El Correo de Burgos

Bailes imposibles por suelo y aire

Veintidós tríos de distintas ciudades españolas disputan el Campeonato Nacional de Break Dance en el Clunia. Mr. Majestic, Panic Room y Barriodrama ponen la música

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Burgos

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A.S.R. / Burgos

Chey está sentado en el suelo. Se pone una pomada en la rodilla. Lleva cinco años en escena y mimar el cuerpo es fundamental. Cerca de él un corro de gente anima a alguien que está bailando en el centro. Preparan su participación en el Campeonato Nacional de Break Dance II Battle of Cid, disputado ayer en el Teatro Clunia en la modalidad 3vs3, es decir, tres contra tres. Mientras, en el escenario, la música suena y la batalla ya se está librando. Atentos a todos los movimientos están los jueces: Vento (Salamanca), Sode (Logroño) y María (Burgos). La tarde es larga y comerá la noche. Hasta las doce no se sabrán los ganadores (500 y 250 euros) de este desafío.

Ellos valorarán la fluidez de los movimientos, la originalidad, la perfección de los pasos, la limpieza, el carácter, el que sale a la pista primero... «La batalla es la batalla», dice Chey, que llega de Badajoz y confirma que el break dance es un baile duro, que necesita muchas horas de ensayo para alimentarse. No podía ser de otra manera. Imposibles movimientos salen a escena: planean sobre las tablas, quedan sujetos con un sólo dedo, hacen volteretas de vértigo...    

Es el bailarín pacense el que en un tris imparte una lección sobre los estilos de esta disciplina. Ahí están el power movie (giros), food work (trabajo de pies, volverlos locos), top rock (presentación antes de bajar al suelo) y freeze (congelados, poses).

Málaga, Barcelona, Bilbao, Valladolid, Sevilla, La Rioja, Madrid... y Burgos. También por estas tierras hay buenos danzantes. Ahí está Cardin, del grupo Flou Kaló. Trabaja con la Asociación Saltando Charcos y resopla al pensar en la dificultad de este estilo. Él ensaya dos horas al día y lleva desde los nueve años tirándose al suelo. Ahora tiene 19.

Veinteañeros principalmente eran los que ocupaban las butacas del Clunia ayer. Sólo las últimas filas se dejaban querer por maduritos que no podían negar su calidad de padres de. José Luis y Merche seguían atentos el discurrir del campeonato. Habían ido a aplaudir a Jose, su hijo, de 17 años. Ven con buenos ojos esta afición suya y el espectáculo, el primero de estas características al que asisten, les está gustando. «Es muy bonito, muy colorido, tiene mucho ritmo, es entretenido...», dice el padre.

Y como no sólo de baile vive el hip hop, anoche también sonó la música. La pusieron tres bandas locales: Mr. Majestik, Barriodrama y Panic Room. Estos últimos certifican la buena salud de este sonido en la ciudad. Creen que hay más grupos que hace unos años y, además, más unidos que antaño. Sólo echan de menos el relevo generacional, gente de menos de 25 años, que es su edad, que aporte bocanadas de aire fresco. «Pero sí hay movimiento, sí», insisten y destacan que hay mucha variedad. Ellos se dedican al de siempre, al de la denuncia social y al del cachondeo. Hay creadores y también salas donde actuar -«si te sabes mover sí tienes oportunidades»- y público, aunque no tanto como ellos quisieran.

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