El Correo de Burgos

BURGOS

Nieve y arcoíris al óleo

Verónica Alcácer regresa al Arco de Santa María, hasta el 10 de mayo, con una renovada mirada a su ciudad envuelta en un manto blanco y un ejercicio de color en una miscelánea temática

Uno de los cuadros del piso superior del Arco de Santa María.-Raúl Ochoa

Uno de los cuadros del piso superior del Arco de Santa María.-Raúl Ochoa

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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Verónica Alcácer vuela para dejarse fotografiar, pero nunca antes ha tenido los pies tan cerca del suelo como en Año de nieves, la exposición con la que vuelve al Arco de Santa María, hasta el 10 de mayo, después de seis años. Asegura que ha vuelto a la tradición para impulsarse hacia adelante, se recrea en la figuración para llegar más allá en una evolución que duda si no será la madurez.

La propia arquitectura de la emblemática sala articula la muestra. La artista burgalesa se regodea en la nieve en el piso inferior, mientras en el superior comparte una miscelánea de temáticas ajustadas a un ejercicio del color que recorre los tonos del arcoíris utilizando únicamente el magenta, el amarillo y el cian.

La primavera se torna invierno en Año de nieves. La pintora, que ha vivido en África, se propone redescubrir el punto exótico de las calles en las que jugó de niña y en las que ha decidido que crezca su hijo, retener la belleza de la Catedral que acompaña sus pasos, rescatar el templete del Espolón de los copiosos copos, hacer desaparecer la frialdad del líquido elemento y convertirla en cautivadora... Y lo hace, apunta, recurriendo a la memoria, a esos instantes de felicidad vividos durante la infancia que convierten esa nieve en eterna.

«He recuperado mis raíces. He vuelto a vivir Burgos y a verlo con ojos renovados. A principios de año me propuse vivir con pasión igual que lo he hecho en mis otras vidas, empezar a mirar a la gente que me rodea con la misma curiosidad que haces cuando descubres otras culturas, observar estos paisajes... Me dije ‘Vero tienes que ser feliz en el sitio en el que estás’», explica la creadora que en cada cuadro se ha marcado un reto.

Coge el guante de la tradición e insiste en el uso del carboncillo, se entrega al óleo o a las perspectivas clásicas, pero tampoco rehúsa el desafío del siglo XXI y se atreve con fondos imposibles, acabados espontáneos o visiones de esa nieve que acarician la abstracción.

El blanco da paso al arcoíris tras subir las escaleras. La autora dispone las pinturas de modo que una mirada corrida devuelva un rojo anaranjado amarillo verde azul añil y violeta. Pero cuando ese ojo se detiene en cada obra se acerca a un abanico de motivos, que va desde una alegoría al relevo monárquico en el trono español a una galería de retratos más o menos familiares pasando por una travesía en el mar de un conjunto de veleros, una multitudinaria merendola bajo la sombra de un árbol, un bosque mágico en el que los niños ven un tesoro escondido, una abstracción inspirada por el accidente aéreo en los Alpes franceses -«el artista ha de ser permeable a lo que acontece»-, una serie de aves autóctonas...

Un viaje por el universo de Verónica Alcácer en el que aún se atisba a la Niña Vero, su mirada dulce, serena, a pie de calle o en la orilla del mar, una melodía sin lugar a las estridencias, que, dice, es la suma de las experiencias vividas en el último año, de su irrupción y entrega al mundo de las artes escénicas, de su condición de nueva emprendedora -ha abierto una tienda en la plaza Virgen del Manzano con Gloria Diez-, de su necesidad de reconciliarse y acercarse con nuevos ojos a la ciudad que ha elegido para ver nevar.

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