El Correo de Burgos

La pincelada de un ilusionista

La pintura de Ignacio del Río regresa al Arco de Santa María en una colección trufada por sus temas de siempre y con una última sorpresa salida de su chistera de mago: una serie abstracta extraña en las últimas muestras del fallecido artista

La obra abstracta del pintor hacía muchos años que no salía de su estudio.-Raúl Ochoa

La obra abstracta del pintor hacía muchos años que no salía de su estudio.-Raúl Ochoa

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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Sonaba el teclado de Tuco en la puerta del Arco de Santa María y aunque no eran sus manos las que arrancaban melodías a la noche y aunque la ausencia de niebla hacía menos encantadora la escena que en otras ocasiones, sí conseguía convertir el momento en especial y arrastrar cual Hamelín a gentes de cien mil raleas. Sabían todos que arriba no les aguardaba el beso ni la sonrisa ni la pícara mirada del más bohemio y vividor de los pintores burgaleses, pero sí que lo verían confundido en sus paisajes nevados, embarcado en sus marinas de cielos imposibles y aguas misteriosas, colgado de sus otoños menos melancólicos que dichosos, embriagado en los pétalos de sus flores, apasionado espectador de sus abigarradas plazas de toros, peleón entre gallos de pelea, solitario una larga noche oscura, gozoso entre las curvas de preciosas mulatas... Lo que no se esperaban es que el maestro volviera a sorprenderlos, que se sacara un último truco de la chistera, una última pincelada mágica en la que algunos verían a un nuevo Ignacio del Río y en el que otros, los más viejos, recordarían a ese otro autor que a veces primó el pintar al vivir.

Esa última pirueta del ilusionista es una pequeña serie de cuadros abstractos que ocupan un rincón en el piso superior.

«Es una sorpresa, algo que él nunca hubiera puesto en el Arco, acompañada de dos óleos sobre tabla muy curiosos, de su época de Ubierna, un tanto surrealistas», observa su primogénito, que lleva su mismo nombre. Él junto a sus hermanos, que otra vez más han llegado desde distintas partes del mundo para festejar de nuevo al padre, han orquestado esta exposición, en la que ocupa un lugar privilegiado un autorretrato, otra extrañeza en su trayectoria, que, además, es uno de los pocos cuadros con fecha (este es del año 2000).

¿Estaría contento el padre? «Dada mi condición de agnóstico y creyente del mundo tangible, pienso que si de cualquier manera estuviera viéndola estaría contento, aun así siempre habría alguna pega, eso seguro, por algún lado tendría que salir...», responde con guasa, digno hijo de su progenitor.

Asegura que han intentado colocarla como si hubieran seguido el dictado del pintor y que han escogido su última producción creativa, «más alguna cosa que ya conocía la gente, pero que merece la pena verse, para dejarlo todo redondo».

Y para alcanzar esa redondez era necesaria una inauguración multitudinaria, con esa gente pintoresca atraída por la magia del pintor. Aparecieron por allí políticos de distintos colores capitaneados por el alcalde, le escoltaron sus fieles escuderos, brindaron con él colegas como Raquel Condado, emocionada al hablar de él, José Luis Ramos, Humberto Abad, Fernando Arahuetes, Juan Martín Oña, Rachel Merino, María José Castaño, Nicolás Alonso, Sacris o Cristino, eterno compañero de fatigas -«para mí no se ha muerto, cuando voy al Puerta Real a tomarme el vino está Ignacio, cuando veo a una chica que esta maja está Ignacio y cuando no está maja, también. Hemos vivido mucho juntos y forma parte de mi vida»-. Estos y más se volverán a reunir el 23 de diciembre en el mismo escenario para seguir festejando al pintor con una colectiva. ¡Hasta la vista!

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