampoco viene mal, por aquello de impulsar la riqueza y el desarrollo local-, sino ante todo y sobre todo «divulgar». «La actividad en conjunto busca destacar la importancia de los polinizadores (todos los que se alimentan del néctar o polen de las flores y colaboran en la reproducción de las plantas) y de la preservación del medio ambiente. Ese es el objetivo principal. Yo descubrí el papel esencial de las abejas y lo interesantes que son por casualidad hace unos pocos años y me fascinó. Por eso me gusta contarlo y lo disfruto. Sirve además para concienciar sobre la necesidad de cuidar nuestros jardines, nuestros huertos y el entorno natural en general, para que los polinizadores sigan ahí. Porque sin ellos no hay fruta, no hay vida», explica, a modo de resumen de la enseñanza que entraña su propuesta de apiturismo.

Un grupo de apicultores por un día, pertrechados con buzo y careta de seguridad, en plena visita guiada por el colmenar.

Un grupo de apicultores por un día, pertrechados con buzo y careta de seguridad, en plena visita guiada por el colmenar.ECB

Con la lección de Ciencias Naturales ya grabada, hay hueco en la actividad incluso para la Geografía y la Historia, local, eso sí. Y es que existe una singular relación entre las abejas -también el vino- y la localidad de Frías. «Colmenas hay en muchos sitios. No en vano, España es uno de los mayores productores de miel y cera de Europa, incluso del mundo. Pero lo cierto es que en este municipio hay una mayor presencia que en otros de alrededor y tiene su explicación», avanza Lejonagoitia.

«Frías ha tenido históricamente mucha población y pocos recursos», añade. Pese a ser considerada ciudad, se trata de un enclave pequeño y, he ahí la clave, con poco terreno apto para el cultivo, por lo agreste de su entorno. «Entonces, donde no se podía plantar leguminosas o cereales, se plantaba una vid o se ponía una colmena», destaca, para apuntar que ya en 1750, el minucioso catastro de los recursos de los pueblos que llevó a cabo el marqués de la Ensenada pone de manifiesto que en Frías y Valderrama, a apenas cuatro kilómetros, había más colmenares que en todos los territorios vecinos.

Heredero de esa tradición de autoconsumo que garantizó la supervivencia de la zona, el responsable de Miel de Frías produce una cantidad muy limitada. Sus «25 o 30 colmenas» lo ‘titulan’ de hecho como apicultor no profesional (dar ese salto requiere más de 150) y le proveen de unos 300 kilos de miel por temporada que casi están adjudicados antes de caer al tarro.

Así, del interés que suscitan las creaciones de las abejas tras la visita guiada a sus dominios se benefician el resto de productores. «La gente acaba tan contenta que quieren comprar todo lo que han probado. Por eso esta iniciativa puede repercutir en toda la zona», celebra. Lo hace también en materia de promoción turística. Un granito de arena que ha sido muy bien acogido por el propio Ayuntamiento y los establecimientos hoteleros y casas rurales de Frías, pues les permite ampliar la oferta de actividades para alargar o, en todo caso, aderezar las estancias, más allá de la visita al imponente castillo o las casas colgadas, dos atractivos de por sí, desde luego.

La invitación a ser ‘Apicultor por un día’ se dirige a grupos de entre 6 y 10 personas y está pensada para mayores de 12 años. Los 18 euros que cuesta incluyen el equipo de protección, visita guiada al colmenar y la degustación posterior. Es necesaria reserva previa.

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