El Correo de Burgos

XXXVI FESTIVAL DE FOLCLORE / Inauguración

La fiesta del mestizaje se olvida del abrigo

El frío no resta calidez a la gala en su regreso a una llena plaza de San Juan

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Burgos

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A.S.R. / Burgos

El reloj da las nueve de la noche. La dulzaina acude puntual a la cita y la primera ráfaga traicionera de viento, también. La gala de apertura del Festival Internacional de Folclore no sería la misma sin la chaqueta gorda y el pañuelo al cuello. Tonterías, las justas. El frío burgalés se las gasta así, pero tuvo que sucumbir a los encantos de la calidez traída por los seis grupos procedentes de Latinoamérica. Y el exotismo se desparramó en la plaza de San Juan, adonde regresa la cita tras el exilio obligado de los últimos años en Virgen del Manzano.

Una vuelta con una ausencia notable nada llorada por la organización. Diego Porcelos ya no estaba allí y a buen seguro que la expresidenta del Comité de Folclore Concha Madorrán se ha roto las manos aplaudiendo. ¡Cuántas quejas! ¡Cuántas reivindicaciones!

Las palmas y los oles sonaron desde el minuto cero. Los primeros para Regina Peñacoba, la eterna presentadora de esta cita, a la que este año han dejado compuesta y sin novio. ¿Quién dijo miedo? Ella sola se las basta y se las sobra para hacer las introducciones e incluso plantó cara a las bajas temperaturas con los hombros al aire.

Ella, con la intérprete de lengua de signos Chusa Gutiérrez, dio paso a la fiesta del mestizaje que abrió la trigésima sexta edición de este encuentro, que pone todas sus miradas al otro lado del charco con motivo del quinto centenario de las Leyes de Burgos.

Sobre el escenario se unen como hermanos peruanos, venezolanos, portorriqueños, argentinos, mexicanos y burgaleses bajo el paraguas de La Canastilla, una de las canciones más típicas de los Danzantes de Burgos.

Salen los tijeritas de Perú. Tris, tras; tris, tras... Chascan los buenos mozos las tijeras en la mano ajenos a la imagen en una sociedad que las teme más que a un nublado. ¿Echarían las manos al bolsillo los pocos políticos -los concejales Fernando Gómez, Esteban Rebollo y Julián Altable y el diputado Ignacio Marín- que ayer ocupaban las sillas de la primera fila? ¿Y los espectadores?

Tris, tras; tris, tras... Dan paso a dos parejas de argentinos que sonríen, sonríen, sonríen... Hasta que irrumpe el taconeo de las bailarinas de Puerto Rico. Sus faldas blancas al viento dibujan formas imposibles y miran embelesadas a sus compañeros. Amor, amor, amor. Bonito también el naranja chillón, rico de los trajes de los otros peruanos en el encuentro.

La Canastilla sigue sonando en la dulzaina y cajas de los infatigables catorce músicos de Amigos de la Dulzaina.

Es el turno de Venezuela. Los colores de su bandera se mueven al ritmo de los pasos y también el blanco domina en el atavío de los mexicanos. Más oscura es la paleta cromática de los bailarines burgaleses. Representantes de todas las compañías del Comité de Folclore salen en cadeneta. Todos son conquistadores.

El pistoletazo de salida ya está dado. Queda más de una hora y media de viaje. Un crucero por el folclore de cada uno de los países participantes. Desde los tangos y las danzas rurales de Argentina al mariachi mexicano pasando por las patrióticas danzas peruanas que huelen a civilización antigua, la sensualidad caribeña, la alegría africana y la sobriedad española de los portorriqueños o las cálidas venezolanas, sin olvidar la pincelada castellana recia que siempre pintan los grupos burgaleses. Exotismo puro.

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