El Correo de Burgos

El laberinto de la memoria

El Centro de Arte Caja de Burgos (CAB) invita a sus visitantes a brujulear por sus recuerdos y compartirlos en una instalación con un sinfín de lecturas que debe ser recorrida y que permanecerá en el vestíbulo hasta finales de mes

Una visitante del CAB deposita un recuerdo y ojea 'Cabydad'.-Raúl Ochoa

Una visitante del CAB deposita un recuerdo y ojea 'Cabydad'.-Raúl Ochoa

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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Mientras la ciudad traduce la Navidad en una eterna banda sonora de villancicos, espumillón y brillantina, brindis de copas a rebosar de buenos y efímeros deseos, largas colas para tentar a la suerte del Gordo o para pagar el peaje a Papá Noel y los Reyes Magos..., el Centro de Arte Caja de Burgos (CAB) invita a sus visitantes a festejar esta época de una manera alternativa y muy artística. Los propone regalar sus recuerdos para construir la memoria palabra a palabra, objeto a objeto, en la segunda edición de Cabydad, una instalación que paradójicamente reseña estas fiestas escapando de sus garras.

La idea de trabajar la memoria, explica Regue Fernández, artífice de la propuesta junto a Estela Rojo, ambos miembros del equipo educativo, surge de las exposiciones que ocupan actualmente el CAB.

Los caminos del exilio reconstruidos por Patricia Fernández, las historias que esconden los objetos recogidos en distintas partes del mundo por Abigail Lazkoz y el recuerdo de las sensaciones con las que juega Lucía Koch alimentan este proyecto que se puede, y debe, recorrer como un laberinto del que nadie necesitará alas para escapar, un bosque mágico en el que las hojas de sus árboles son volandas de papel, una tela de araña que se ayuda de imperdibles para atrapar a su presa o una aventura en el tiempo en la que el pasado se proyecta en el presente con más o menos nitidez e incluso se modela el futuro a golpe de sueños. A gusto del consumidor.

También él decide cómo dejar ese recuerdo. Pueden ser objetos significativos como un reloj, un disco de música, una caja de cerillas o un negativo de las viejas cámaras de fotos o textos escritos con un rotulador o, para los más nostálgicos, con una vieja máquina de escribir Olivetti o un Dymo, uno de esos artilugios que etiquetaban sobre una tira de plástico negra. El tamaño de los recuerdos sí importa para la elección.

Los dejados hasta ahora -la intención es mantener la invitación hasta finales de este mes- dibujan una memoria colectiva de lo más variopinta. Melancólicos, nostálgicos, cachondos, emotivos, fugaces, reflexionados, chisposos, sosos, concretos, filosóficos, con nombre y apellido, anónimos, en español -la mayoría-, pero también en francés y hasta en japonés, infantiles, adultos o adolescentes.

Recuerdo...

...la primera vez que vi el mar.

...el colchón de lana y el olor a bollos en casa de Emilia.

...Piedra, papel y tijera.

...El sonar de las campanillas de las ovejas en las tardes de verano a lo lejos, en mi pueblo, cuando era niña...

...Hay personas que podrían ser ciudades porque convierten en hogar allá donde vas. Son razones, motivos y excusas por las que recorrería cientos de kilómetros porque ellas serán siempre el mejor destino y el mejor destinatario.

...El tiempo pasa muy deprisa.

...Nochevieja vestido de mosquetero tirando petardos con música de otra época.

...Que no recuerdo nada.

...La luz del verano en Alhama de Aragón. El tiempo en pausa y las presencias que lo llenan todo. El verano condenaba toda la paz, el calor colmaba los olores de la casa extendiendo por todos los rincones el perfume a madera y a historia de abuelos, aromas llenos de ensueños (...).

...No me gusta cómo te ves aquí. Hazte para atrás, más, un poquito más, ahí, ahí en el pasado quedas perfecto.

...En cada beso una revolución.

...Churros en Palencia a las seis de la mañana.

«Queremos contribuir a que la memoria crezca porque un recuerdo es algo individual, personal, pero la memoria es colectiva, algo que pertenece a todos y tenemos derecho a ella», comenta Regue mientras pasea por este laberinto, escudriña su interior, pone orden en sus recuerdos, se topa con algunos indeseables y sonríe con los más felices, mientras la luz proyecta su figura en otro trazado en la pared y en su sombra ve la huella de lo que un día fue y mientras la vieja Olivetti pone la banda sonora.

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