El Correo de Burgos

Arte plástico / Galería Plaza Mayor

El ladrido de un tal Vicente

La frescura de la calle y la reflexión del estudio se aúnan en esta propuesta

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Burgos

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A.S.R. / Burgos

Vicente empezó a pintar a los dos años. Apenas se tenía en pie pero el lápiz no se le movía entre sus dedos. El niño tenía alma de artista. La había heredado del abuelo, herrero de oficio y de pasión. El blanco y negro guió sus primeros pasos. Rotulador, boli y lápiz. El color entró en su vida pronto y ambos mundos estallan en la colección que presenta en la galería de la Plaza Mayor durante tres semanas.

Vicente (Vicente Patiño en el DNI) se suma a la nómina de caras nuevas que Igor Torres, responsable de este espacio, va descubriendo. La de Burgos es su primera exposición individual y en ella reúne toda su obra. La más espontánea, heredera de sus inicios en la calle, y la más reflexiva, nacida tras su paso por la Facultad de Bellas Artes de Salamanca, donde llegó desde la Escuela de Artes de Logroño.

Cuando se trasladó a la ciudad charra ya había hecho sus pinitos con el grafiti y allí continuó por esa línea. Compartía un piso con otros estudiantes y la calle se presumía como su mejor lienzo. Le inspiraban las paredes viejas. En sus desconchones él veía seres amorfos que pedían a gritos que los liberaran de esa prisión. Vicente los escuchaba y los pintaba.

Hace un año se trasladó a vivir a un pueblo y su creación se volvió más reposada.

«Es completamente diferente por la ejecución y por la difusión que tiene, pero para mí tanto una como otra es mi expresión», comenta y la espontaneidad y frescura callejera son evidentes en esta propuesta.

Vicente es artista de trazo directo. Le gusta usar el rotulador, que le permite una línea larga, sin los parones que obliga el pincel, pero no dice no a ninguna otra técnica. Acrílicos, óleo, rotulador, lápiz... Todo vale. También en soporte. Los respaldos de una silla, tablas, el papel de las porciones de pizza, un cartón o el mismo espacio expositivo (el único ausente parece el lienzo). Vicente ve arte en todo y el reciclaje es una de sus claves.

Ese abanico se cierra cuando se habla de temática. Los animales se repiten como motivo. «Representan el instinto humano, las pasiones, las rayadas que tenemos. Me identifico mucho con el perro. Siempre está en mis pinturas», explica el autor, cuyo proyecto de fin de carrera, que muestra ahora en Burgos, es elocuente al respecto: Dog (perro).

Su juventud, su ilusión y su experiencia le hacen ser optimista. Cree que es factible vivir de sus creaciones. La fortuna le ha sonreído mientras callejea por la ciudad del Arlanzón. Más de uno y más de dos le han parado por la calle para preguntarle por sus zapatillas pintadas -también presentes en la exposición-. Asoman en las que lleva unos alegres dedos rosados. Empezó un día por casualidad decorándole unas a su chica y los encargos se dispararon abriendo una vía comercial con poderío. Otra cosa es hablar de las piezas, aunque los dos puntos rojos que ya ha puesto le dan confianza.

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