El Correo de Burgos

BURGOS / Exposición

Igor Torres, fantasía y realidad

El pintor burgalés regresa al Arco de Santa María con una colección heterogénea en la que conviven su pincelada abstracta más reconocible con la figurativa, que se refleja en paisajes, marinas, vistas de la Catedral y hasta un guiño a la tauromaquia

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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El chisporroteo en fucsia de un árbol florido, la calidez tranquila de la imponente Catedral, la pincelada tradicional del campo castellano más realista con su huerto o su campo de girasoles, fantasías igorianas -¿el fondo del mar? ¿un sueño? ¿o la abstracción más cuqui?-, pasión y muerte en el albero, calma bañada de agua salada y arena de playa, locura en negro, el fantasma de la ópera más surrealista...

Igor Torres vuelve al Arco de Santa María, hasta el 31 de agosto, con una heterogénea colección que embarca al espectador en una montaña rusa de emociones, de estilos, de aventuras en la mar y expediciones tierra adentro, de ensoñaciones e ilusiones ópticas.

Paradójicamente, el Igor Torres más clásico irrumpe cristalino en los cuadros más abstractos, en esos requiebros geométricos inconfundibles, mientras que el más rompedor, el más sorprendente, aparece detrás de paisajes figurativos realizados en vivo y en directo, de campos castellanos, de los que te abordan al doblar cualquier esquina, con sus majuelos o su llanura de cereales, o de vistas de nobles edificaciones como el puente romano sobre el Ebro en Reinosa, una casa maragata o el molino de Echevarri (País Vasco) e incluso en las marinas, que tampoco son nuevas para quien sigue la pista de este ya no tan joven artista que observa esta muestra como una suerte de retrospectiva de los últimos quince años, aunque incluso hay cuadros de los últimos noventa.

«Es una muestra muy variada, refleja todos los campos en los que me muevo. Hay figuración, abstracción, impresionismo, expresionismo...», explica Torres, quien reconoce que se ha visto obligado a tirar de fondo de armario porque un accidente sufrido en febrero le dejó la mano inutilizada durante un tiempo.

Zancadillas del destino al margen, el artista también ha sabido gozar y lo ha hecho yendo de pueblo en pueblo cual titiritero con sus bártulos encima. Los concursos de pintura rápida le han llevado por Castilla, pero también más al norte, y el resultado son paisajes rabiosamente figurativos en su conjunto, descaradamente abstractos si se trocean cual piezas de un puzle.

Contrasta esta pintura más academicista con el punto excéntrico de Torres, que lo tiene y lo exhibe. El asesinato de una persona en una ciudad marroquí durante su estancia el pasado noviembre lo persiguió hasta el caballete. El creador se pone thrillico y de él nace una pintura performance que sobrecoge en el piso superior. Sangre seca, cuchillo inocente, viles ratas.

El único retrato, disciplina ampliamente tratada por Torres, que cuelga en esta ocasión es el de su amigo Ignacio del Río, fallecido hace una semana, al que dedica toda la exposición, que se convierte en el primer homenaje póstumo al pintor. Está en su estudio, junto al caballete donde reposa uno de sus últimos cuadros: cielo y nubes.

Echará de menos su presencia por esta muestra que, como escribe su colega Antonio Gázquez, «es una invitación a la imaginación infinita, un viaje a la oscura luz que nos descubre en su obra siempre intensa siempre llena de pasión, siempre Torres».20 cuadros, 20 canciones 

Fetén es la exposición de Igor Torres, pero este domingo será Fetén Fetén. Diego Galaz y Jorge Arribas acompañados de sus instrumentos insólitos animarán el Arco de Santa María (12.30 horas, entrada libre). 20 obras, 20 canciones para una mañana dominical en la que las serpentinas de colores harán los coros al violín trompeta, la silla playera bailará sobre la arena y el agua salada o el acordeón flirteará con la fiereza del toro. 

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