ANN HAMPTON CALLAWAY Cantante de jazz
«No siempre me siento blanca en el escenario»

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A.S.R. / Burgos
Imponente se presenta en el vestíbulo del Hotel NH. Es una mujerona. No es negra pero va vestida de este color de los pies a la cabeza. Sus ojos claros rompen el hechizo. Y una gran sonrisa, el hielo. Ann Hampton Callaway pronto se descubre como una persona muy cercana. No varía su postura en el sillón, pero sí gesticula mucho. Enormes carcajadas animan la conversación y el típico tintineo de los hielos en el whisky en un concierto de jazz es sustituido por la música de las numerosas pulseras que adornan su muñeca. Se sienta con las piernas cruzadas, no precisamente como una señorita de colegio privado, y conoce a la perfección el juego periodístico. Mientras la traductora, Ángela Suárez, arroja luz sobre la penúltima pregunta, ella, que ha visto al fotógrafo, se levanta y se apoya en la columna. Posa unos minutos. Y vuelve a hacerlo en otro de los sillones. Después regresa y contesta a una última cuestión...
Pregunta.- ¿Se siente extraña en un mundo de negros como es el jazz?
Respuesta.- Escribí una canción titulada Soy demasiado blanca para cantar blues por lo que yo bromeo sobre el hecho de ser blanca, también cuando digo que soy la hija perdida de Lionel Hampton y Carl Callaway, dos grandes artistas negros que llevan mis dos apellidos. No siempre me siento blanca cuando estoy en el escenario porque hay gente que me ha oído y se ha preguntado si era blanca, supongo que es porque crecí escuchando música negra, jazz, rithm&blues... El jazz es inherente a mi persona y además es universal, no sólo para la gente de Estados Unidos, es el lenguaje de la libertad para expresar las sensaciones más profundas del ser humano y hay que transmitir el mensaje de que el color no es importante. Aunque en los orígenes el jazz estuviera interpretado sobre todo por grandes artistas negros, ahora es una música que ha alcanzado un nivel internacional y no es exclusiva de una raza, porque la música no lo debe ser de ningún grupo. Personalmente estoy luchando para cambiar esta idea de que el jazz corresponde a la comunidad negra. Cuando canto en Broodway, en mi espectáculo Swing, interpretó Blues in the night y la persona que me prepara en el camerino, negra, me dijo 'Ahora vas a cantar esa canción, puta'. Y supe que lo iba a hacer bien.
(Con la artista imitando con la mano los movimientos de esta mujer. con una fuerza que recuerda a la Mammy de Lo que el viento se llevó, termina la entrevista iniciada treinta minutos antes).
P.- ¿En qué momento de su carrera musical llega a Burgos?
R.- Me siento más fuerte a nivel internacional ya que durante estos últimos años de trabajo muy intenso he descubierto que cada vez soy más conocida en diferentes ámbitos. Reflexionaba justamente ayer sobre esto pensando que no sé exactamente qué pero algo está pasando en mi carrera profesional.
P.- ¿Asusta este mayor reconocimiento?
R.- . No, no me da miedo para nada porque trabajo muy duro para ofrecer la música como un puente para la humanidad, entre las culturas, entre las personas de todos los países. Mi mensaje como compositora y cantante es el amor y es muy emocionante transmitirlo a los corazones de la gente que me escucha. Incluso en muchos conciertos hay espectadores que no me conocen, pero al final de la actuación vienen a felicitarme y es muy gratificante darse cuenta de que el mensaje realmente llega.
P.- También habrá en Burgos gente que no la conozca. ¿Cómo contaría a esa gente quién es Ann Hampton Callaway?
R.- Mi música corresponde al jazz tradicional del estilo de Ella Fitgerald y Sara Vaughan. La mayoría de mis canciones se ajusta a los grandes clásicos americanos y como compositora escribo sobre lo que pasa en el mundo. Pero intento combinar la música tradicional con la de hoy. Mi música es romántica, pero también divertida. Tampoco diría que soy una cantante que pertenece al clásico estilo de jazz porque hago una combinación singular entre el pop y el teatro, intento enfrentarme a la música como una actriz, no solamente como una cantante. De esta forma, la emoción de las canciones y la música es más fuerte y ahí está la particularidad de mi trabajo. Una cantante no puede tener miedo ni de enfrentarse al público ni de expresar lo que ella es y viene a presentar.
P.- ¿Cómo han influido en su posterior carrera las largas noches cantando en un bar musical de Nueva York?
R.- En estos bares tan ruidosos de Nueva York aprendí una de las cosas más importantes de la carrera de un artista que es a captar la atención de la gente que te está escuchando entre comillas porque en realidad está bebiendo, gritando, hablando... The New York Times hablaba de mí como la cantante que conseguía cautivar al público. Creo que cuanto más presentaba la canción como un secreto más conseguía enganchar a la gente y ellos pasaban a ser los actores de mi obra de teatro y se involucraban. Además empecé a improvisar, que es una de las partes más importantes del jazz, y demostré a la gente que era posible. Yo les preguntaba sobre qué tema quería una canción y yo la hacía. Ellos se quedaban maravillados y para mí también era maravilloso ver cómo al final tarareaban una canción que yo me acababa de inventar. Esto como artista me da mucha seguridad porque pienso que puedo conectar con el público independientemente del lugar, ya sea un bar donde la gente habla entre ellos o una sala enorme a la que ha ido a verte. Ese es el objetivo del jazz: ser espontáneo y conseguir engancharse a lo que está pasando en el momento.
P.- ¿Esa improvisación ha perdido frescura con el paso de los años?
R.- Personalmente pienso que no, que he mejorado, y la gente lo corrobora. También es verdad que llevan diciéndome que mejoro desde que tenía 21 años, hace ya mucho tiempo. Tal vez habría empeorado si hubiera cambiado mi actitud como artista, pero no lo he hecho porque sigo siendo apasionada, muy entusiasta, siempre intentando mejorar y buscar nuevos desafíos para continuar creciendo como artista. Si mi espíritu no fuera el de que todo puede mejorar tal vez habría perdido frescura. En gran parte se debe a que he sido educada por dos personas muy entusiastas, mi padre y mi madre, que siempre me han dicho que todo puede ir a mejor, esa es una gran filosofía para que te acompañe cuando eres una niña y estás creciendo. Según pasa el tiempo me siento más segura de mí misma y más contenta con mi trabajo, no tengo miedo porque después de muchos años de carrera la gente sigue diciendo 'guau' cuando trabajo y es un misterio que no sé por qué ocurre pero me gusta seguir disfrutándolo y experimentándolo. Decía el poeta francés André Gide: El arte es una colaboración entre Dios y el artista y cuanto menos haga el artista, mejor.