El Correo de Burgos

BURGOS / Presentación de libro

«Somos un país de bandoleros»

El juez José Antonio Vázquez Taín presenta su segunda novela, ‘Al infierno se llega deprisa’, y desvela la realidad de su profesión

José Antonio Vázquez Taín estuvo flanqueado por Ricardo García Ureta (i.) y Juan José García Gil durante la charla en el MEH.-Israel L. Murillo

José Antonio Vázquez Taín estuvo flanqueado por Ricardo García Ureta (i.) y Juan José García Gil durante la charla en el MEH.-Israel L. Murillo

Publicado por
A.S.R.
Burgos

Creado:

Actualizado:

El juez José Antonio Vázquez Taín confiesa que si alguien le dice a los treinta y tantos que iba a escribir una novela no se lo hubiera creído, pero el destino es caprichoso y lo que en su mente antaño se tornaba imposible hace unos años se convirtió en realidad con su ópera prima, Santiago. La leyenda del Santo oculto, y ahora se ratifica con la segunda, Al infierno se llega deprisa, que presentó ayer en el salón de actos del Museo de la Evolución Humana (MEH), invitado por El Mundo-El Correo de Burgos y presentado por su director, Ricardo García Ureta, y el promotor del Museo del Libro y editor de Siloé. Arte y Bibliofilia, Juan José García, que regaló al invitado unas láminas del Libro de los Caballeros de la Cofradía de Santiago.

La novela, que cuenta la historia de una abogada que se enfrenta a un difícil caso con un doble crimen, la desaparición de una adolescente, corrupción, sexo y una justicia ambivalente, apareció como la excusa perfecta para desvelar los entresijos de una profesión, como es la de juez, que dista mucho de ser como se pinta en los medios de comunicación y sobre la que Vázquez Taín, que ha tenido entre manos los casos del tren de Angrois, Asunta Basterra o el robo del Códice Calixtino, no se mordió la lengua ni perdió el sentido del humor.

Comenzó la charla con un viaje al pasado, hasta el caso del robo del Códice Calixtino de la Catedral de Santiago, que desencadenó su afición por escribir. «Ese primer libro fue una necesidad. Necesitaba vaciar la cabeza, fue una investigación difícil, con presiones enormes, un trabajo arduo», recordó y añadió que también fue el resultado de ver cómo medios de todo el mundo se hacían eco de este asunto, del electricista que había escondido esa joya en una bolsa de basura, obviando la riqueza histórica y artística de su tierra. «Tendemos a enaltecer la estupidez y a tener pasión por la ignorancia».

Otras motivaciones ha tenido, desveló, esta segunda aventura en la literatura. Quería dejar claro a un amigo suyo, actor, que la labor de un juez no es solo quedarse quieto como se ve en las películas. «A la Justicia se la critica porque se la desconoce. Somos lentos y atrasados porque tenemos una carga de trabajo que es una barbaridad».

Las motivaciones de Al infierno se llega deprisa no se quedan en contar qué hace un juez. Había más.

«Es un homenaje a las Fuerzas de Seguridad del Estado. Los ciudadanos deberían conocer las responsabilidades que asumen los policías en cada caso, por el que sacrifican su día a día, su vida personal, y eso nunca se cuenta», expuso y anotó que su desafío fue escribir una novela que mantuviera la tensión de la trama sin una violencia excesiva ni tórridas y burdas escenas de sexo.

«Cuando se dice que la realidad supera la ficción es verdad. La realidad es más interesante que la ficción. No hay que inventarse juegos apocalípticos», trazó y sumó entre sus pretensiones la de dejar claro que el delincuente no es un enfermo. «Puede ser cualquier persona que tenemos alrededor, al infierno se llega deprisa, se puede entrar en el mundo de la delincuencia como en el de la soledad, las drogas, el capitalismo...», sostuvo y observó que los jueces ven cada día que esta realidad es así, aunque trascienda poco: «Odio al delito y compadezco al delincuente porque cuando rascas es un ser humano, con sus virtudes y sus debilidades, y necesitaba plasmar esa realidad que conozco».

Amén dijo Vázquez Taín y escribió esta novela, que se nutre «de las vivencias que sientes cuando ves el alma desnuda de la gente, tanto víctimas como agresores». «Este libro ha matado muchos fantasmas. Condenado a ver errores humanos todos los días, he aprendido a no juzgarlos sino a comprenderlos para que esa gente encuentre una salida».

Comprende el juez pero no compadece y si tiene que sacar el látigo lo blande sin miramientos y ayer en la charla lo hizo para insistir en que su experiencia le ha enseñado a no quedarse en las apariencias. «Tan delincuente es el narcotraficante que pillas en la lancha con la droga como el abogado que le asesora o el banquero que mueve su dinero. Soy de los que opinan que las corbatas deberían desfilar en primer lugar. No tengo ningún reparo», sentenció y lamentó que no se valore la profesionalidad, el servicio bien hecho, y solo se aplauda el éxito social y a quien vive del cuento. «Es triste y con eso sí soy crítico. Somos un país de bandoleros. Lo llevamos en la sangre».

Llegó el turno de preguntas y el juez se quitó el traje de escritor para vestirse con la toga. El público aprovechó su cercanía para lanzarle cuestiones sobre la corrupción («la justicia lo ha empeorado, nos pasamos años con grandes procesos pero no condenamos»), la violencia de género («hay que prevenir y tratar cada caso de forma individualizada, estamos acostumbrados a que cuando hay un problema lo convertimos en delito y eso solo soluciona una parte») o la piratería («mal vamos si pretendemos resolverlo judicialmente»). Vázquez Taín no solo había venido a hablar de su libro.

tracking