El Correo de Burgos

GERVASIO SÁNCHEZ Fotógrafo y periodista

«Los políticos de este país son bastante cobardes»

-

-

Burgos

Creado:

Actualizado:

A.S.R. / Burgos

Al tiempo que sube las escaleras reconoce que lleva una vida de locos y minutos antes de bajarlas confesará que no es ningún psicólogo quien le mantiene cuerdo sino las oportunidades para cantar las cuarenta a los gobiernos, a los gobiernos culpables de tantas vidas rotas. Ni una cosa ni la otra extrañan en un periodista que lleva casi treinta años poniendo nombre y apellidos a olvidadas y anónimas guerras. Pero Gervasio Sánchez no es de contar batallitas a lo abuelo cebolleta, es de arremeter contra los políticos que en treinta y cuatro años que lleva muerto el dictador no se han sentado a la mesa para resolver el problema de la Guerra Civil española, es de embestir contra unos medios de comunicación tendidos al sol que más calienta, es de reivindicar la dignidad de las víctimas de cualquier contienda y es de muchas cosas más. Algunas las expuso ayer en el Foro Solidario Caja de Burgos en la conferencia Los ojos de la guerra, el título del libro que él y Manu Leguineche dedicaron a su compañero Miguel Gil, abatido en una emboscada en Sierra Leona hace diez años. Pero Gervasio Sánchez no venía a hablar de su libro. «A veces se habla demasiado de nosotros y muy poco de las víctimas». Venía a hacerlo de la guerra. Algo no tan lejano.

«Sorprende que nosotros que hemos vivido tantas guerras, durante siglos, con los vecinos de Oriente, con los de Occidente, con los del norte, con los del más del norte, ahora pensemos que estamos vacunados contra la guerra y seamos capaces de creer que es algo de gente sin educación cuando, por desgracia, puede aparecer cuando uno menos se piensa», comenta Sánchez y viaja a 1990 cuando Yugoslavia se preparaba para recibir a los turistas de la temporada estival -llegaban 10 millones al año- y al año siguiente levantaba trincheras. «A mí me molesta mucho la facilidad que tenemos para olvidar las consecuencias de la guerra, este país es un claro ejemplo», dice el periodista y lo dice porque «es evidente que el fin de la Guerra Civil española todavía no se ha colocado». Y no se ha escrito porque «las cunetas y los cementerios están repletos de cadáveres». «Que nuestra clase política en treinta y cuatro años de la muerte de Franco no haya sido capaz de ponerse de acuerdo para aclarar de una vez por todas este problema significa que los políticos de este país son bastante cobardes y, quizás, como éstos, por desgracia, son reflejo de los ciudadanos significa que éstos también lo son».

Precisamente sobre estos desaparecidos forzosos de la contienda fraticida española centrará su próximo proyecto. Una segunda parte, obligada -«con qué actitud voy yo a hablar de derechos de las víctimas allí cuando en mi país han sido sepultados»-, del que tiene ahora entre manos, sobre esta misma problemática en Guatemala, El Salvador, Colombia, Perú, Argentina, Chile, Bosnia, Afganistán, Iraq y Camboya, que estrenará en el Musac de León en enero del próximo año. «Es muy grande, muy complejo, muy duro, pero muy importante hacerlo. El fin de la guerra no se produce cuándo los políticos deciden sino cuando las consecuencias de ésta se solucionan», arguye el fotógrafo, reconocido con, entre otros, el Premio Nacional de Fotografía 2009 o el Premio Ortega y Gasset 2008.

Y contra esos mismos políticos, que le dieron el primer galardón, y contra esos mismos medios de comunicación, que le otorgaron el segundo, arremete sin piedad. Cree que así debe ser: «Cuando te dan un premio hay gente que se dedica a adular a los que están alrededor y a mí me gusta aprovecharlo para decir lo que pienso y me siento obligado a hacerlo».

Y es que son esos políticos, con independencia de las siglas bajo las que se esconden, los que acaparan los focos cuando Gervasio Sánchez habla de sus decepciones: «Estoy bastante decepcionado con la actitud de la clase política, de su facilidad para mentir, para contar películas, y con la opinión pública, porque son capaces de dejarse engañar con una gran facilidad». Ejemplifica sus palabras con lo sucedido en Haití, se pregunta cuánta gente se acordará de esta desgracia dentro de tres meses. Lo hace antes de añadir un desengaño más a su lista: «Y por desgracia tenemos unos medios de comunicación cada vez más domesticados, más involucrados en operaciones de marketing de intereses políticos, mediáticos y económicos. La mayoría tiene temas intocables. Dónde está el espíritu crítico, de enfrentamiento, de impertinencia de los periodistas».

Se sabe privilegiado por dedicarse al periodismo internacional, «que prestigia a los medios, si hiciera local hacía muchos años que me hubieran fundido», y no dejará pasar las ocasiones de meter el dedo en la llaga. Con sus palabras y con sus fotografías. Porque le gusta su vida de locos. Porque todavía tiene que poner nombre y apellidos a muchas víctimas de la guerra. Porque aún le inquieta «qué pasa con esa persona cuando nadie la mira, cuando la historia mediática ha sido superado por el tiempo». Porque le gusta ver que incluso en los momentos más duros de la vida de alguien se producen momentos de belleza y felicidad. Porque le impresiona «la gente que ha muerto por no matar, por no denunciar...». Porque cree que hay cierta esperanza. «Siempre he dicho que el día que no me impacte lo que veo, el día que no me sienta herido por dentro, que no sienta ese dolor interno, el día que no llore -y hay muchas formas de hacerlo-, ese día dejaré de trabajar. Si trabajas con materiales tan endebles como son los seres humanos cortados por la violencia o la guerra tienes que sentir».

tracking