El Correo de Burgos

«El diccionario es un auténtico 'best seller'»

El secretario de la Real Academia Española resalta el interés que despierta esta obra e insta al público a participar en su elaboración, más fácil ahora a través de la recién creada Unidad Interactiva del DRAE

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Burgos

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A.S.R. / Burgos

Las sesiones de trabajo de la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale) prosigue en el Palacio de la Isla. Poco a poco, los representantes de los veintidós centros van rellenando los huecos de la agenda del español para los próximos cuatro años. La tarde del miércoles iba a estar consagrada a la joya de la corona de la santa casa de esta lengua: la vigésimo tercera edición del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE).

La labor, ardua, no es flor de un día y tampoco es solo cosa de los académicos. «Es una obra de todos», sentencia Darío Villanueva, secretario de la RAE y, por lo tanto, coordinador de todas las comisiones de trabajo. Ya el prólogo de la primera edición del diccionario, que data de 1739, se refiere a este carácter y da la bienvenida a consultas, sugerencias, advertencias de errores... Este espíritu se mantiene y, además, se ha creado un vehículo para animar y canalizar esta participación. Desde hace unos meses funciona la Unidad Interactiva del DRAE, dirigida por la lexicógrafa Silvia Fernández, que recibe estas anotaciones a través del correo electrónico unidrae@drae.es. Estas misivas virtuales se atienden, se valoran y provocan una u otra actuación. Unas veces se toman a bien y cambian acepciones. Es el caso de la anotación de una señora colombiana que observó erróneo el uso de loción para referirse a la palabra champú cuando en realidad es un jabón. Se tomó nota, aunque la corrección aún no ha llegado al diccionario virtual.

Y es que la informática ha sido un revulsivo para la academia en el sentido más amplio. Permite mayor agilidad a sus miembros a la hora de trabajar y también en la misión de acercarse a la gente, a la calle, y cumplir con uno de sus «principios sagrados», que es no manipular la realidad del idioma y recoger solo lo que existe. «Internet ha ayudado a que las personas que usan la lengua de forma escrita tengan ese prurito de consultar el significado de las palabras con una comodidad impensable hace veinte años», ilustra el secretario.

Muchas de estas sugerencias llegan desde el otro lado del charco. Y precisamente una de las tareas que Villanueva califica de prioritaria es la incorporación de los americanismos «Tenemos que realizar un enriquecimiento selectivo con los vocablos presentes en el Diccionario de Americanismos, que ya se inició en la edición vigésimo segunda y ahora queremos volver a dar otro envite», expone.

Y es que la elaboración de un diccionario, la entrada de nuevos vocablos, la salida de otros, es una tarea que lleva su tiempo. A cada palabra nueva que surge se le pone en cuarentena durante cinco años hasta ver si se asienta o pierde fuerza. Un tiempo que últimamente se está acortando por la rapidez de la sociedad de la información. Ocurrió con pagafantas, descartada definitivamente, y ahora en ese limbo se encuentra, por ejemplo, mileurista.

Villanueva cree que para entender este proceso debe existir una cosa clara: esta vigésimo tercera edición es la hija de la primera, la que se llamó Diccionario de Autoridades. Precisamente para elaborarlo y ponerse a la altura de Francia e Italia se creó en 1713 la Real Academia Española. Y mientras unos consideran que este pasado es un handicap, en la academia opinan todo lo contrario. «Esta herencia es la marca de distinción que hace inconfundible al diccionario de la lengua española, que es un auténtico best seller y de referencia para toda la comunidad hispanohablante, incluso en los pleitos, en los debates jurídicos, lo que sienta cátedra es la definición de las palabras que da este volumen», observa Villanueva, quien advierte que se trata de un trabajo continuamente en evolución. Un carácter que se refleja en el diccionario en línea (www.rae.es), cuyas entradas se actualizan cada tres años.

Se pretende así cumplir otra de las normas de la RAE, que es la de ayudar a entender el español desde el siglo XVI hasta hoy.

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