El Correo de Burgos

Artes escénicas

Mujeres con narices... rojas

La Casa de Cultura de Gamonal estrena un nuevo programa que propone tres citas con Pepa Plana, Merche Ochoa y Copivolta

Pepa Plana tira del mito de Penélope.-Joan Sánchez

Pepa Plana tira del mito de Penélope.-Joan Sánchez

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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Se acerca marzo y las miradas, más que nunca, se vuelven hacia las mujeres. Los focos se encienden para ellas, los micrófonos se abren para ellas, se extienden alfombras rojas para ellas, se reúnen cuentos para ellas, se escriben versos para ellas... A esta visibilización de todo lo femenino que se hace el tercer mes del año -¡ay, si se extendiera a todos los demás!- se suma un nuevo programa en la Casa de Cultura de Gamonal. Mujeres con narices se llama. Y de narices va la cosa. De narices rojas. Las que se colocan día tras día, noche tras noche, las muchas payasas que en el mundo de las artes escénicas son, aunque, como en muchos ámbitos, todavía luchen por una mayor presencia. Ahí están. Y en Burgos tienen una nueva oportunidad orquestada por el Instituto Municipal de Cultura (IMC) y la compañía burgalesa Las Pituister, que de narices rojas y de hacer reír sabe un rato largo. De su mano nace este programa que propone tres espectáculos de sendas mujeres payasas que han conseguido el respaldo del público, de la crítica y hasta de las instituciones.

Pepa Plana, vieja conocida de las orillas del Arlanzón, se dirigirá al público adulto con la representación de Penélope este sábado (20.15 horas, 3 euros). Pasará el testigo a otro peso pesado de la escena nacional. Merche Ochoa, Premio Nacional de Circo 2014, se colocará la nariz roja para toda la familia con el montaje Cloti en el circo el sábado 12 (19 horas, 3 euros).

Mientras que el punto y final lo escribirán De copivolta con Doble cita, una propuesta dirigida también a público adulto, el sábado 19 (20.15 horas, 3 euros).

«El punto de encuentro: la risa. La risa es una actividad esencial del ser humano. Uno de los grandes promotores de la risa es el humor. Para las mujeres, hacer su propio humor sobre un escenario supuso cuando menos una doble transgresión: ocupar un espacio público, pero no cualquiera sino la escena, uno de los espacios públicos por antonomasia y ocupar el lugar simbólico y poético del humor», escriben Las Pituister sobre reflexiones de la también teatrera Virginia Imaz y añaden: «La época que vivimos es una época privilegiada para realizar conquistas personales y sociales, como la propia comicidad, más sutil, pero no por ello menos revolucionaria».Pepa Plana: «Las payasas somos imprescindibles»

Pepa Plana cortará la cinta de este nuevo programa el sábado. Ha traído su nariz roja a tierras burgalesas con todos y cada uno de sus espectáculos. De pe a pa, L’Atzar y Giulietta. Ahora mete en el equipaje un ovillo de hilo para llevar al escenario a Penélope. La mítica figura homérica se pone la nariz roja. ¿Cómo le queda? «Le queda muy bien. Ser payasa humaniza a estos personajes intocables. Cuando te pones la nariz roja abres una ventana a pasarlo bien, es un código», resalta la payasa, Premio Nacional de Cultura 2014 de la Generalitat de Cataluña, que quiere encender el foco sobre el punto de vista femenino del mito de Penélope.

«Siempre se magnifican las historias en masculino, conocemos la odisea de Ulises, todo el viaje, pero y Penélope qué piensa de esto. Solo sabemos que teje de día, desteje de noche y espera. También que tiene muchos admiradores, aunque no es guapa, pero es la reina de Ítaca y Ulises no llega», observa Plana, que se vale de este mito para hablar de su drama personal. Su Ramón se ha ido. Pero prefiere ser Penélope. Y entre la realidad y la fantasía juega.

Sin olvidar esa nariz roja. La garantía de pasarlo bien.

«En el fondo lo que queremos todos los payasos y las payasas es que el público nos quiera», dice y asegura feliz que sí, que el espectador sí los quiere.

«Somos imprescindibles. En el fondo hablamos de emociones muy básicas, muy simples, somos poetas en acción, porque ponemos un espejo delante del espectador que se ríe con nosotros, con nosotras, y se ve reflejado. Un payaso te hace reír y pensar», reflexiona la actriz, que, en todo momento, utiliza el payasos y payasas.

Pero y los programadores. ¿También quieren ellos a las payasos? Suelta una risa maliciosa al otro lado del teléfono antes de contestar. «Bueno, esto es muy complicado. Cuando sueñas hacer el espectáculo más bonito de este mundo piensas primero lo que tienes ganas de hacer tú, en qué satélite estás en ese momento, y en el público, pero sí hay una figura intermedia. Yo no hago teatro para los programadores pero si no me invitan el público no me va a poder ver...», expone y duda si el espectador es consciente de las dificultades que tienen las compañías, de que no siempre está en sus manos llevar su arte a una u otra plaza. «Si no nos invitan...», reitera.

¿Hace falta tener muchas narices para ser mujer y payasa?

«Yo nunca he sido hombre, no lo sé, pero, sin duda, en femenino es un poco más complicado. El estereotipo del payaso masculino es más claro. Cuando nosotras nos ponemos la nariz roja debemos ser honestas y ver hacia dónde queremos ir. Pero somos imprescindibles. El humor es un código, te ríes de lo que conoces y en lo que te reconoces. Y si no estamos las payasas falta un color imprescindible», se explaya y advierte que a pesar de ser ese color esencial sí es raro ver a más de una mujer en un festival.

«Siempre hay una o ninguna. En un momento pensábamos que era una batalla ganada, no la guerra, pero sí había una normalidad de programación en femenino, pero ahora creo que vamos otra vez hacia atrás», ahonda y matiza que esto no es así por falta de payasas. Haberlas haylas. «Preciosas y únicas», dice esta mujer que lleva más de veinte años como payasa y que sí recuerda un erial en sus inicios.

Pero se pusieron manos a la obra. Crearon el primer Festival Internacional de Payasas en Andorra, que duró diez años -«me di cuenta de que éramos muchas y teníamos ganas de dar guerra»-. Por decisión política desapareció. Pero dio lugar a otros similares, en Austria, Brasil, Finlandia.... Y estos ahí siguen.

«Ojalá no tuvieran que existir porque en el fondo no hacemos algo tan marciano. Solo queremos ser visibles», destaca la artista, que ha conseguido el respaldo del público, de la crítica y también de las instituciones, con varios premios.

Ella los agradece pero los quita importancia. «Cada reconocimiento es como que te peinan el ego. Siempre es una sorpresa, pero esto es una carrera de fondo. Se trata de mantenerse, crear, generar espectáculos nuevos... Yo soy bicho de furgoneta, de pista y de teatro. Los premios me hacen sentir orgullosa y contenta pero yo lo que quiero es actuar», sostiene esta mujer que, por otro lado, no se puede quejar de no hacerlo.

Acaba de volver a su rutina, a su pequeña roulotte y su personal baúl, tras estar un año y medio con el Circo del Sol. He ahí otra asignatura pendiente. «Las mujeres todavía no somos visibles ni en el circo tradicional ni en el contemporáneo», advierte Pepa Plana, que, como su Penélope, espera...

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