El Correo de Burgos

El atractivo subido del arte de contar cuentos

Treinta personas descubren esta disciplina en un taller en la Biblioteca Miguel de Cervantes

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Burgos

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A.S.R. / Burgos

Las niñas ya no suspiran por ser ingenuas princesas salvadas de un fatal destino por un apuesto príncipe azul ni los niños se mueren por desenvainar su espada cual Cid Campeador y vengar la muerte de su padre. Las historias han cambiado, pero la fascinación por escuchar un cuento se mantiene hoy y es una práctica en auge. El cuentacuentos tiene el atractivo subido. Y el plumero se le ha visto en el curso de iniciación que se está celebrando en la Biblioteca Miguel de Cervantes.

Alrededor de treinta personas, profesores, animadores culturales, monitores de tiempo libre..., se están empapando de esta disciplina de la mano de Inmaculada Cuesta, de la Asociación Proala.

Nuevas técnicas para contar cuentos a sus alumnos, afán de superación personal, necesidad de ponerse a prueba o simple curiosidad guían a estos hombres y mujeres de diversas edades hasta la calle Serramagna.

Irene Fuente es profesora de Educación Infantil en el colegio de Villagonzalo Pedernales. Tiene 48 años y llega al taller dispuesta a mejorar su habilidad para contar historias. Su afán de superación le ha guiado hasta aquí. Mantener la atención de niños de 3 años no es coser y cantar. «Es un esfuerzo enorme y a veces crees que te estás repitiendo, que lo estás haciendo de una manera monótona, y buscas otros recursos, otras posibilidades», comenta y confirma que la voz humana es lo que más gusta a los pequeños. «Ponen más interés, se quedan más obnubilados por lo que les cuentas».

Lo mismo le pasa a su compañera Isabel, de tímido apellido, que tiene muy clara su meta: «Quiero aprender a contar cuentos y no leerlos, que, tal vez, es de lo que abuso ahora». Cree que los niños de 7 y 8 años, como los adultos, si les cuentas un rollo pierden la atención. Para mantenerla en todo momento realiza este taller.

«Aparte de como espectáculo, que es una de las finalidades, un profesor puede sacar otros partidos al cuentacuentos como difusor de cultura porque los cuentos sirven, aparte de para divertir, que está muy bien, para educar, transmitir valores, formalizar el lenguaje de los niños, la fluidez, mantener su atención...», expone Inma Cuesta, quien encuentra numerosas utilidades de este arte dentro de la escuela, también como animación a la lectura y como enriquecimiento personal. «Trabajamos la voz, la expresión corporal..., que son cosas que al final repercuten en la vida diaria, en cómo te mueves, cómo te expresas, cómo te comunicas, ya no sólo en clase o en un auditorio, sino también con tus vecinos», aclara la profesora.

El arte del cuentacuentos puede ser una herramienta o convertirse en una finalidad.

Es el caso de Javier Gil. Es uno de los cuenteros más prolijos de Burgos. Conoció este amor en su instituto. En un curso de animación. Cada uno de los alumnos debía hacer una pequeña muestra de lo aprendido. Consiguió que sus compañeros siguieran la historia de su cocodrilo con los ojos como platos. Ha llovido desde aquella velada. Tanto que no recuerda cuántos años han pasado. Sí lleva la cuenta de los seis que se cumplirán de la primera vez que se subió a un escenario. Fue una tarde de mayo en el pueblo vallisoletano de Pedrajas de San Esteban.

Los versos de su venerado Mario Benedetti ocuparon aquel primer espectáculo, La Poesía es un Cuento, que más tarde dio nombre a la asociación bajo la que continúa saltando a escena. No hay artificios en sus creaciones. Poco es lo que necesita este contador. Sólo al público cerca: «Ver a la gente que sigue tu historia te ayuda a contar, ver sus reacciones, sus miradas, sus sonrisas... Tú recoges sus emociones para enriquecer el relato».

Cuesta conviene en esta retroalimentación entre el emisor y el receptor. Para conseguir esta química, el aprendiz de cuentacuentos debe cuidar numerosos aspectos. En ellos se incide en la Biblioteca de San Pedro de la Fuente.

«Primero se efectúa un análisis de lo que es un cuentacuentos para pasar después a explicar cómo elegir un cuento, estructurarlo, prepararlo, secuenciarlo... Después es esencial tener en cuenta la voz, el cuerpo como elemento dramático, la mirada como elemento expresivo, los silencios, las pausas, la entonación...», enumera. Con estos conceptos teóricos claros, los alumnos eligen su relato, lo transforman, lo adaptan, y se lo cuentan a los compañeros «con el fin de que la participación de los asistentes al taller no se termine aquí, sino que también se genere un movimiento a favor de la transmisión oral narrativa».

A la vuelta de la esquina tienen su primera oportunidad para demostrar las habilidades adquiridas. La cita es el viernes 19 de febrero en el Maratón de Cuentos de la Biblioteca Gonzalo de Berceo, en el G-9. Allí descubrirán si su magia resulta, si el poder de la palabra convierte a la rana en un príncipe azul.

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