Del cuadro clásico al emoticono
Antonio Gázquez juega con volúmenes, imágenes y lenguajes en ‘Hit me’, que viste las paredes del Arco de Santamaría

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MARTA CASADO / Burgos
Símbolos que hablan, cuadros que se adivinan, imágenes difusas que despiertan al espectador como un golpe de realidad. Obras que necesitan la traducción de quien las mira. Así se muestra Antonio Gázquez en el Arco de Santa María. Hit me es una reflexión que pivota entre dos lenguajes artísticos. El clásico que marcó los inicios de este artista burgalés, que se estrena en exposición individual, y el moderno e icónico de los emoticonos que giran sobre el concepto del amor.
En esta aventura artística Gázquez juega con disciplinas y lenguajes: pintura, escultura, juegos de luz y sombras, audiovisual... «He apostado por la libertad creativa total, hacer lo que se me ocurriera aunque no fuera coherente», resume. Así, a lo largo de las dos plantas del Arco, se distribuyen piezas de pintura clásica (Adán y Eva de Durero, la Gioconda de Miguel Ángel, El caballero de la mano en el pecho del Greco...) todas ellas difuminadas y borrosas. Un reto para el espectador. «Son imágenes que todos conocemos, cuadros que están en nuestra memoria colectiva y están inacabados, borrosos para que el espectador sea quien acabe la obra», reflexiona.
Su particular homenaje a los clásicos se acompaña de otro juego simbólico. Aparecen junto a su paleta de colores. Cada cuadro tiene una reproducción de golpes de color de diferentes volúmenes en un cuadro de superficie similar. «La abstracción ha estado presente desde el principio de la pintura. Trato de reflejar la paleta de colores que he utilizado para hacer el cuadro y le doy el mismo tamaño porque es la esencia de la obra final», añade.
La pintura predomina en una exposición que se convierte en un juego cómplice y constante con el espectador. Entre clásicos como ventanas al arte otras ventanas a lo cotidiano. Para ello se acompaña de cuadros enmarcados en auténticas ventanas ya sean de una casa o de un coche como las que ha instalado en la segunda planta. La cotidianidad se convierte en obra de arte. Ya sea una mujer duchándose donde apenas se aprecian las formas pero se intuye lo que es o son paisajes difuminados a través del cristal de un coche que el espectador hace suyos. Una apuesta por ese juego de líneas difusas es un gran corazón con el que Gazquez juega a Op Art una figura difuminada que la pupila del ojo trata de completar. Un proceso en el que la sensación es un corazón palpitando.
Y palpita de amor la videocreación que después se traduce en la segunda planta. Un ‘love’ de luces roto. Resultado de «el momento que vivimos una crisis económica, emocional que rompe ilusiones y proyectos», considera Gázquez.
En la escultura juega con las formas. Ya sea una pistola que se transforma en amor, emoticonos que se convierten en la tabla donde está pintada la Mona Lisa, otro repleto de musgo verde en un emoticono sonriente o mustio en el signo de tristeza. «Este lenguaje moderno que ajusta al mínimo los elementos a utilizar pero expresa tantas cosas es algo que me llama mucho la atención». Juegos de colores, cosas que parecen pero no son un juego en blanco y una escultura que en sí misma no dice nada pero con un juego de luces expresa la dureza del hambre y la miseria. Una sucesión de golpes de realidad que estará en el Arco de Santa María hasta el próximo 24 de noviembre.