Cuando un sentimiento une lenguas

SARAY CABALLERO / Burgos

Por un momento todo calla, ruidos de ciudades, contaminación y caos duermen. Se ensordece la persona y su capacidad de escuchar, que no oír, las notas musicales. Cómo se podría explicar a un sordo el sonido de un Adagio, cómo podríamos transmitir el sentimiento de notas que dan vida a instrumentos y voces.

Con movimiento, llega el momento o la hora de abrir el telón, las puertas de escuelas o de calles calladas. El cuerpo de esos pocos que han sido tocados por las manos de Terpsícore, musa de la danza, entra en acción. Son un instrumento más de la orquesta, prolongan su sonido o lo interpretan y lo transmiten. Pero esta capacidad es como un diamante  en bruto no se aprecia pues debe ser pulido. Los bailarines son limados y abrillantados por maestros que enseñan técnica a esencias que son capaces de apreciarla y dotarles del valor que se merece.

Ese es el fin del 'Summer Dance', un curso que muestra la cara oculta de la danza, el proceso de formación de muchos jóvenes que un día, con suerte, llenarán escenarios con la magia de sus pies, sus brazos, sus torsos y sus almas.

Este año jóvenes de Barcelona del centro Madó, de entre 14 y 17 años, se curten en once días de diferentes estilos: Contemporáneo, hip-hop y Ballet impartido por la exbailarina del Ballet Nacionl Christelle Horna. Comparten dos semanas bailando con aquellas niñas burgalesas que el resto del año se encierran entre las pareces del centro profesional de danza Hélade para aprender a bailar, a esforzarse y a perseguir un duro, que no imposible, sueño.