El Correo de Burgos

UN VERANO DE LIBROS / José Miguel González

«A un crítico le regalaría un libro de cocina para que se endulzara»

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Burgos

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A.S.R. / BurgosCuenta el director de Cultural Cordón que no hay mayor placer que comprarse un par de libros, sentarse en una terraza, pedirse una caña y devorarlos. No hace mucho, una tarde calurosa de este mes de julio, dejó a sus niños, Paula y Martín, de 5 y 4 años, con los abuelos y se dirigió a ese bar de Valladolid, donde vive, que tanto le gusta, se tomó dos rubias, dos cuencos de palomitas y leyó...Pregunta.- ¿Qué?Respuesta- Había comprado tres poemarios: La ciudad (Antología 1985-2008), de Karmelo C. Iribarren, de la editorial Renacimiento. La misma acaba de sacar la antología de Javier Almuzara, Quede claro (Antología poética 1989-2013), al que conocí porque publiqué en una revista que él llevaba con Martín López Vega. Hace poco me reencontré con él en Madrid y me ha gustado releerle. El tercer libro de mi atracón fue Retrato de la soledad, de Eduardo Fraile.P.- ¿Uno para leer una hora menos en Canarias?R.- Orgullo y prejuicio, de Jane Austen. Se lee en un suspiro maravillosamente. Te atrapan los diálogos, cómo penetra en la psicología de los personajes y cómo retrata una sociedad. Es pequeño y ocupa poco.P.- Se dejaría olvidado en el chiringuito...R.- Piensa como un hombre, siente como una mujer, que te ayuda a ligar con el chico que te gusta, o cualquier otro de autoayuda, de los que huyo.P.- ¿Cuál usaría para ligar con esa chica que está en la toalla de al lado?R.- Dependería de los intereses de ella. Utilizaría alguno de intrigas vaticanas como canta Manel en Al mar! (así acostada se te ve espectacular, larga y blanquita en la arena, leyendo intrigas vaticanas de final inesperado...).P.- ¿Cuál le fastidió aquel verano?R.- Los enamoramientos, de Javier Marías. No pude con él, me lo habían recomendado, lo empecé unas vacaciones y no llegué a terminarlo. Me pareció pretencioso, pasar de página era un esfuerzo y lo tuve que dejar. También Ensayo sobre la lucidez, de José Saramago, que intenté leer y no pude, mientras que, al contrario, Ensayo sobre la ceguera me encantó.P.- ¿Y el que lo pintó de colores?R.- El gran Meaulnes, de Alain- Fournier, que leí con 14 años. Es un libro fascinante, de los que te acompañan de por vida, que se devoran en la adolescencia. Me marcó, igual que El camino, de Miguel Delibes, que leí durante otro verano.P.- Si Peter Pan toca a su ventana, le recomienda...R.- Historia de mi infancia, de Tolstoi, otro libro maravilloso que trata fascinantemente la infancia, la de otra sociedad, otro mundo, el de las grandes familias terratenientes de Rusia. Lo cogí en la biblioteca de mi colegio y aún lo conservo. Me van a poner una multa el día que lo devuelva...P.- ¿Cuál guarda por su dedicatoria?R.- No soy nada mitómano, ni me hago fotos con artistas ni pido dedicatorias, solo lo hago con los amigos como Óscar Esquivias o Eduardo Fraile o con libros para regalar a otra persona, por ejemplo pedí a José Antonio Portillo que firmara a mis hijos Moi, j’attends (Yo espero), en el que se basaba el espectáculo que presentó en el Escena Abierta, que los encantó.P.- ¿Qué cuentos cuenta a sus hijos?R.- Muchos inventados. El otro día, el niño quería uno de Rayo McQueen y la niña de princesas e hice una adaptación de Vacaciones en Roma, nos duró tres días y nos lo pasamos muy bien. Pero leer, leer lo hace muy bien mi mujer, yo soy muy soso.P.- ¿Qué páginas dejaría a alguien que se queda de Rodríguez?R.- Depende de lo que quiera hacer. Algunos se desmadrarían y otros con ver el Mundial tranquilos se conformarían... Podría ser Cooltureta, un cómic de Moderna de pueblo, que es divertido, gracioso, picantón... Alguna vez los topicazos están bien.P.- ¿Si qué escritora le dice ven lo deja todo?R.- (Se lo piensa). Ángeles Caso porque cuando vino a Burgos me causó una impresión fascinante. Tras la charla que dio estuvimos tomando unas tapas, hablamos de su época en la tele en Asturias y la mencioné a su padre, Caso González, que había publicado un manual de literatura española, y la sorprendió mucho que conociera esa obra y tuviera curiosidad por saber si era su padre.P.- ¿Qué libro regalaría a un director de orquesta?R.- La autobiografía de Solti, otro director de orquesta, pero, como seguro que ya lo ha leído, incluiría también la correspondencia de Arnold Schoenberg, compositor que también pintaba y era un personaje fascinante.P.- ¿Cuál mandaría a un espectador?R.- Cosas que los nietos deberían saber, de Mark Oliver Everett, cantante de The Eels, que para él fue una manera de librarse de sus males, de las muertes que hubo en su familia, de los traumas... Es un libro que desprende un optimismo, una alegría por la vida y por la propia música, que lo hace muy recomendable. También puede ser interesante Cómo funciona la música, de David Byrne, cantante de Talking Heads.P.- ¿A un crítico de mirada afilada?R.- Ojalá los hubiera en Burgos. Le regalaría el libro de recetas de Simone Ortega para que preparara unos pasteles y se endulzara, que suelen estar muy amargados.P.- ¿Y al polifacético Fortuny Madrazo, que ocupa ahora la sala de Cultural Cordón?R.- Pues el catálogo que le han hecho, que está fenomenal, o algún volumen antiguo de la Asociación Wagneriana de Barcelona, la primera en traer a Wagner a España.P.- El volumen que resultó ser fuegos de artificio fue...R.- El señor de los anillos. Lo empecé con 16 años, me lo llevé a Villafranca Montes de Oca un verano, y no lo terminé. Me resultó un tostón, no pude con él y eso que he leído cosas de Tolkien que me han encantado como las cartas que escribe a sus hijos como si fuera Papá Noel. Son deliciosas.P.- Sabe que será una gran noche si en la mesilla le espera...R.- El maestro Juan Martínez que estaba allí, de Chaves Nogales. Es de esos que estás deseando pararte, cogerlos, leerlos y olvidarte del resto del mundo. Y para completarlo, El hombre que estaba allí, de Luis Felipe Torrente y Daniel Suberviola, un libro y documental que retrata a aquel periodista de una brillantez increíble, con entrevistas a Trapiello, Muñoz Molina...

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