El Correo de Burgos

PATRIMONIO

El errante documento original de Fernán González

El CSIC y la UCM identifican la única pieza que se conoce, del siglo X, del conde castellano por el que dona una propiedad al monasterio de San Pedro de Arlanza

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Burgos

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A.S.R. / BurgosLos profesores Julio Escalona, Isabel Velázquez y Paloma Juárez, del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), identifican el único documento original de Fernán González conservado. El pergamino, custodiado en la British Library en Londres, es un acta notarial fechada en el año 937 y recoge la donación del monasterio de Santa María de Cárdaba (Segovia) al de San Pedro de Arlanza por parte del conde castellano y su esposa, Sancha, para convertirlo en un priorato de la abadía burgalesa.

La investigación aparecerá publicada en unos días en la revista estadounidense Journal of medieval iberian studies, pero fue la sede del Instituto de la Lengua, el flamante Palacio de la Isla, la elegida para acoger ayer la presentación mundial de este estudio.

Durante este tiempo, los profesores se han convertido en detectives, en cirujanos y en narradores. Primero sacaron la lupa para localizar el documento. Después, el bisturí para diseccionarlo hasta poder asegurar el diagnóstico emitido, con una operación «más peliaguda» de lo esperado, y, finalmente, cosieron y reconstruyeron la historia de este errante pergamino.

Su contenido se conocía gracias a copias posteriores que se habían ido generando desde la Edad Media hasta el siglo XVIII. Los historiadores sabían que existía, pero desconocían que se conservaba el original.

«Estaba perfectamente catalogado e identificado, pero nadie se había dado cuenta de la relevancia que entrañaba y, que hayamos podido comprobar, no ha sido citado ni manejado por ningún historiador desde esa fecha hasta la actualidad. Siempre se utilizaron las copias posteriores, algunas mejores y otras peores», explica Julio Escalona, portavoz en la presentación de este hallazgo a los medios.

Los detectives habían hecho su trabajo. Llegaba la hora del cirujano. Lecturas, comparativa de letras, atención a las firmas... Dos son las claves para el investigador del CSIC.

La primera se refiere a su importancia histórica-política al ser una pieza otorgada por Fernán González, conde de Castilla, del que se conocen 35 documentos, «algunos razonablemente auténticos, otros sospechosos y otros evidentes falsificaciones». Escalona basa esta proliferación en la «doble vida» que llevó el conde castellano: la histórica, en el siglo X, y la épica, la creada a partir del poema sobre su vida en el siglo XII. Ese héroe ficcionalizado borra al personaje real y da lugar a muchas falsificaciones, que son las que se han conservado.

La segunda característica hallada enciende los focos sobre el escriba, el mejor del siglo X castellano. Aquí aparece el monje Florencio de Valeránica, que, además de autor de códices, actuó de notario y escriba para los Condes de Castilla.

«Lo primero que llama la atención de este documento es que tiene una factura exquisita. Tiene una escritura en una letra visigótica redonda que podría ser de un códice, una calidad de ejecución verdaderamente muy llamativa y se puede poner en parangón la calidad material de la pieza con el rango del otorgante», expone el profesor y recuerda que también son suyos los documentos fundacionales de Covarrubias con copias conservadas en la colegiata de la villa rachela y en la Catedral de Burgos.

Era hora de juntar las piezas, coser y enlazar su historia.

La que empieza en el escritorio del monasterio de Valeránica en Tordómar, donde trabaja el escriba Florencio. Él durante horas traza el acta notarial de cesión. Minucioso. Mimoso. Una reunión posterior, con una mano más ágil, serviría para recoger las firmas de quienes dan validez jurídica al documento. Pronto pasa al archivo del monasterio de San Pedro de Arlanza.

Allí lo utilizan varias personas, se copia en el Cartulario de Arlanza del siglo XII y el propio rey Alfonso X hace una revalidación del mismo en 1255. Corre el año 1488 cuando Arlanza y Santa María de Sacramenia hacen una permuta por el que el priorato de Cárdaba pasa al monasterio segoviano. Y con él todos los documentos. Incluido el identificado ahora como el único original de Fernán González. Se utiliza posteriormente en varias ocasiones hasta que con la desamortización de los bienes eclesiásticos en el siglo XIX se pierde su pista. No se sabrá de él hasta que en 1943 un coleccionista privado lo dona a la British Library.

Este relato no escribe aquí su final. Julio Escalona cree que es solo el principio.

«Identificar este documento es una piedra más en un muro que hay que construir entre todos y es el de poner en valor y apreciar socialmente el patrimonio histórico, artístico, cultural y arqueológico que nos ha sido legado por la sociedad del pasado e intentar que esto genere riqueza en la del presente», declara el investigador, quien espera continuar con este estudio y enmarcarlo en la efemérides del 1100 aniversario de San Pedro de Arlanza, que, dice, no debe acabar este año. No descarta tampoco más sorpresas. Espacio para ellas hay.

¿Por qué es de 'los buenos'?

¿Por qué este documento se identifica como original y no como una de las múltiples copias que corren de archivo en archivo? Julio Escalona aclara que la respuesta es complicada por la ausencia de originales para comparar y añade que dos elementos vehiculan esta conclusión.

El primero es el estudio del contexto histórico y si son aceptables los hechos narrados, los personajes que aparecen y el tenor del pergamino. Que lo son.

El segundo se ha ceñido a la comparación paleográfica con otras obras conocidas del escriba Florencio de Valeránica. Y una de las claves que, dice el profesor, permite concluir que el documento es auténtico, del siglo X, es su elaboración en dos fases, algo inusual en las copias. Aquí aparece un primer bloque, con las condiciones de la cesión, con una letra pulcra, una regularidad excelente en la escritura, iniciales elaboradas, una caligrafía cuidadosa, mimada. Mientras que las suscripciones de los testigos, que dan validez jurídica al acta notarial, se descuadran de la línea, su letra es más descuidada... «Un falsificador en el siglo XII escribía todo en una sentada y no había esa diferencia en la velocidad de la mano», ilustra el investigador.

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