El Correo de Burgos

BURGOS / Puertas ‘exabiertas’ del centro de creación escénica

La bola de cristal sonríe a La Parrala

Los niños la gozan con los bártulos circenses y la construcción de títeres de papel

El taller de circo sedujo a los pequeños.-Raúl Ochoa

El taller de circo sedujo a los pequeños.-Raúl Ochoa

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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Miguel consigue avanzar casi un metro con los zancos grandes, Leyre hace el pino en las espalderas y el mundo se vuelca, Vega es correcaminos sobre una bola gigante, Luna y África buscan qué figura las convertirá en contorsionistas, Daniel prueba los platos chinos, Jimena se afana por terminar su títere de papel de periódico, Celia se aburre de él y el de Óscar cobra vida de manera increíble.

Miguel, Leyre, Vega, Luna, África, Jimena, Celia y Óscar apenas superan el metro de altura y ayer interpretaron el papel protagonista en las jornadas de puertas exabiertas de La Parrala. El centro de creación escénica se mira en ellos y sonríe. Hay futuro. Las artes escénicas mantienen su tirón y junto a los pequeños que ayer entregaron su mañana al circo y al mundo de las marionetas estaban padres y tíos, que se colocaron a su altura y gozaron el sábado hasta el infinito y más allá.

No es que levantaran la mano raudas y veloces para afirmar que de mayores serían mujeres de circo. Tampoco es eso. Años tienen por delante para encaminar sus pasos. Pero tanto Luna como África presumen de que se les da bien andar en la bola gigante, que es lo que más les gusta. A Vega también que, ayudada por Carlos de la Torre (Viandante Clown), baila sobre ella ante la atenta mirada de su madre, que con ella no se lanza, pero sí con los zancos.

Paloma Fernández Yllana, otra de las teatreras anfitrionas, creía que casi se lo pasaban mejor los mayores que los pequeños. Pero quizás se equivocaba. El ruido cantarín de los infantes, su ansiedad inocente por probar los platillos, el patinete o los zancos, sus llamadas de atención para que sus proezas fueran admiradas y sus sonrisas de oreja a oreja lo ponían en duda.

Mientras la carpa imaginaria se levantaba en el gimnasio, en el patio se construía un mundo mágico. Errabundo Pelele, el titiritero errante, uno de los nuevos moradores de La Parrala, consiguió que en poco más de una hora los niños convirtieran unas tristes hojas de periódico en una marioneta. Papel y cinta aislante. Nada más. Paso a paso, el personaje fue una realidad que caminaba, que volteaba, que bailaba... Listo para vivir mil y una historias.

Todo es posible en La Parrala. Tati Sastre, la presidenta, observaba el discurrir de la mañana feliz y segura de que al centro de creación escénica le quedan muchas cosas grandes por vivir. La más inmediata, el cabaret improvisado (21.30 horas, entrada libre) con el que estas jornadas bajan hoy el telón.

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