El Correo de Burgos

Una coctelera imparable

El Festival TriBU dibuja un ambiente envidiable día y noche en el paseo de la Sierra de Atapuerca con vermú torero animado por Yossarian y Cooper, batalla entre cocineros y artistas plásticos...

Numeroso público arropó a los dibujantes y a los cocineros hasta el final. En la imagen, Óscar Alonso, del Restaurante Carmen.-Raúl Ochoa

Numeroso público arropó a los dibujantes y a los cocineros hasta el final. En la imagen, Óscar Alonso, del Restaurante Carmen.-Raúl Ochoa

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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Un cuarteto de hipsters que un declarado experto en la materia cataloga de manual, jóvenes, aseaditos, con sus densas barbas y sus camisas de cuadros folk, se toman unas cañas mientras mueven sus cabezas al ritmo de Yossarian. El grupo ha empezado a tocar tarde. No importa. Vale la pena dice Manu con el dedo pulgar hacia arriba sin abandonar su cerveza ni su movimiento de caderas. Mientras unos la gozaban, otros se entretenían en otros menesteres tras comprobar que no entendían ni papa de lo que esos músicos decían y ni para bailar le servían. Los tres años de Inés bien permiten ese desplante. Y es que si el Festival TriBU atrae a modernos sin ataduras, también es un imán para las familias de papás jóvenes.

He ahí el logro conseguido en los tres años que lleva aupado a la agenda cultural burgalesa. Multi es su apellido. De multidisciplinar -abraza a música, gastronomía, arte y deporte- y de multipúblico -de 0 a 100 años cualquiera puede encontrar su momento-.

Porque aunque por la mañana se veía a pocas señoras y caballeros de mediana edad, por la tarde, el runrún de la batalla entre cocineros y artistas plásticos llevó a muchas hasta el centro de operaciones de esta iniciativa que se clausura hoy. La dinámica es sencilla. Mientras el chef realiza un pincho, dos dibujantes se inspiran en su nombre para recrearlo en el lienzo. El ganador se lleva la gloria; el perdedor, degusta el bocado.

El ritmo es infernal, como si el paseo de la Sierra de Atapuerca fuera los fogones del más exigente restaurante.

Rollito vietnamita con bacalao y langostino. ¡Oído! Caño de rabo de vaca con sardina ahumada, manzana reineta y boletus... ¡Oído! Tomate, mar y montaña. ¡Oído! Sandwich de lengua escarlata y boletus. ¡Oído! Sushi de carabinero y txangurro con gazpacho. ¡Oído!...

«Estamos disfrutando mucho y esperamos que la gente también. Es perfecto», se hace oír Cucho Íñiguez, presidente de la Asociación de Cocineros y Reposteros de Burgos (Acorebu), convencido de que hay que apoyar este tipo de iniciativas y encantado de poder mostrar al público cómo trabaja un cocinero, aunque sea en versión reducida.

«Las cocinas siempre están en el lado oscuro del restaurante, no se ven y esta es una forma de que la gente vea a pie de calle nuestro trabajo», afirma, aunque reconozca que es tan mínimo el tiempo que muchas cosas las tienen que traer preparadas.

Junto a Cucho empuñaron las cucharas Patxi Álvarez, Ricardo Temiño, Miguel Cobo, Chelus García, Pablo Cófreces, Enrique Pérez, Eduardo Luengo, José María Temiño y Óscar Alonso.

En el otro bando, se levantaron en rotuladores Diego Alonso, Rachel Merino, Néstor Alonso, Mónica Jorquera, Ribó y Saray Pérez, miembros de SIO2. Lo suyo sí que fue un desafío. Ni un segundo les daban para pensar.

«El reto es grande porque hacen unas combinaciones rarísimas y tampoco te dan una explicación muy artística...», explica Rachel Merino y desvela su secreto. Cree que la clave está en hacer un dibujo divertido... y en cruzar los dedos para perder. No es para menos. El ganador se lleva la gloria y el perdedor se come la tapa. Fair play.

Gastronomía, arte... y música. Porque tapas y dibujos se hacían en el tiempo que durara la canción pinchada por Theo Marmot, que ocupaba un lugar privilegiado detrás de fogones y lienzos.

Tras la guerra llegaría la merendola, con Cowabunga en el escenario, y la cena, con Calceto Chacho Boys, en los platos. Y al sol le relevaría la luna.

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