Gloria eterna al Santísimo Cristo de Burgos y a los cofrades ausentes
Bajo la atenta mirada de cientos de fieles, el Cristo de las Santas Gotas desfila por el casco histórico culminando su icónica procesión con el siempre espectacular regreso a San Gil

El Cristo de las Santas Gotas volvió a concentrar a cientos de fieles a su vera.
Silencio y expectación al son de la música, los tambores y las campanas. También alegría al comprobar que la lluvia, salvo sorpresa, no haría acto de aparición. Cientos de personas arremolinadas en los alrededores de la iglesia de San Gil Abad aguardaban impacientes la salida y procesión del Santísimo Cristo de Burgos, broche de oro del Domingo de Ramos. Y los cofrades, tan unidos como entregados a la causa, cumplieron su cometido con la solemnidad que la ocasión siempre requiere.
La espera se hizo larga y, como es lógico, algún que otro chiquillo conversaba con sus compañeros. Clásicas bromas infantiles, sin llamar demasiado la atención, que pese a todo obtuvieron una ligera reprimenda en forma de chistido. Nada reseñable, pero sí un fiel reflejo de la devoción y respeto que entraña esta imprescindible figura de la Semana Santa burgalesa.
De nuevo en vertical, olvidado ya el sinsabor de aquella aparatosa caída del Cristo de las Santas Gotas en 2019, la procesión avanzó lenta pero firme. Majestuosa, emotiva, única; aunque el ritual sea el mismo cada año.
«¡Costaleros! ¡Viva el Santísimo Cristo de Burgos!». Aplausos y alguna que otra lágrima entre varios de los allí presentes. Una pareja de turistas asiáticos observaba la escena, cámara en mano, siendo consciente del fervor que entraña este acto litúrgico. Con el paso ya erguido ante los fieles y curiosos concentrados a su vera, se honró la memoria de los compañeros de la Real Hermandad de la Sangre del Cristo de Burgos y Nuestra Señora de los Dolores que ya no están entre nosotros.
Incólume y bendecido, el paso del Santísimo Cristo de Burgos desfiló, gracias a la ausencia total de precipitaciones, por las calles de San Gil, Arco del Pilar, San Lorenzo, San Carlos, Almirante Bonifaz, San Juan y Avellanos antes de regresar al punto de partida con su espectacular e icónica subida por la escalinata de la iglesia de San Gil Abad.
Todo el mundo feliz, no era para menos, después de que el Cristo de las Santas Gotas volviese a casa. Una vez más, los integrantes de las cofradías y hermandades penitenciales de la ciudad participaron de forma activa junto a la Banda de Cornetas y Tambores La Sangre del Cristo de Burgos y la Agrupación Musical Jesús Crucificado y Santísimo Sacramento. También, cómo no, representantes eclesiásticos, del Ayuntamiento y de la Policía Nacional.