El Correo de Burgos

La Espuela / Juan Gabriel Martínez, director del Orfeón Burgalés

«Los directores somos unos grandes vendedores de humo»

Alumbrado en agosto de 1963 en Burgos, se puso al frente de su primer coro a los 12 años en el Colegio San Pedro y San Felices, compaginó sus estudios de Medicina con las riendas de la Coral Castilla, donde estuvo desde 1980 hasta que en el año 2007 el centenario coro capitalino le dijo ven. Y él lo dejó todo (o casi).

Juan Gabriel Martínez.-Raúl Ochoa

Juan Gabriel Martínez.-Raúl Ochoa

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A.S.R.
Burgos

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Pregunta- Doctor, ¡la perdemos, la perdemos! ¿Necesita la Cultura una intervención de urgencia?

Respuesta- No especialmente, necesita dinero. La cultura en la ciudad tiene buenos fundamentos, buen corazón, buenos pulmones y un buen desarrollo sistémico, solo le hace falta un poco de dinero para seguir creciendo.P.- El gotero parece obstruido...

R.- Entiendo que en un país donde hay todavía cuatro millones y medio de parados, familias desahuciadas y mucha gente pasando hambre, hay prioridades, pero también es cierto que en un país donde hay quien se lleva el dinero de todos y a diario nos desayunamos, comemos y cenamos con noticias de juzgados, y solo de juzgados, igual tenemos que empezar a robar menos e invertir más en cultura.P.- ¿Cómo es el latido de la música coral burgalesa?

R.- Está débil porque, aunque no alcanzo a encontrar el motivo y dar con el diagnóstico exacto, los coros se nos están haciendo mayores. También es cierto que de nueve meses a esta parte, se ve un rejuvenecimiento y lo dice alguien que es el responsable artístico del Orfeón Burgalés, que cuenta con un coro infantil de 53 niños y uno juvenil de 32, pero sí echa en falta que los coros escolares, donde se hace un trabajo estupendo, no se queden en una actividad del colegio. Las agrupaciones más estables debemos juntarnos y promocionar el trabajo con los niños porque todos tenemos fecha de caducidad. El latido es débil, pero está, en otras ciudades ha desaparecido.P.- ¿Tiene el centenario Orfeón Burgalés edad para tener el corazón alegre?

R.- Sí, el Orfeón hace running y ahora mismo tiene un buen músculo cardiaco.

P.- ¿Qué ingrediente nunca falta en su pentagrama?

R.- El trabajo.P.- ¿Y qué nota siempre baila en su cazuela?

R.- La de si podría haber trabajado más. En un coro no profesional, los directores somos los grandes magos, unos vendedores de humo. Vendemos ideas, proyectos e ilusión a nuestros coralistas, que no cobran ni un duro, y que dan todo su esfuerzo y tiempo libre por sacar adelante un proyecto común, por eso tu trabajo es lo único que puedes darles. Y cuando las cosas no funcionan bien te planteas si has trabajado. Yo siempre digo que soy un director de coro que viene de la serie B y ahora está en una gran productora y sé que al fin y al cabo un coro no es más que el reflejo de la personalidad de su director, para lo bueno y para lo malo.P.- ¿Y qué película está dirigiendo con el Orfeón Burgalés ahora?

R.- Los gladiadores.P.- ¿Se quitaría el delantal para compartir mesa y mantel con qué músico?

R.- Con un compositor coral de origen letón que se llama Arvo Pärt y solo me lo quitaría después de haberlo tenido puesto tres horas cocinando para él.P.- ¿Cocinando qué?

R.- Unas alubias de Ibeas con morcilla de Burgos y unas mollejas de cordero salteadas.P.- ¿De postre?

R.- Soy poco dulce, poco golosón, y los postres en general no me gustan mucho, pero siendo un hombre tan austero y, a la vez, tan denso, le daría el Postre de la abuela.P.- No es dulce, pero el merengue sí le gusta...

R.- Sufro cuando pierde el Madrid (risas).P.- Saque de nuevo al cocinillas que lleva dentro y... ¿Qué prepararía a Antonio José?

R.- Dado que Castilla no supo cuidar el genio que tenía en su seno, por lo menos aliviarle el frío que pasó en la prisión y el hambre con una buena sopa castellana, con su pan, su ajo y su huevo.P.- ¿Y a Frühbeck de Burgos?

R.- Compartí con él bastante emoción, trabajo y responsabilidad y me considero un absoluto privilegiado por pasar con él muchas entre horas de ensayos, pero, en este caso, pasaría el testigo a los top chef burgaleses, Miguel Cobo o Antonio Arrabal, y les pediría que fueran imaginativos con un codillo y chucrut, por aquello de mezclar la comida alemana y la mano burgalesa. Con Frühbeck yo originalidades pocas.P.- Pero sí es un chef innovador...

R.- Me gusta probar hacer cosas, pero los experimentos con gaseosa. Yo me lo paso bien cortando cebolla y me relaja pelar ajos, si luego lo mezclas y estás contento igual sale un guiso bueno. Nada más.P.- ¿Qué receta guarda para Fernando Gómez?

R.- Un buen postre para tratar de endulzar su situación.P.- ¿Cuándo dio Juan Gabriel Martínez la nota?

R.- Tenía 19 años, era el primer concierto de la temporada de la Coral Castilla, en la iglesia de la Merced, yo venía de Valladolid de hacer un examen de Histología, me cambié en el servicio del tren, llegaba tan tarde que cuando entraba por el templo, los coralistas ya salían porque llevábamos diez minutos de retraso, dejé todo, empecé a dirigir y todo fue bien, pero en un momento de aplausos me di cuenta de que solo me había cambiado un zapato, llevaba uno marrón y otro negro, y como esas cosas son evidentes, al acabar la primera parte, me dirigí al público para que nos permitiera hacer un descanso y me pudiera poner los dos zapatos del mismo color. Hubo gente que no se dio cuenta, pero di la nota.P.- ¿Qué diagnóstico tiene aquel que considera precipitado casarse o irse a vivir con su chica después de nueve años de noviazgo?

R.- Muerte cerebral (entre muchas risas), pero hay que entender que, primero, soy hombre y, segundo, después de seis años fuera y un año de mili, volvía a casa de mi madre otra vez, tenía trabajo, estaba a mesa puesta y a cama hecha. ¡Qué necesidad había! Pero, bueno, esto no cambia el diagnóstico.P.- ¿A quién quiere más: al estetoscopio o al diapasón?

R.- Daré una respuesta práctica, quiero más al estetoscopio porque es de lo que comen mis hijos, aunque en un momento dado no me hubiera importado ser profundamente infiel.P.- ¿En qué situación no le gusta llevar la batuta?

R.- En aquellos momentos en los que todo el mundo piensa que el director del Orfeón Burgalés tiene que ser el mejor del mundo.P.- ¿Y no lo es?

R.- No obligatoriamente.P.- Si John Travolta le dice ven...

R.- (Hace el gesto de antifaz con los dedos y con ritmo). Con gusto me convertiría en Olivia Newton- John. Grease fue una película icónica en mi postadolescencia.P.- ¿Todavía lleva un peine en el bolsillo?

R.- Ya no, lo dejé cuando me di cuenta de que solo era una película.P.- Si le digo Visca Catalunya, me responde...

R.- ¡Qué viva! No tengo ningún problema al respecto de la identidad cultural catalana, pero sí con que determinada región de España decida ella sola lo que debemos decidir todos por mandato constitucional. Estoy a favor de un referéndum sobre Cataluña, pero en el que votemos todos los españoles.P.- ¿Cuál sería su voto?

R.- No lo sé, quizás en blanco.P.- Y si añado Visca el Barça...

R.- Los madridistas llevamos mucho tiempo sufriendo. ¡No me provoques! Pero hay que decir que juegan muy bonito y francamente bien. Chapó y aplausos.P.- ¿Es poco hooligan?

R.- En la vida hay cosas más importantes por las cuales exasperarse.P.- ¿Qué besos de Judas descubrió sin darse cuenta?

R.- Algunos, sí, pero duelen tanto cuando los descubres que son como las infidelidades, o las perdonas o no, y como estas, lo peor no es tanto la infidelidad como tenerla que contar...P.- ¿Es de los que perdona?

R.- Sí. No. Sí, sí, sí... (en medio segundo lo dice todo). Pero no soy un alma caritativa que hace borrón y cuenta nueva. Necesito un tiempo para reubicarme.P.- ¿Después de qué concierto le dieron las diez, y las once, las doce, y la una?

R.- (Risas). ¡Sería antes de qué concierto! Salíamos de viaje para actuar en una ciudad bastante lejana de Burgos y quedamos unos cuantos para tomar unas cervezas y pinchar un poco para marcharnos a casa pronto, madrugar y coger el autobús. Y me dieron las diez, las once, las doce, la una, las dos y las tres, y las cuatro, y las cinco... Y a alguien no le gustó mucho.

P.- ¿Ha estado alguna vez en la posada del fracaso?

R.- Conozco pocas casas rurales, pero ese sitio lo frecuento. Yerro en mis planteamientos y en mis proyectos y aunque vendo mis equivocaciones como tales las siento como fracasos personales.P.- ¿Dejaría de fumar a escondidas por tocar en qué escenario?

R.- Después de tantos intentos por dejar de fumar... Lo haría por dar un concierto de música contemporánea en el altar mayor de la iglesia del Monasterio de Silos. ¿No me he ido lejos, verdad?P.- ¿Tan difícil es?

R.- He planteado casi un oxímoron, es casi imposible.P.- ¿La banda sonora de su vida?

R.- Carros de fuego, porque me lo estoy pasando bien, porque a pesar de todo, en determinados ámbitos de esta ciudad, a un médico que no tiene el título superior de música aún no se le considera digno de dirigir el Orfeón Burgalés. Todavía en algunos círculos a su actual director no se le puede llamar maestro porque no lo es, y a mí me da igual, con que me llamen Juan Gabriel me vale, no estoy aquí para eso. En ese sentido, la vanidad la tengo absolutamente cubierta, soy licenciado en Medicina y Cirugía y me llaman doctor.

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