El Correo de Burgos

BURGOS / Patrimonio y artes escénicas

Burgos, Burgos, Burgos...

‘Burgati. Diccionario de antropología burgalesa’ arranca risas en forasteros y carcajadas en oriundos en un castizo repaso junto a una casquivana Gigantilla, un estrecho Gigantillo, una vanidosa Catedral, un pardillo Cid y un espabilado Papamoscas

Gigantilla, Catedral, Cid, Tetín y Papamoscas se convierten en personajes salidos de una historieta en la que domina el humor.-Israel L. Murillo

Gigantilla, Catedral, Cid, Tetín y Papamoscas se convierten en personajes salidos de una historieta en la que domina el humor.-Israel L. Murillo

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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Si el maestro Agustín Lara se hubiera colocado el chaleco de pana en vez del pichi para cantar al Burgos del Espolón, El Patillas y la jota, en vez de al Madrid de la Gran Vía, el Chicote y el chotis, habría encontrado castiza musa en Burgati. Diccionario de antropología burgalesa, el nuevo espectáculo, quinto en diez años, que Bambalúa Teatro ha estrenado este verano en el Castillo y del que aún quedan por delante once funciones (hoy, 13, 14, 15, 20, 21, 22, 28 y 29 de agosto y 4 y 5 de septiembre).

El viento norte que sopla en la fortaleza medieval por muy buena noche que se haya quedado en este verano sinchaquetismo mete al público en situación desde el minuto uno, desde que se presentan los cinco personajes que en cinco escenas, más prólogo y epílogo, arrancan risas en los forasteros y hasta carcajadas en los oriundos, que reconocen las situaciones y en ocasiones se ven identificados en ellas más de lo sanamente recomendable.

Picarona se insinúa la Gigantilla. Nunca antes se la vio tan casquivana y desmelenada, tampoco tan exuberante (ancha es Castilla...), como en la intimidad de su casa junto al Gigantillo, recio burgalés (... y estrechos los castellanos) que solo se despereza cuando se siente amenazado por el cura de Capiscol.

Y más hermosa que nunca, también más presumida, aparece la Catedral. El espejito, espejito se le queda pequeño a la reina de este paraíso mediterráneo, de este Burgos tropical. La más bella, la más benefactora y ¿la más venerada?

En suspenso se queda el interrogante, que las tripas rugen en el estómago de Tetín y Papamoscas y un tufillo los guía hasta esa gorda y jugosa señora, manjar irresistible, de Sotopalacios, Cardeña o Villarcayo, más o menos sabrosona, pretendida por todos, tópico entre los tópicos, que ocupa un lugar preferente en este diccionario y un pedestal en las despensas.

A una pareja de andaluces que se hacía arrumacos para espantar de su lado a ese actor impertérrito, moscón que no se da por vencido desde el inicio hasta el final del espectáculo, se le empezó a hacer la boca agua con la oda a la morcilla que sonó en estas piedras sagradas que son fortaleza.

Revelador resulta el encuentro con Rodrigo Díaz. Hasta los emoticones de ese adolescente que de reojo y con disimulo miraba el móvil podrían haber saltado asombrados. El toma y daca entre lo que dice la historia y lo relatado en el poema épico es desternillante por descarado. Una escena clarificadora para copiar y pegar en los libros de texto. Un sano vapuleo, siempre con el humor, desenfado, sarcasmo e ironía en el tintero.

Son estos los ingredientes esenciales de Burgati durante la hora larga que habita el Castillo. ¡Qué corra la bota de vino! ¡Y los pingüinos! ¡Qué viva Burgos! ¡Y Cádiz!

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