El Correo de Burgos

Una colección de arte para volverse loco

Caja de Burgos atesora 500 piezas contemporáneas con representación de los grandes autores desde mediados del siglo XX. El CAB mostrará las últimas adquisiciones en 2011

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Burgos

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A.S.R. / Burgos

Una P de Patrimonio impresa en un simple folio es el único anuncio en la puerta de entrada al paraíso. Cualquier loco por el arte contemporáneo disfrutaría como un niño con zapatos nuevos corriendo y descorriendo las estanterías móviles -peines- en las que ven la vida pasar las pinturas y fotografías de la colección de arte contemporáneo de Caja de Burgos. O jugando al escondite entre los gigantes embalajes que amarran esculturas e instalaciones. Hasta podría gozarla husmeando entre los catálogos y demás publicaciones que se amontonan en una librería. O abriendo y cerrando los cajones convertidos en lugares de descanso de la obra gráfica y audiovisual. No ha lugar al aburrimiento.

Pasen y vean. Invitan la directora de la Obra Social y Cultural, Rosa Pérez, y el director del Centro de Arte Caja de Burgos (CAB), Emilio Navarro.

Cada peine guarda varias sorpresas, aunque en el lomo se da buena cuenta de su morador para que todos se encuentren. Los Danzantes II de Elena Blasco bailan ajenos a la explosión de color del Postludio de José María Yturralde, que duerme muy cerquita. Y detrás, Nati Bermejo va a su bola con distintos dibujos.

La fotografía es más bien de derechas. Bridget Baker junta a todas sus criaturas. A unos centímetros, comparten espacio Valldosera, José Luis Pinto y José Manuel Ballester. Hueco entre ellos se hace la pintura colorista del portugués Pedro Calapez.

Este particular edén continúa en la estancia vecina. E de Embalajes es la única pista sobre lo que allí aguarda. Cajas de madera que parecen a punto de zarpar en el Titánic, criaturas con los nombres de sus creadores escritos a rotulador, algún código, su destino... Por allí se mantienen alerta las piezas desmontadas de Provisional bedroom, de Eulalia Valldosera, o Narciso, de Concha García, que advierte de la existencia de espejos.

Conviven Ivelisse Jiménez, el proyecto The Royal Art Lodge, José Maldonado, Manuel Saiz, Federico Alonso, Nuria Canal, Eugenio Cano, Jesús Palomino, Marina Núñez y Julián Gómez. A todos pone firmes Mateo Maté, que militarizó el CAB en 2007.

La colección de arte contemporáneo de Caja de Burgos empezó a ser a finales de los ochenta. Coincidió su inicio con la conversión de la Casa del Cordón en un espacio cultural para la ciudad. Más de veinte años después el esfuerzo se traduce en 500 piezas en las que se han invertido 3,5 millones de euros.

Las últimas adquisiciones, procedentes de las exposiciones organizadas en el CAB y contados caprichos de alguna feria, compondrán una nueva lectura de estos fondos a inaugurar en enero de 2011. Un ejercicio que no se hace desde la primavera de 2008.

«La Obra Social y Cultural asumió como uno de sus retos el acercamiento del arte contemporáneo a la sociedad en general. Pretende ser un puente entre ésta y los creadores. Éramos conscientes de que no era tarea fácil pero entendíamos que dentro de la oferta cultural de la ciudad el arte contemporáneo era una de las facetas menos presente», recuerda Rosa Pérez, quien aplaude la apuesta realizada entonces por sus predecesores, Javier Vicente, Ángel Ramos y Arturo Domingo.

Explica que entendieron que la mejor forma de apoyar y reconocer el trabajo de los artistas y de las galerías que los representaban era la adquisición de obra de estos autores que ocupaban la Casa del Cordón. Empezaron a llegar Tàpies, Chillida, Hernández Pijuan, Luis Gordillo, Palazuelo, Antonio López, Carmen Laffón, Pérez Villalta, Daniel Canogar...

Los grandes nombres del arte de la segunda mitad del siglo XX estrenaron la colección. Un lugar vedado para los nuevos valores. Carencia detectada. Y subsanada. A mediados de los noventa se abrió la Sala Espacio en la avenida del Arlanzón. Desfilaron propuestas rompedoras e innovadoras. El fondo coge consistencia, empieza a tener un eco fuera de Burgos -se ha expuesto en otras ciudades y son constantes los préstamos a distintas entidades-. «Entendemos que debemos dar un paso más y disponer de un espacio que lo albergue y lo cuide», observa Pérez.

Año 2003. Nace el Centro de Arte Caja de Burgos (CAB). Un lugar para la conservación -Rosa Rubio llega una vez al mes desde el Reina Sofía para supervisar y reparar en caso necesario-, la exposición y la nutrición de nuevas obras. El artista arandino Rufo Criado, principal asesor de la entidad, se convierte en su primer director. El 90% del presupuesto anual para la adquisición de piezas se destina a los autores que se exhiben en este espacio junto a la iglesia de San Esteban. El resto se busca en ferias y galerías.

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Y así, poco a poco, sin criterios determinados, sin pretensión de juntar a nombres de relumbrón ni de mimar a una disciplina sobre otra, sino de unir obras consistentes, se tejió lo que hoy es. Emilio Navarro cree que constituye, junto a la de La Caixa, la única colección seria propiedad de una caja de ahorros.

«Pretende ser una foto de lo que es la realidad de la creación de hoy, de lo que está ocurriendo», completa Rosa Pérez, quien añade que en los últimos años la programación del CAB ha puesto su mirada y su acento en artistas internacionales, «sin descuidar los nacionales y los locales».

Esta fotografía continuará trazándose porque la crisis ha pasado por aquí con sigilo. «Este año sí hemos recortado un poquito la partida para adquisiciones pero no de forma excesiva. Nunca hemos tenido presupuestos súper millonarios y siempre se ha actuado con prudencia», ilustra la responsable de la Obra Social sobre esta colección, que está vivita y coleando y visible para todo el mundo a golpe de click en www.cabdeburgos.com.

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