El Correo de Burgos

BURGOS / Artes escénicas

Científico, titiritero y soñador

Los recortes apartaron a Roberto Alonso del mundo de la investigación y le abrieron el del teatro. Creó su propio proyecto, Compañía de Títeres Errantes, con sede en La Parrala, con el que esta semana viaja a FETÉN y prepara nuevo montaje

Roberto Alonso, amo y señor de la Compañía de Títeres Errantes, junto a Georges Méliès, protagonista de su nueva propuesta.-Santi Otero

Roberto Alonso, amo y señor de la Compañía de Títeres Errantes, junto a Georges Méliès, protagonista de su nueva propuesta.-Santi Otero

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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Cambió el laboratorio por el escenario, la probeta por una nariz roja y el microscopio por una vieja maleta repleta de cachivaches. La historia de Roberto Alonso es la del joven investigador que cuelga la bata blanca obligado por los recortes presupuestarios y la dictadura de la mediocridad y que lejos de arrugarse se reinventa haciendo de su afición su oficio. Hace seis años que este científico se convirtió en titiritero y su sonrisa le delata. No se equivocó. Es feliz. Ha descubierto un mundo nuevo en el que, de momento, todo son pasos hacia adelante con un proyecto propio, Compañía de Títeres Errantes, y el Centro de Creación Escénica La Parrala como centro de operaciones desde hace dos años.

Allí duerme Errabundo Pelele, su primera marioneta, el primer personaje con el que salió a la calle, y con el que esta semana viaja a Gijón para participar en la Feria Europea de Artes Escénicas para Niños y Niñas (FETÉN), que se celebra del 22 al 25 de febrero. Una espita más en una carrera corta, pero que ya le ha llevado por medio mundo.

«Es la cita que mayor número de programadores, distribuidores y ayuntamientos de Europa atrae, te ve mucha gente, sale mucho trabajo de allí. Es una oportunidad más», valora este burgalés del 77.

Su propia historia podría saltar a escena. Sus pinitos en las tablas se remontan a su adolescencia en las calles de Gamonal con el grupo Zaskatimba y de ellas se alejó cuando se trasladó a Bilbao a estudiar Biología y Bioquímica y después a Valladolid para realizar el doctorado. Su relación con la escena se quedó en el patio de butacas como, eso sí, muy fiel espectador. Hasta que se trasladó a trabajar en un laboratorio a Barcelona. Al lado de su casa había un taller de construcción de títeres y no se lo pensó.

El gusanillo que había permanecido agazapado saltó y su encuentro con la Casa Taller de Marionetas de Pepe Otal de la ciudad condal acabó de convencerlo. Durante cinco años compaginó la investigación con la actividad de este espacio, donde se construyen muñecos, se crean historias, se representan...

No resulta raro que cuando se vio en la cola del paro, pensara en la nariz roja. ¿Por qué no? ¿Por qué no cambiar el rumbo y escoger el camino del arte, en un plano secundario hasta ahora?

«Me gustaba mucho mi trabajo, pero me cortaron las alas y que me echaran me vino bien. Tenía que lanzarme, intentarlo, y en ello estoy desde el año 2009», explica este titiritero, doblemente valiente por entregarse al mundo de la cultura en plena crisis, sin la demanda, ni las ayudas ni los cachés de antaño.

Sacó la gorrilla por las calles de Barcelona, se trasladó a Granada a realizar un curso y allí creó su primera compañía, Titiriqué?, con tres italianos. Un año y varios festivales después, cada uno se fue por su lado y Alonso regresó a Barcelona. Inició un nuevo proyecto con gente de Pepe Otal que lo llevó hasta América.

Transformaron un viejo autobús escolar en un taller de títeres y con él recorrieron el sur de Norteamérica, México, Centroamérica y Costa Rica. Aquí decidió abandonar el grupo y seguir por su cuenta. Quería probarse, conocer gente, compartir experiencias y no estaba solo. Ya contaba con Errabundo Pelele. Lo que iba a ser un mes, dos a lo sumo, se alargó hasta los seis.

Hace dos navidades, volvió a su ciudad. Punto de inflexión y dilema. ¿Se instalaba en casa? ¿Regresaba a Barcelona? Tomó la decisión de pasar una temporada larga en su ciudad cuando aceptaron su solicitud para entrar en La Parrala.

Con él sigue Errabundo Pelele, una marioneta de goma espuma, descarada, vacilona, buscador de gente, mirón, cantante romántico y torpe que gusta de liar a enamorados y a señoras con guasa. Pero también ha creado uno nuevo, Errático Swing, un escritor, poeta y viajero, ambientado en los años veinte, que camina con su gramófono y su máquina de escribir realizando acciones poéticas por la calle, a quien le gusta regalar una flor a una bella dama, presentar a un abuelo y a un adolescente para que se lean un poema...

Pronto se sumarán nuevos personajes. Alonso vive entregado a la creación de su nuevo espectáculo, con un total cambio de registro, pero siempre dentro del mundo de las marionetas. Le Petite Studio Cinèma se estrenará en mayo.

Paso a paso, los sueños del titiritero se cumplen y eclipsan a los del científico. «Esto me da mucha más vida. Ver la sonrisa y la complicidad de la gente es más importante que estar en un laboratorio metido. Aquí un científico es un bicho raro, mientras que con el titiritero hay más empatía, aunque todavía hay quien me pregunta cómo me dedico a esto con la carrera que estudié», expone divertido al pensar qué pensarían si supieran que aquel despido resultó un auténtico regalo.

La magia de Méliès, en su nuevo espectáculoLa Compañía de Títeres Errantes ya prepara un nuevo espectáculo lejos del formato de Errabundo y Errático, pero con los títeres y el teatro gestual por bandera, que se estrenará en mayo. Le Petite Studio Cinèma, en coproducción con Producciones Cachivache, se realizará dentro de una carpa para veinte personas, donde se simulará un mágico estudio de cine de primeros de siglo. Allí Georges Méliès y su hija Georgette recibirán al público y lo invitarán a sumergirse en un maravilloso mundo de cachivaches, artilugios y trucos increíbles sin olvidar las viejas películas del francés. Es la única manera de sobrevivir que encuentra la familia tras verse arruinada. «Se trata de recrear todos los ingenios que había en los inicios del cine para recordar cómo eran entonces los efectos especiales», avanza Roberto Alonso, que en esta ocasión ha construido dos marionetas a tamaño natural de las denominadas marote, en las que las piernas son del manipulador y el cuerpo, la cabeza y las manos, falsas.

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