El Correo de Burgos

El caballo de piedra que asustó al científico

La muestra 'El arte de la luz' descubre los vestigios paleolíticos de los yacimientos Vale do Côa y Siega Verde, declarados Patrimonio de la Humanidad, en el Museo de la Evolución Humana hasta el 29 de mayo

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Burgos

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A.S.R. / Burgos

A finales de los ochenta, andaba Manuel Santonja, entonces director del Museo de Salamanca, realizando el inventario arqueológico de la provincia charra. El día que llegó a Serranillo desconocía que esa jornada sería distinta. Ni el maestro ni otros vecinos habían visto nada singular. Tampoco Pedro, un muchacho de 16 años que estaba con sus cabras, cayó en nada en un principio. Luego sí, dijo haber visto un caballo pintado en una peña de ahí abajo. Indicó a Santonja el camino pero este fue incapaz de dar con ello. «Me quedé con la sensación de que podía ser una cosa bastante importante. Volví al pueblo, le esperé en su casa y cuando llegó, lo cogí y le dije que viniera conmigo. Cuando lo vi fue el susto más grande que me he llevado en mi vida porque claro que era la representación de un caballo paleolítico». Fue el primer grabado de los más de 500 descubiertos en Siega Verde, un paraje situado a la orilla del Duero, entre las localidades de Villar de la Yegua y de Castillejo de Martín Viejo.

Estos vestigios, datados hace más de 17.000 años, componen uno de los yacimientos de arte rupestre al aire libre más importantes de España. El pasado mes de agosto la Unesco los incluyó en la declaración de Patrimonio de la Humanidad que había otorgado en 1998 al vecino Parque Arqueológico del Valle del Côa, que atesora 900 rocas grabadas e identificadas a lo largo de 17 kilómetros.

Este hermanamiento se materializa en la exposición itinerante Vale do Côa y Siega Verde. El arte de la luz, inaugurada ayer en el Museo de la Evolución Humana, donde permanecerá hasta el 29 de mayo (entrada libre) y en el que concluirá su periplo tras pasar por Salamanca y Portugal.

Cuando Manuel Santonja, hoy científico del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (Cenieh), se repuso del susto inicial, empezó la búsqueda de más huellas. En su mente se representaban una y otra vez los paneles aparecidos en el cercano Mazouco. Pero no había nada. Hasta que un día cuando hacían un molde de silicona de ese primer grabado por si los bárbaros hacían de las suyas, por casualidad, aguas abajo del Duero, detectaron otro, y otro, y otro hasta los 500 contados en la actualidad.

Caballos, uros, cabras... aparecen en piedras más o menos pequeñas. Pero también rayas y otros signos geométricos imposibles de interpretar. «Hay una variedad importante», destaca Santonja.

Esta diversidad queda reflejada en la muestra. El visitante se adentra en este paraje salmantino-luso a través de paneles explicativos, gráficos, un vídeo y fotografías interactivas que ayudan a distinguir a estos grandes herbívoros en el galimatías de líneas grabadas en las piedras a partir de punteos o escisiones.

Es esta técnica la que, comenta el arqueólogo de la Junta José Javier Fernández, ha propiciado su conservación por los siglos de los siglos.

Menos ancestral es la colaboración entre las autoridades castellano y leonesas y las portuguesas, aunque desde el desembarco comercial en tierras lusas en 2009, la Junta ha estrechado estas relaciones en todos los ámbitos. También en el cultural, del que esta propuesta es uno de sus frutos.

La consejera de Cultura, María José Salgueiro, que asistió ayer a su inauguración, no descartó poner en marcha colaboraciones entre el Museo de la Evolución Humana y el Museo del Côa. «Siempre es posible», dijo al tiempo que recordaba que es práctica habitual la itinerancia de las exposiciones que se han montado sobre los yacimientos de Atapuerca.

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