El Correo de Burgos

El momento de la 'pequeña' literatura

La convocatoria de certámenes de microrrelatos está de moda y pone en el mismo camino a un bar, una caja de ahorros y una bodega

Burgos

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A.S.R. / Burgos

Una pareja sentada en la mesa de un restaurante. El silencio se interpone entre ambos. Él coge la botella de vino y, para matar el tiempo y esquivar la tensión, se pone a leer lo que dice su contraetiqueta. Descubre que una vez más aparecen términos ininteligibles. La deja con desgana en la mesa. Esta estampa iluminó una bombilla en la cabeza de Antonio Díez Martín. El gerente de las Bodegas Martín Berdugo quería pintar de colores esta fotografía en blanco y negro. E imaginó qué pasaría si ese hombre en vez de leer las propiedades del vino escritas por un enólogo se topara con un cuento alegre, que invitara al optimismo... a la felicidad. Tal vez esa lectura propiciara un comentario, un intercambio de pareceres... una sonrisa. Acababa de nacer el Certamen de Microrrelatos de las Bodegas Martín Berdugo. Este año ha celebrado su tercera edición.

La bodega ribereña no es la única que ha puesto un concurso de microrrelatos en su vida. El bar Bardeblás, hace cuatro años, y Caja de Burgos, hace un mes en la Feria del Libro, han hecho más visible este género. La pequeña literatura tiene quien la quiera.

«No sé si está o no de moda pero es un género fácil, la gente no tiene que escribir muchas hojas, no tiene que pensar demasiado, aunque la mayor parte de las veces no sabe lo que es un microrrelato», expone Jesús Pérez Saiz, director de la Escuela de Escritores de Burgos y miembro del jurado del Bardeblás.

¿Y qué es? ¿Qué debe reunir un microrrelato para ser bueno?

«Yo lo entiendo como un chispazo, una luz, un latigazo que ilumina por detrás una historia. Es esencial que sea un relato, con conflicto, nudo y desenlace», contesta el profesor, quien considera equivocada al 99% de la gente que participa en estas convocatorias: «A veces se cree que debe ser algo ingenioso, un chiste, y no es así».

Ese destello es esencial para el escritor Fernando Ortega, juez en la cita de la Feria del Libro, aunque su mirada difiere de la de su colega. «Debe tener una cierta originalidad e intentar sorprender y enganchar en ese pequeño espacio al lector», comenta y añade: «Había dos tendencias: los tradicionales, que eran un cuento resumido, presentación, nudo y desenlace, y, de alguna manera, no cumplían los requisitos para ganar, y otros muy originales, que jugaban con el tiempo, conceptos..., más interesantes».

Habla Ortega de misterio, de evocación, y, también, de dificultad. La apariencias engañan. «Escribir breve es más complicado de lo que parece», dice y conjetura que su éxito y proliferación se debe a que son «una pequeña plataforma para la gente a la que le guste escribir y no se atreve con el cuento o la novela». De poco le sirve este poder de seducción. En el reino de la literatura continúa siendo la Cenicienta y su príncipe azul se hace desear.

Le ponen ojitos...

No de sangre azul, pero pretendientes le cortejan. El atractivo del certamen del Bardeblás fue desde el principio. Detrás de su origen no hay ningún motivo espectacular. «Era lo más práctico. Buscábamos que la gente se lanzara a escribir», recuerda Ríchar, uno de los dueños del local de La Puebla.

Y acertaron. Vaya si acertaron. El número de originales presentados ha ido creciendo desde el primer año y también la diversidad de las ciudades de procedencia. Internet ha obrado el milagro. 273 completaron la última edición y llegaron de Barcelona, Madrid, Santander, Zaragoza... «No crecerá mucho más porque es modesto y es difícil que supere ese umbral», remata Ríchar, quien promete la vuelta del dinosaurio.

Pendiente está, sin embargo, la continuidad del concurso convocado por Caja de Burgos en el marco de la Feria del Libro, nacido para apoyar esta cita en un año difícil. «Buscábamos colaborar con actividades que estuvieran abiertas a todo el público», indica su jefe de Gestión Cultural, Óscar Martínez. Decantarse por el microrrelato para los adultos vino dado por la naturaleza de esta cita. El objetivo era encandilar a gente que se acerca al Espolón, sin intención de concursar, sino de comprar u hojear los libros. La agilidad y la inmediatez de este género lo convirtieron en el mejor candidato. Y la respuesta ha sido buena.

Más romántico es todo lo que envuelve el premio de las bodegas Martín Berdugo de Aranda de Duero. El buenrrollismo domina. El texto ganador aparece en las contraetiquetas de sus botellas de vino. La felicidad es el tema obligado. «Creemos que ésta se encuentra en lo ordinario, en la valorar las pequeñas cosas que tenemos todos los días, lo que transforma un día corriente en otro maravilloso», ilustra Antonio Díez, quien ya ha puesto sus ojos en el público joven, en aquel que paso a paso se aleja de la cultura del vino. Para romper prejuicios y espantar fantasmas han puesto en marcha un certamen de microcómics para acompañar las botellas de caldos jóvenes.

La nostalgia atrapa a Antonio Díez. Con este nuevo proyecto quiere recuperar a aquel niño, con un trozo de pan con vino y azúcar, y una banda sonora de voces adultas tomando un trago en la bodega.

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