El Correo de Burgos

KIRMEN URIBE Escritor

«La poesía me ha ayudado a ser mejor novelista»

Tras conseguir el Nacional de Narrativa con ‘Bilbao-New York-Bilbao’, se entrega de nuevo a este género con ‘Lo que mueve el mundo’

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Burgos

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A.S.R. / BurgosLa realidad y la ficción juegan al ratón y al gato en las páginas de la nueva novela de Kirmen Uribe. Lo que mueve el mundo (Editorial Seix Barral) se acerca al drama de los niños que tuvieron que dejar atrás a sus familias para escapar de la Guerra Civil, pero también a la vida del escritor belga Robert Mussche, que acogió a una de aquellas pequeñas. Esta es la historia que el escritor trae en el equipaje para compartirla hoy con sus lectores en el salón de actos del Museo de la Evolución Humana (20.15 horas), invitado por la librería Luz y Vida.Pregunta- ¿Es una novela de la Guerra Civil, una exaltación de la amistad o una biografía?Respuesta- No es ninguna de las tres y es las tres a la vez. Es, sobre todo, una novela sobre el trauma que deja a sus seres queridos la pérdida de una persona. Hablo de una niña acogida por un escritor belga en 1937, una niña de la Guerra Civil, pero no se habla de ella, sino que es un nexo para acercarse al escritor belga Robert Mussche y cómo esto cambió completamente su vida. Mussche muere casi, casi al final de la Segunda Guerra Mundial y deja un rastro de dolor muy importante tanto en su mujer como en su mejor amigo, que también era escritor. Yo quería contar ese gesto de solidaridad que tuvo al acoger a esta niña y cómo, poco a poco, se fue involucrando cada vez más en la defensa de los Derechos Humanos.P.- ¿Qué le impactó más de esta trepidante e intensa vida?R.- Su decisión, primero de acoger a esta niña, segundo de venir a la Guerra Civil como periodista y tercero de involucrarse en la resistencia contra los nazis en Bélgica y cómo una persona pacifista, que hablaba cinco lenguas, culta, deja todo para abrazar la defensa de la vida.P.- Que es una imagen opuesta a la del imaginario colectivo, del escritor encerrado en su estudio...R.- Eso es, no es el escritor en su torre de marfil, sino que sale de ella al conocer a esta niña, va cambiando y se va comprometiendo con causas dignas. Quería hablar también de esta Europa que tenemos olvidada, ahora la vinculamos con las decisiones de la Unión Europea, pero Europa es mucho más. Está la Europa solidaria, culta, la vinculada a los derechos civiles, que he querido reivindicar ahora que parece silenciada.Para mí también era importante cómo su hija, Carmen Mussche, que se llamaba así por aquella niña de Portugalete que acogió su padre, va rehaciendo su vida y pasados muchos años logra reconciliarse con su padre, que dejó solas a su madre y a ella para irse a la Resistencia, y lo logra en el momento en que reconstruye su biblioteca, cuando saca de las cajas los libros que llevaban guardados muchísimos años. Ahí se da cuenta de quién era su padre. La visión de esa biblioteca la cura las heridas.P.- ¿Qué sintió cuando Carmen Mussche le dejó solo ante esa biblioteca reconstruida que recoge en el libro?R.- Ese momento fue mágico y, además, al final Carmen tuvo un detalle conmigo y me regaló una primera edición de Lorca, de Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, que es una joya, que estaba en esa biblioteca. En esta novela hay muchísima ficción, me imagino muchísimas cosas, porque al ser una vida truncada, solo tenemos cartas, fotos, libros, pero no sabemos realmente cómo era, qué le pasó en sus relaciones personales, cómo sentía, cómo amaba... y yo todo esto me lo he imaginado. Ha sido un proceso muy enriquecedor porque me basaba en los restos de un gran naufragio para imaginarme cómo era la nave.P.- Da la sensación de que la realidad y la ficción juegan al ratón y al gato continuamente...R.- Sí, hay un gran contraste entre los datos históricos, que son reales, con las escenas, que son todas reconstruidas, ficcionalizadas. Ha sido muy interesante jugar en esa línea tan difusa entre realidad y ficción.P.- Además le hace preguntarse continuamente al lector si está ante personajes reales o ficticios...R.- Me interesaba mucho utilizar personas reales para luego hacer ficción, no construir personajes ficticios sino utilizar a personas que lo han vivido, pero al final la ficción está y me hago la pregunta: ¿Hace falta construir personajes de ficción o nos basta con presentar a los reales para hacer ficción?P.- ¿Esa pregunta tiene respuesta?R.- Cada libro exige una respuesta, cada uno te hace plantearte muchas preguntas y a la hora de escribirlo uno debe ir respondiéndolas. Aquí sentía la necesidad de contar una historia de una persona real, que se involucró tanto en la defensa de los derechos humanos y que tanto dolor dejó su partida. Es la historia de una víctima de la Segunda Guerra Mundial y me interesaba contarlo pero no a la manera de una biografía, sino de una novela. Necesitaba que el lector tuviera la sensación de que leía algo real, auténtico.P.- Incluso la hija de Robert Mussche le pidió que no fuera una biografía...R.- Sí, sí ella me lo pidió y, además, yo creo que las biografías tienen mucho de ficción. Uno nunca sabe realmente todos los lados de una persona, es imposible, cualquier biografía es fallida en el sentido de que le faltan cosas y los biógrafos lo que hacen es reconstruir una vida, pero a su manera, aunque digan que es real. Para mí ninguna es real, ni biografía ni autobiografía. Cuando nos ponemos a recordarnos nosotros mismos recuperamos algunas cosas y nos olvidamos de otras, estamos dando una imagen de nosotros.P.- ¿Cómo dio con esta historia, que, al parecer, fue fruto de la casualidad?R.- A mí me interesaba mucho la historia de los niños de la Guerra y quería contarla, pero no al estilo clásico, poniendo como protagonista a una niña, porque podía resultar muy naif, los niños son peligrosos en la literatura, podía resultar una novela demasiado edulcorada. Y mientras estaba investigando, un periodista amigo, Julio Flor, me contó la historia de Robert Mussche y me incitó a conocer a su hija. Fuimos a Gante y me entrevisté con ella. Supe que esa era la historia que quería contar en estos tiempos de crisis. El libro también es una respuesta a esta crisis, no solo económica, sino también moral.P.- ¿En qué sentido responde?R.- Quería hablar, primero, de otra Europa, segundo, de un personaje cuyos valores están muy por encima del egoísmo, y, tercero, de la generosidad de su hija. Quería reivindicar valores que han estado un poco ocultos como la generosidad, la amistad, el no pensar tanto en uno mismo...P.- En el libro, durante el encuentro de Beethoven y Goethe con un noble dice el primero: «Pueden ordenar que se haga cualquier cosa: barcos, palacios, armas; pero nuestro cerebro no, no pueden fabricarlo»...R.- La novela tiene muchas lecturas actuales, aunque esté situada y localizada en la Segunda Guerra Mundial. Hay una reivindicación del individuo, de la libertad del individuo, del lado humano...P.- También de la poesía...R.- Hay muchas referencias a la poesía e incluso hay muchas imágenes poéticas. Para mí la poesía es muy importante, siempre me ha gustado leerla y también cultivarla.P.- ¿Qué le da?R.- La poesía me ha ayudado a ser mejor novelista. Uno cuando es poeta utiliza solamente las palabras necesarias, las elige muy bien, las frases tienen musicalidad y esto en prosa se agradece muchísimo.

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