El Correo de Burgos

CARLOS GOÑI / VOZ Y ALMA DE REVÓLVER

"El poder y yo nunca nos hemos llevado bien"

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Publicado por
L. B.
Burgos

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Detesta el poder como concepto. Y la realidad le carga de razones. Empujado por los disgustos que cada mañana sirven las noticas para desayunar y tras una convulsa etapa personal, Carlos Goñi paría el nuevo disco de Revólver como máxima expresión del giro propio dado y del ajeno deseado. Y es que, alumbrado junto a Manuel Bagües (bajo) y Julián Nemesio (batería), Babilonia se presenta como un punto y aparte en su carrera, en su vida. Algo de eso, explica vía telefónica, tiene cada uno de los álbumes que jalonan su larga carrera, pero este mucho más. En fondo y forma.Afirma que para nada piensa en el público cuando compone. Confiesa, no obstante, que sí se entrega a él sobre el escenario. «Es una cuestión de respeto y de responsabilidad», añade y reconoce que tres décadas después de su primera vez sigue poniéndose nervioso antes de cada concierto. En Burgos tendrá que lidiar con esa tensión bendita el viernes, cuando compartirá Babilonia con sus devotos a partir de las 22 horas. Las entradas cuestan 23 euros si se adquieren por anticipado y 28 euros en taquilla.Pregunta.- Babilonia marca la diferencia desde su gestación, ¿por qué ese giro?Respuesta.- Refleja lo que he vivido en este tiempo y lo que veo a mi alrededor. Además he encontrado una fórmula diferente para contarlo. Nunca había compuesto para trío. Cuando me ponía a escribir siempre dejaba espacio para futuros arreglos y en este caso no ha sido así, se trataba de buscar la manera de clavar una sola guitarra y que la canción se sostuviese. Ha sido un reto precioso.P.- ¿Hay nuevos retos por lo tanto después de tres décadas de carrera?R.- En la música, como en mi vida, cuando algo deja de ser un reto me aburre. Quizá por eso me fascina tocar solo. Siempre he creído que en muchas cosas voy a contracorriente y en lugar de acomodarme en un sonido para mantener contenta a la audiencia hago lo contrario. Necesito pasarlo bien. Tocar solo es en este sentido inagotable. Y un trío es lo más parecido.P.- La protesta domina en Babilonia. ¿Se lo planteó así o ha surgido?R.- Eché cuentas después de terminar el disco y me di cuenta de que había cinco canciones en esta línea y otras cinco de lo que llamo denuncia emocional, un término que he acuñado hace un par de semanas (ríe). El poder y yo nunca nos hemos llevado bien. Me da igual la ideología que lo ostente porque todas, salvo las excluyentes, pueden ser buenas o malas según como se apliquen. Ese problema que tengo con el poder siempre aparece de una u otra forma en mis discos porque es una manera de ver las cosas. En Babilonia, sin embargo, he sentido la necesidad de expresarlo así, tan directo, lo tenía claro. En el próximo no habrá ninguna referencia... Se trata de higiene mental.P.- Hay un tema en concreto, La moral mora en la moneda, que no deja títere con cabeza. ¿Se ha quedado a gusto?R.- Tanto, que cuando me di cuenta de que el sábado tocaba en Tenerife pensé que seguramente no soy la mejor propuesta artística para un día de reflexión (ríe). El álbum expresa mi convencimiento personal sobre los políticos. No creo que sean todos unos corruptos, ese es un pensamiento fácil en el que no quiero caer. El problema es otro y seguirá existiendo mientras haya un solo español que cada vez que vea al Dioni en la tele cobrando por contar como robó millones le aplauda por lo listo que es.P.- ¿De ahí que cante que el problema somos todos?R.- No hay más que oír algunas conversaciones en los bares.P.- ¿Considera entonces que la corrupción está en nuestro ADN?R.- Sí. Y cuando lo he dicho en alguna entrevista me han preguntado por lo que he leído últimamente para pensar esto. Y entre los títulos que están detrás de esta conclusión suelo destacar El criticón, de Baltasar Gracián, una novela que te descubre que lo que ocurre hoy pasaba ya hace siglos. Te llevas un disgusto porque no aprendemos.P.- No obstante, esos otros temas de «denuncia emocional» son una llamada al optimismo, invitan a buscar el sol entre las nubes...R.- Sí, por supuesto. Yo cuento la vida como la veo, para nada digo como debe ser, ni me subo a ningún púlpito a predicar. Y creo que todo está en nuestra mano y por muy mal que estén las cosas siempre hay posibilidad de seguir, de avanzar.P.- ¿Qué se pierde y qué se gana en más de tres décadas de carrera?R.- Recientemente, en apenas dos años, he dado un giro de 180 grados a mi vida en todos los ámbitos. Detecté que me estaba acomodando y en pocas horas desmonté todo y generé un tsunami descomunal del que mi entorno no se ha recuperado aún. Siempre me ha gustado cambiar y en esta ocasión ha sido una transformación general. Por el camino, hasta llegar donde estoy, he perdido cosas, claro. No he visto crecer a mis hijos. En lo profesional lo que mantengo es la ilusión y los nervios previos a tocar. Es maravilloso porque significa que me sigue importando y que el público me merece un respeto. Aunque no componga pensando en él.P.- ¿Cómo se marca esa distancia?R.- Es egoísmo emocional. Los discos me tienen que dejar dormir tranquilo, debo estar satisfecho ante todo. Su éxito ya no depende de mí, son otros los que deciden. La cosa cambia en los conciertos, ahí me convierto en anfitrión y es mi deber hacer que la gente disfrute. Y si para lograrlo debo tocar mil veces El Dorado, lo haré.P.- Esta semana se celebrará en silencio el Día de la Música para reivindicar el sector y el oficio. ¿Cómo ve la iniciativa? ¿Qué pediría a los políticos?R.- Me parece una bobada lo de reivindicar así. Lo que hay que exigir, sencillamente, es que se cumplan las leyes independientemente del número de votos que cueste hacerlo, que es algo que el poder no entiende. Algo simple que no hicieron unos y no hacen los otros. Ya hay toda una generación que jamás ha pagado un duro por la música y que encima no entiende que deba hacerlo. Empieza por lo tanto a ser tarde para actuar. Luego hay estupideces como el incremento del IVA al 21%. Repito que no creo que todos los políticos sean malos o corruptos pero sí pienso que estamos ante los peores políticos de la democracia. Son muy malos. Si fuesen fontaneros nuestras casas estarían llenas de goteras y el agua nos llegaría al cuello.

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