El Correo de Burgos

Ocupas en Aranda. “Llevan 14 meses sin pagarme el alquiler. Solo quiero recuperar mi casa”

Esta limpiadora de profesión lamenta una ley que “está de lado de los ocupas”

Imagen del piso ocupado en el barrio de Santa Catalina

Imagen del piso ocupado en el barrio de Santa CatalinaECB

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Aranda

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Se llama Teresa y lleva 14 meses de infierno. “Alquilé la que había sido mi casa de siempre, en el barrio de Santa Catalina, cuando me compré una. La idea era pagar con el alquiler parte de la hipoteca. “Al principio todo fue bien pero cuando íbamos a cumplir el primer año mi hija me pidió el piso para independizarse con su pareja. Yo llamé a los inquilinos para avisar con tiempo, pero a los cinco días me llamó y su respuesta me dejó helada. Me dijo: ‘He pensado que no me voy a ir del piso. No voy a encontrar nada ni mejor ni más barato así que no me voy’. Yo no daba crédito”, relata.

Los inquilinos cumplieron la amenaza. “Me pagaron un par de meses y luego dejaron de pagar. Así llevamos 14 meses”, lamenta.

Esta era la primera vez que alquilaba una casa. “Lo puse barato porque tampoco quería abusar ni mucho menos, pero si lo llego a saber no hubiese alquilado nunca”, admite molesta porque “me han engañado”. “Me dijeron que eran una pareja con su hijo de 15 años, pero cuando puse la denuncia he sabido que son 7. Ahora hay hasta un bebé”, subraya consciente de que “como son vulnerables no hay nada que hacer”. “¿Por qué tengo que pagar yo? ¿Por qué tengo que cubrir yo el expediente? Yo también tengo problemas. Esta casa la he pagado con el sudor de mi frente trabajando 27 años como limpiadora, ¿Por qué tengo que aceptar que me roben y que roben a mi hija, que al no poder entrar se ha tenido que alquilar un piso? Porque en Servicios Sociales pueden decir que nos vulnerables pero yo sé que los dos están trabajando, ella como cocinera y él en un servicio de paquetería y además tienen ayudas”.

Ubicada en la calle Nuño Rasura del barrio de Santa Catalina, el piso ocupado tiene 80 metros cuadrados, repartidos en salón, 3 habitaciones, cocina y un baño. “Nunca me dijeron que se iban a meter siete. ¡Si es que es imposible que quepan!”.

Con el tema ya en los juzgados Teresa cuenta los días para recuperar la que ha sido su casa, donde ha visto crecer a sus hijos. “Afortunadamente no dejé nada de recuerdos como fotos porque habrá que ver cómo lo dejan. Yo soy una simple limpiadora. Esto es una pesadilla, ni cobro ni les puedo sacar de mi casa”.

Otros okupas

Teresa no ha sido la única víctima. Con 75 años Belarmina tuvo que lidiar este verano con dos menores que se habían instalado de forma ilegal en su casa de Castrillo de la Vega. Cuando se enteró iba cargada con la compra. “He soltado las bolsas, he cogido el coche y he empezado a llamar corriendo a todos los números que se me ocurrían… fíjate cómo estaba que he llamado hasta al 016”, relataba angustiada a este periódico.

En su caso le avisaron los vecinos de un pueblo que no está acostumbrado a este tipo de incidentes. Aunque los ocupas intentaron convencer a la Guardia Civil diciendo que llevaban una semana y que además tenían dos niños menores de edad, para poder evitar cualquier expulsión, el testimonio de los vecinos zanjó cualquier duda. “Habían entrado la noche anterior por lo que por Ley se les podía echar”. “Me han pedido perdón pero no hay derecho. Esta es la casa de mis padres, y deberíamos estar en un país donde se proteja la propiedad privada y no tengamos que estar todo el día pensando en si van a entrar o no”.

En Aranda, la propietaria de una casa del barrio de Santa Catalina no tuvo tanta suerte. Ella tuvo que pelear en los juzgados y esperar 7 largos meses. Cuando se fue el matrimonio que había entrado sin permiso, con dos hijas, y pudo recuperar la casa, estaba destrozada. También los rosales que con mucho esmero dejó la madre antes de fallecer.

En la plaza Mayor, otros dos okupas accedieron a uno de los edificios históricos. Eligieron el piso que más se ajustaba a sus preferencias y tiraron de creatividad: pintaron las paredes de negro, hicieron grafitis y lo que es peor y más daño hizo a los propietarios: destrozaron todas las fotos familiares, algunas centenarias.

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