El Correo de Burgos

Conciertos en el campus / Balance, un año más, exitoso

El paraíso también baila soul

Freedonia pinta de negro una velada idílica con la que despide una nueva edición del Tablero de Música, con una media de 2.000 personas cada jueves de julio

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Burgos

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A.S.R. / BurgosUna procesión de coches camina a paso de tortuga junto a San Amaro, una plaga de vehículos rodea el campus y una muchedumbre de gente se dirige como un pelotón de autómatas hacia el Hospital del Rey. Es tarde para estudiar, pero no para bailar. Y a eso van. A contonearse, a cantar, a escuchar, a compartir una cerveza en compañía, a reír, a jugar, a lucirse también. Van al Tablero de Música, a la última velada de esta especie de alquimista que hace tiempo ha dado con la fórmula mágica del éxito, una nueva victoria que este año se cifra en alrededor de 8.000 asistentes, con una media de 2.000 en cada uno de los cuatro conciertos del programa, que anoche se apagó a ritmo de soul, el de Freedonia.Con media hora de retraso que a nadie importó porque allí los relojes no existen, los músicos salieron y con su swing casi casi logran acallar el creciente murmullo -eran las nueve y media y la gente seguía comprando su entrada-, que bajó un poco más el volumen cuando irrumpió enérgica Maika Sitte, la cantante del grupo, que con su soul intensificó la idílica velada de la que cada vez más burgaleses disfrutan los jueves del mes de julio. Ni la subida de la entrada hasta los 3 euros ha conseguido restar atractivo a esta cita de reencuentros, de abrazos y besos, orquestada por la Universidad de Burgos y la Fundación Caja de Burgos, que no sería posible sin un equipo humano de 25 personas, observan Julio y Chemi, parte del mismo, que ayer brindaban por una edición redonda.Lo avalan las cifras pero también la cara de felicidad del público que se tira en la hierba, baila sobre ella o se queda ensimismado ante la voz de Sitte y la buena sintonía desplegada por los músicos ataviados con sus elegantes trajes ¿años sesenta? que en nada desentonaron con la elegancia creciente.Y es que de un tiempo a esta parte, convienen algunos de los incondicionales, de los que llevan catorce años acudiendo fieles a la cita, el Tablero de Música se ha convertido en un reducto de postureo en la ciudad, un escaparate donde hacerse y dejarse ver, una pasarela de modelos. Hasta en eso se apunta un tanto.Con más sandalias de tacones que planas, más bermudas que pantalones cortos, más vestidos playeros que la sempiterna chaqueta y gafas de sol más chic, lo cierto es que continúa siendo una referencia del buen rollo, un destino más que familiar, un aglutinador de distintas generaciones y maneras de ver la vida, de punto de convergencia de distintos estilos de música... Un paraíso que se despidió anoche hasta el próximo verano con la luna bailando soul en el cielo.

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