El Correo de Burgos

Melodías robadas al asombro y la rareza

La Casa de Cultura de Gamonal se llena en el estreno del Festival de Intérpretes e Instrumentos Insólitos protagonizado por Pedro, el hombre orquesta, y Guillermo Cides

-

-

Burgos

Creado:

Actualizado:

A.S.R. / Burgos

Pedro forma parte de una especie en extinción. El último romántico. Aún confía en las melodías primitivas, en las que crean las manos, la boca, los pies... Es de los pocos que ha dado calabazas a los cantos de sirena de un programa de ordenador. Pedro Nafría es un hombre orquesta. «Somos los que al ser muy malos músicos, y además tener feeling con el clown, nos tenemos que agarrar a muchos instrumentos para aparentar que hacemos mucho, aunque en realidad...», cuenta él mismo en el camerino de la Casa de Cultura de Gamonal, minutos antes de enfrentarse a un salón de actos lleno en el estreno del Festival de Intérpretes e Instrumentos Insólitos.

En la puerta de al lado, Guillermo Cides mima su stick. ¿Su qué? Su stick, que es... Quién mejor para explicarlo que él: «Es un palo con cuerdas, una especie de guitarra y bajo, que se toca con la técnica del piano, con las dos manos apretando las cuerdas, no con púas, y la forma cómo se percuta hace que suene a percusión», detalla y dice que para él lo verdadero insólito no está sobre el escenario, sino en la platea, en esa gente que sin conocerlos a ellos ni los instrumentos que tocan acuden a verlos.

Entre una puerta y otra se mueve Diego Galaz. Va tan volado de un lado a otro que apenas deja una ráfaga de dibujo animado. Él es el director artístico de este encuentro, pero además en unas horas también será coprotagonista del primer concierto del Evoluciona Música junto con los polacos Kroke. Un sinvivir. Se queja con la boca pequeña. Sarna con gusto no pica. Y él está en su salsa.

El violinista burgalés es el primero en salir a escena. Una sonrisa de oreja a oreja al ver el auditorio lleno. Disculpa y suple la ausencia del Dúo Lame Sonore -caído del cartel por enfermedad de Gladis Hulot- interpretando una pequeña pieza con el serrucho, que traslada al público a las mágicas orquestinas de los años veinte.

Esa atmósfera añeja se mantiene cuando aparece en escena Pedro Nafría. El hombre orquesta se ha puesto su nariz roja y su montera y se presenta a ritmo de pasodoble. Después se deja acompañar por su organillo -«una máquina con alma propia»- para contar sus historias al respetable, donde los muchos niños que hay no reprimen sus risas.

Después saltaría Guillermo Cides. Será para él una velada como las de antaño. Íntima y personal. Con el stick como solista, aunque el músico detalla que cada vez más forma parte de conjuntos. Recordará aquel tiempo en el que se produjo el flechazo. Fue hace quince años en su Argentina natal. Vio ese raro instrumento en la casa de un coleccionista y se lo quedó. Aquel y no otro era el que ayer ponía banda sonora a un festival único que firmó con éxito su primera noche.

tracking