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«La gran literatura es más difícil de adaptar»

El guionista Alejandro Hernández, premiado con un Goya, da las claves para llevar una novela a la gran pantalla y descubre los entresijos de este oficio en un taller en el Museo de la Evolución

Alejandro Hernández se dirige a la decena de alumnos que se interesó por conocer los secretos en la realización de un buen guion.-Raúl Ochoa

Alejandro Hernández se dirige a la decena de alumnos que se interesó por conocer los secretos en la realización de un buen guion.-Raúl Ochoa

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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Su nombre, por común, dirá poco hasta a los más cinéfilos, pero Alejandro Hernández es uno de los guionistas más reclamados y el año pasado ganó el Goya al Mejor Guion Adaptado por Todas las mujeres y estuvo nominado en la misma categoría por Caníbal, una de las películas más aplaudidas. Estas dos pinceladas ya dicen mucho de este cubano con una larga experiencia en cine que, además, es escritor -ha publicado tres novelas, La milla, Algún demonio y Oro ciego- y profesor de la Universidad Carlos III. Con este bagaje llegó ayer al Museo de la Evolución Humana, que, en su deseo de extender su oferta cultural, lo invitó para dar un taller. Minutos antes hablaba de su trabajo.

¿Qué debe tener una novela para ser adaptable a la gran pantalla? ¿Todos los libros lo son?

«Los libros que son muy adaptables son los best seller, la gran literatura es mucho más difícil porque la parte esencial que hace una obra buena es la escritura y eso es complicado de transmitir en una película, mientras que los superventas parten de situaciones dramáticas muy buenas, pero están peor escritos, por lo que te quedas con ellas y la transición hacia el cine es menos dolorosa. De ahí que, aunque haya alguna, son muy pocas las adaptaciones afortunadas de grandes novelas», responde y pone como ejemplo todos los intentos que se han hecho con la obra de Gabriel García Márquez, con quien tuvo oportunidad de charlar sobre ello cuando fue profesor suyo en la Escuela de Cine de Cuba. También salva de la quema El gatopardo, de Visconti, y recientemente La carretera, basada en la novela de Cormac McCarthy, mientras que tira a la hoguera En la carretera, sobre la de Jack Kerouac.

«Cuanto más grande y más importante es la novela más miedo la tienes. Y hay que perderlas el respeto, en el buen sentido de la palabra, porque si no tiendes a idealizarla y no funciona», apunta Hernández sin olvidar que él también es novelista y que, precisamente, acaba de hacer la adaptación de su segundo libro, Algún demonio, para una película que se rodará en su tierra natal y a la que él nunca imaginó en 35 milímetros.

Algunas veces, la película ha hecho grande al libro. Pide paso aquí El Padrino, un clásico en la historia del cine que no puede decir lo mismo de su papel en la de la literatura.

«La novela es mediocre y cuando miras a la una y a la otra te das cuenta de lo bien que hizo Coppola al quitar cosas que no iban a ningún sitio, pero sí es verdad que sí El Padrino está ahí es porque existió un libro, que habría sido difícil de adaptar si lo hubiera escrito Hemingway», observa Hernández. Pero, para fortuna de los amantes del cine, lo hizo Mario Puzo.

¿Tienen los guionistas pesadillas con los escritores? ¿Existe miedo de lo que pueda decir?

«Miedo no, pero sí te preocupa su opinión, aunque con los años lo vas poniendo en su sitio», señala y recuerda que él ha vivido de todo. Desde el escritor que ha aplaudido su adaptación hasta el que paró el proyecto cabreado y el que educadamente le trasladó lo poco que le había gustado. «Siempre prefieres que les guste, pero si no es así, qué le vas a hacer».

Ahora está inmerso en el proyecto de adaptación de una novela para una miniserie en televisión de la que no puede avanzar nada, aunque sí informa de que pronto se estrenará en Tele 5 otro trabajo suyo, Los nuestros, con Hugo Silva y Blanca Suárez.

Y es que admite que el Goya ganado el año pasado sí le ha abierto las puertas de este medio, del que siempre se había mantenido alejado. «En cine no porque siempre ha sido mi hábitat natural, me conoce todo el mundo, pero en televisión he pasado de prácticamente no hacer nada a que me ofrezcan mucho, que tiene su cosa buena y mala. En cine, los proyectos tienen su tiempo, pero en la televisión la rapidez del proceso muchas veces es una putada», ilustra este cineasta todoterreno que ayer daba un taller por primera vez en un museo.Estudiantes, curiosos y cineastas locales

Estudiantes de Comunicación Audiovisual, personajes míticos en el mundo del cine burgalés y curiosos se encontraban entre las diez personas que acudieron al taller impartido por el cubano Alejandro Hernández.

Marta Sampedro confesaba su virginidad en los temas de la gran pantalla, pero también su deseo de perderla. Veía en este taller una gran oportunidad. A su favor jugaba la experiencia que sí tiene en el de la escritura. «Siempre es bueno aprender algo más», decía minutos antes del inicio. Pura llegaba igualmente Carmen Heras, a quien siempre le ha atraído la interpretación -está en el Grupo de Teatro Tierra de Lara- y más desde que participó en el anuncio de Campofrío. En el lado contrario se encuentra José María de la Fuente, conocido director de cortos en la ciudad, que quería sumar experiencias y conocer a nueva gente. «Todo que aporte algo es interesante», anotaba al tiempo que amenazaba una vez más con iniciar el rodaje de su primer largometraje en verano.

María González, Paola Arbildúa, Vanesa Arranz y Adrián Mallén son alumnos de distintos cursos de Comunicación Audiovisual en la Universidad de Burgos. Les gusta este mundo y cogieron al vuelo la ocasión, sobre todo tras ver de cerca las dificultades de adaptar un relato a la pantalla. Ellos lo intentaron con Poe. Esperaban dar un paso adelante tras esta clase.

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