El Correo de Burgos

SONORAMA RIBERA 17

‘Fiestón’ sin medias tintas

Un continuo trasiego de gente entre el Trigo y la Sal exprime la mañana del 15 de agosto en el centro de Aranda

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Burgos

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A.S.R. / ArandaCamisas hawaianas, pantaloncitos cortos, pistolas de agua, chanclas, sombreros de paja, gafapastas -no podían faltar-, cachis de tinto de verano, cerveza o calimocho, muchas ganas de jarana, pies bailongos, manos arriba, cabezas abajo... La fiesta del 15 de agosto lo fue un poco más en el centro de Aranda. Como si no hubiera mañana, los asistentes al Sonorama salieron de las tiendas de campaña, dejaron las habitaciones de hotel, desayunaron fuerte o lo que pudieron después de la apoteósica noche anterior, y se lanzaron a la calle.Un continuo trasiego de personas iba de la plaza del Trigo a la de la Sal. Se mezclaban en la terraza del Candilejas unos jóvenes andaluces que preguntaban por los torreznos con las señoras que se tomaban su vermú dominical con el ojo pintado. En medio de la calle, Marta y Mónica, dos madrileñas que vivían su primera vez en el festival ribereño, no se decidían. Tirar hacia la izquierda o hacia la derecha.Se dejaron guiar por el jaleo y acabaron dirigiendo sus pasos hacia la popular plaza del Trigo. Allí la empezaban a liar los chicos de Perro. Los murcianos, que no dejaron pasar la oportunidad de cantar las bondades de su tierra, se metieron al público en el bolsillo en un tris.En las primeras filas se sabían las canciones, de pe a pa, y en las últimas, que se vislumbraban a lo lejos, cuando la plaza deja de serlo para convertirse en calle Isilla, callaban la cháchara y se ponían de puntillas para ver a esos músicos que en más de una ocasión arrancaron el ya típico cántico ‘escenario principal’, ‘escenario principal’, ‘escenario principal’...La cara de satisfacción cuando dejaron el ‘secundario’ no daba lugar a dudas. Habían gustado y todavía quedaba mañana. Tenían que pasar por allí Correos y la sorpresa que Sonorama había anunciado minutos antes. El redoble no llegó a sonar cuando Niños Mutantes ya estaban en el escenario.Los sonorámicos reventaron un año más el Trigo y lo hicieron sin los calores de otros años. 24 grados marcaba el termómetro, pero después de dos horas de bailoteo, botes y cánticos, el agua de las mangueras no venía nada mal. El de las pistolas y otros pulverizadores se había quedado escaso.No hacía falta en la plaza de la Sal. El Red Bull Tour Bus se disputaba las fotos con la iglesia de Santa María, más protagonista este año que otros. Aunque en taquilla no estaban autorizados a dar datos, sí conminaban a observar la de gente que se dirigía a la exposición Eucharistia. Sí Las Edades del Hombre y el Sonorama conviven en feliz armonía e incluso llegan a hincarse el diente el uno al otro.El que también tiene más tirón es el llamado Sonorama Baby, que ayer montó un circo en la Plaza Mayor. Literal. Monociclos, malabares, bolas y cuerdas de equilibrio... Kike y Fidel capitanearon estos talleres que tuvieron entretenidos a papás y niños toda la mañana.Nicolás miraba el sarao en un banco sentado en las rodillas de su padre, Salva, que la había gozado la noche anterior con Raphael, y se lamentaba de que mañana el Sonorama habrá pasado y Aranda se quedará en silencio otra vez, más cuando terminen Las Edades del Hombre. No pensaban en eso las miles de personas que reventaron la plaza del Trigo, ni las que tomaban el vermú con un bebé en brazos por primera vez ni el director del Sonorama, Javier Ajenjo, que, pegado al móvil, iba de uno a otro lado feliz, muy feliz.

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