El Correo de Burgos

23 DE ABRIL EN LA CALLE

El cielo encapotado no agua la fiesta del libro

El público acompaña con alegría a los libreros, que tuvieron que colocarse bajo los soportales de la Plaza Mayor. El Fadrique de Basilea duplica los asistentes a su jornada de puertas abiertas y llega a los 750

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Burgos

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A.S.R. / Burgos

Estaba el cielo juguetón ayer y los libreros no estaban para reírle la gracia. Se estaban instalando en la Plaza Mayor cuando un tremendo aguacero obligó a recoger bártulos y colocarlos bajo los soportales. Tras este susto, se mantuvo encapotado, hizo soplar al viento, amenazó con cuentagotas, pero la cosa no llegó a más y la fiesta del Día del Libro se desarrolló con muchas más glorias que penas.

El presidente de la Asociación Provincial de Libreros, Álvaro Manso, era claro en su balance en el momento de la retirada. «Ha ido fantástico para como estaba el día. La gente está muy contenta, con bastante movimiento, aunque nos hayamos tenido que poner bajo techo. Es curioso pero al público parecía que le gustaba este modelo de mercadillo al que nos ha obligado el tiempo», señalaba, aunque reconocía que no había sido tan excelente como el año pasado, que acompañó el sol salvo en la recta final y que coincidió con el Sábado Santo.

Saltos de alegría daba igualmente el director del Museo del Libro Fadrique de Basilea. Las jornadas de puertas abiertas fueron un éxito. Hasta 750 personas pasaron por el centro del Hondillo duplicando las visitas del año pasado. La cola no abandonó la puerta durante toda la mañana. La mayoría realizaba recorridos cortos con la promesa de volver para hacerlos más largos y numerosas familias se entretuvieron con el juego de pistas Atrapa un caballero. «Hemos tenido una sintonía absoluta con la gente», ilustraba Rodrigo Burgos.

Y es que los niños han vuelto a ser los grandes protagonistas de esta fiesta. Tantos títulos de literatura infantil se vendieron que agotadas están las láminas del concurso El diseñador de libros, entregadas con cada compra, y que obliga a Caja de Burgos a imprimir más para repartir en las librerías hasta el 20 de mayo, fecha tope para presentar los trabajos. A ellos también se dirigían los cuentos de Amplio Clown y Margarito.

Con los más pequeños de la mano o sin ellos, el 23 de abril es una ocasión para llevarse un libro bajo el brazo. El 10% de descuento (que también se aplica hoy) es un buen reclamo y algunos no perdieron comba. Alberto había madrugado y ufano mostraba sus tesoros: 31 noches, de Ignacio Escolar; El enredo de la bolsa y la vida, de Eduardo Mendoza; Aquella edad inolvidable, de Ramiro Pinilla; y Los hijos de los días, de Eduardo Galeano. Marisol (nombre ficticio) se asustó con las estrecheces para los lectores en los soportales y dejó la compra de El abuelo que saltó por la ventana y se largó para otra ocasión y se conformó con aparecer en casa con una flor de hilos de colores, que el grupo A en punto o a y media había dejado en los bancos.

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