El Correo de Burgos

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Lo que las escaleras del XVI esconden

Jorge Martínez analiza el símbolo y el poder de este elemento arquitectónico

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Burgos

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A.S.R. / Burgos¿Por qué gustaba a los señores de los palacios disponer de dos escaleras? ¿Por qué es pionera la de la Casa de Miranda? ¿Quién inspiró la dorada de la Catedral? A estas, y más, preguntas responde el libro Escaleras del Renacimiento español. Símbolo y poder en el Burgos del siglo XVI, de Jorge Martínez Montero, editado por la Diputación.El volumen, que parte de la tesis del historiador del arte madrileño, que ya dio pie a La Escalera Dorada de la Catedral de Burgos (2011), se zambulle en un estudio general de la escalera, su importancia en el conjunto arquitectónico, su génesis y evolución en el Renacimiento y la preponderancia de España en su construcción. Tras esta visión general ajusta el foco a casos concretos burgaleses.«Una escalera en un edificio constituye un ejemplo de providencia, de saber y de dominio en el diseño arquitectónico», observa Martínez Montero y destaca que ha elegido Burgos porque en el siglo XVI «es una de las ciudades con mayor apuesta desde el punto de vista patrimonial y cuenta con el apoyo de autoridades eclesiásticas, civiles y, por supuesto, de la propia realeza, con Carlos V y Felipe II».Un puñado de ejemplos, tanto religiosos como civiles, avalan estas palabras.La escalera dorada de la Catedral, la que sube al coro de San Esteban y la del altar de la iglesia de Santa María del Campo son las tres mimadas en el apartado religioso. Especial es la atención prestada a la primera, de Diego de Siloe, que, ya defendió en su anterior libro, se inspiró en bocetos de Leonardo Da Vinci y de Bramante.Quizás más desapercibida haya pasado su importancia en la arquitectura civil, sobre todo en casas y palacios nobiliarios.Aquí los focos se encienden en la Casa de Miranda, «que es pionera en nuestro país al albergar una de caja cerrada, único ejemplo en el norte, en el que cada uno de los tramos está techado con un abovedamiento de cañón y al ascender por ella te sientes encorsetado por sus muros».Trae a estas páginas la vecina Casa de Íñigo Angulo, el Palacio de Castilfalé, el de los Avellaneda en Peñaranda de Duero o la del hospital del Rosario en Briviesca.El libro se acerca a unas y otras desde la óptica del arquitecto y también del historiador. Detrás de una escalera no está solo una solución para salvar distancias. Hay algo más. «Se construye con el afán de que el promotor del edificio se vea representado en la misma. Cuando asciende por ella lo hace motivado por una serie de connotaciones sociales».

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