El Correo de Burgos

BURGOS / Encuentro con el cineasta

Cuerda para un guion

José Luis Cuerda se mete en el bolsillo al público con chascarrillos, anécdotas y otras curiosidades asomadas al hilo de su libro de aforismos ‘Si amaestras a una cabra, llevas mucho adelantado’

José Luis Cuerda compartió chascarrillos, anécdotas, risas y secretos presentado por David Castro y ante una sala repleta.-Israel L. Murillo

José Luis Cuerda compartió chascarrillos, anécdotas, risas y secretos presentado por David Castro y ante una sala repleta.-Israel L. Murillo

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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La acción comienza en una pequeña sala atestada. Un océano de cuerpos bien pegaditos como si, de verdad, estuvieran en Burgos y buscaran el roce para calentar las manos. La gente no para de llegar. Pero ya no hay sitio. Unos se quedan de pie. Otros se sientan en los escalones, enmoquetados, que suben a la segunda planta. La cámara hace un plano general. Señoras con una media sonrisa que llevan escrito Amanece que no es poco en la frente; barbudos con gafapasta que nunca confesarán ser fan de Alfredo Landa; nostálgicos con un libro gordo debajo del brazo que lloraron con La lengua de las mariposas y repitieron con Los girasoles ciegos... Risas, cuchicheos, carraspeos... Silencio.

Todos los focos se centran en la escalera. Los que han asentado allí sus posaderas se levantan como un resorte. Aparece Juan José García, dueño y señor del Museo del Libro, con una sonrisa de oreja a oreja. Le sigue José Luis Cuerda. La cámara se centra en su cara jocosa. Detrás, David Castro, joven cineasta burgalés, que presentará al maestro.

Al minuto, el director de cine, que ha venido a presentar su libro de aforismos, Si amaestras a una cabra, llevas mucho adelantado, provoca las primeras risas, con una alusión a sus kilos. «Tengo más capacidad, en el sentido literal de la palabra». Suena el clip de la claqueta.

La de ayer en el Museo del Libro fue una comedia con un punto surrealista motivado por la mala acústica, que afiló muchas orejas, con José Luis Cuerda delante de la cámara y un público entregado.

Narró la historia del vasco que hacía la mili en un barco de la Marina y le pidió a un paisano que ocupaba el puesto de telegrafista que le escribiera a su novia. ¿Qué? Dulce, amor de mi vida, mándame más latas de atún. «Es una síntesis perfecta del amor», anotó.

Se enredó en un laberíntico juego de palabras con los corruptos y los corruptores.

Resumió en cuatro pinceladas leídas su biografía, una vida que lo llevó hasta Madrid cuando su padre ganó un piso jugando al póquer. «El juego es la forma más decente y moral de ganar dinero. Tú le ganas a otro lo que te ha querido ganar a ti», anotó y confesó su admiración por los pícaros, que sacan dinero a los sinvergüenzas, que «son los que realmente se enriquecen con el dinero de otros».

Adelantó que pronto sacará un nuevo volumen de aforismos y desveló su título, Me noto muy cambiado, una frase que piensa atribuir a Churchill. ¿Por qué no?

Reveló el hallazgo de un guion, Tiempo después, que sitúa la acción en el año 9.748, con un mundo dividido en dos: el edificio España donde viven policías, guardias civiles, monjas, curas... y un poblado con todos los parados del mundo. Se busca productor.

Habló de su feliz idilio con Twitter. «Que me fuerce a escribir en 140 caracteres es una maravilla. Me obliga a ser expresivo, a sintetizar y a decir el máximo de profundidad, que a veces se confunde con superficie».

Esas continuas coletillas, esos chispazos y esas grandes verdades soltadas a bote pronto consiguen más risas sin que termine de llegar el fundido a negro. Dejó en feo aquello de lo bueno si es breve...

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