El Correo de Burgos

BURGOS / Exposición

El juego de las sillas encandila al arte

Carlos Armiño dispone treinta piezas únicas talladas en distintas maderas e invita a sentarse frente a la obra de sendos artistas en una exposición que ocupará la Sala Círculo Central hasta el 20 de noviembre

Carlos Armiño junto a la pintura de María José Castaño.-Israel L. Murillo

Carlos Armiño junto a la pintura de María José Castaño.-Israel L. Murillo

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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Complicada, sinuosa y enrevesada para mirar por la ventana el Invierno de Luis Mena y suspirar con la Luna de María José Castaño. Altiva, esbelta y de ciprés para enfrentarse a la Sin justicia de Ignacio del Río. Majestuosa, grácil y estilizada para perderse por el sensual Desnudo de Francisco Ortega. Alegre, policromada y de fresno frente a las chicas de Roberto Orallo. Recia, regia y solemne para dialogar con Vela Zanetti y Marceliano Santa María. Abstracta frente a Gerardo Ibáñez. Mirona, de olmo y álamo, para rodar con Fernando Arahuetes y con Nico Alonso. Florida para la más bella del bodegón de Gloria Torner. Cómplice y cómoda con la Medina soñada de Ana Condado...

Carlos Armiño (Valle de Valdivielso, 1954) despliega su colección de sillas e invita a sus amigos a sumarse a su juego en la Sala Círculo Central de Cajacírculo hasta el 20 de noviembre (de martes a viernes de 18 a 21 horas y sábados y domingos de 12 a 14 y de 18 a 21 horas).

La exposición nació paso a paso. El artista tenía las sillas en el estudio. Novedad ninguna. Es una de sus líneas de acción desde hace muchos años, es de los pocos creadores que brinda un lugar donde aliviar las posaderas a los espectadores y se cuelan en sus muestras cualquiera que sea su naturaleza.

Había planeado darles mayor protagonismo en su próximo proyecto e ideó 30 sillas 30 cuadros. Pero una tarde, de camino a casa de su madre, una idea fugaz se cruzó con él y se quitó los egocentrismos de encima. Pensó que sería aburrido jugar a las sillas solo, que ya se tenía muy visto, y, en cambio, se le iluminó la cara al pensar en lo divertido que podría ser invitar a sus amigos, a sus colegas artistas.

El resultado le gusta. La disposición responde a criterios intuitivos y estéticos.

También irrumpe un punto de nostalgia. Carlos Armiño ha brujuleado por su estudio y ha quitado el polvo y rematado sillas que había empezado a tallar hace quince años. Ellas esperaban volver a ser acariciadas por las manos del artista, que las mima sin mirar a los lados, dando a cada madera lo que necesita. Cedro, ciprés, nogal, olmo, álamo, eucalipto, secuoya...

30 sillas 30 cuadros tiene igualmente algo de inventario. «Me ha valido para saber lo que tengo en el taller, tanto en el santanderino como en el burgalés, y me da la sensación de que las mejores se han quedado ahí, es algo normal, siempre crees que la mejor pieza está por llegar», anota Armiño, que ha perdido la cuenta del tiempo que lleva tallándolas.

Echa la vista atrás y apunta que las hace desde que de joven rompió con la pintura. «Cuando dije que no quería saber nada del arte deseé hacer cosas bonitas, que sirvieran, que me deleitaran, que pudiera tener en casa», recuerda y se remonta a la historia de este mueble, a la importancia que alcanzó en las monarquías europeas como símbolo de distinción, para explicar su fascinación por él.

No es la primera vez que las sillas de Carlos Armiño se ponen al servicio de la creación de otros artistas. Ya lo hizo con las obras de Pedro Martínez de Quesada, que también participa en la actual. Ahora las parejas de este baile se han multiplicado y nadie se ha quedado fuera de la pista. Todos los estilos y épocas tienen su canción. Desde Marceliano Santa María a Isacio de la Fuente. Desde Pepe Carazo a Antonio Meléndez...

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