El Correo de Burgos

Mecidos por la gracia de los Max

Mariano Marín es finalista en Mejor composición musical y Elisa Sanz, en Mejor vestuario y Mejor escenografía, en esta última categoría por ‘La piedra oscura’, obra que llega este domingo al Principal

Daniel Grao (i.), nominado a Actor Protagonista, y Nacho Sánchez interpretan ‘La piedra oscura’, con escenografía de Elisa Sanz.-

Daniel Grao (i.), nominado a Actor Protagonista, y Nacho Sánchez interpretan ‘La piedra oscura’, con escenografía de Elisa Sanz.-

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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La suerte da un paso hacia adelante y Burgos se encuentra en su camino. La Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) publicó ayer la lista definitiva de los nominados a los XIX Premios Max de las Artes Escénicas y su gracia acaricia tierras cidianas. Primero porque Mariano Marín y Elisa Sanz optan a tres galardones y segundo porque una de las aspirantes favoritas, La piedra oscura, que tenía seis candidaturas y con todas ha pasado a la final, llega este domingo al escenario del Teatro Principal (19.30 horas, entre 6 y 15 euros).El pradoluenguino Mariano Marín, autor de un sinfín de melodías para teatro y bandas sonoras, debuta como finalista de los Premios Max. Aspira a la estatuilla a Mejor composición musical para espectáculo escénico junto a Ricardo Miluy y Pablo Martín Jones por su trabajo para En el desierto.Al otro lado de la balanza se encuentra Elisa Sanz. Pocos secretos tienen para la escenógrafa y figurinista estos galardones. Tiene cinco manzanas en su cuenta y el lunes 25 de abril, en una gala a celebrar en el Teatro Circo Price de Madrid, sabrá si saborea la sexta y la séptima. Está nominada a Mejor diseño de vestuario por El señor Ye ama a los dragones y a Mejor diseño de espacio escénico por, precisamente, La piedra oscura, sobre la que están puestas todas las miradas junto a Reikiavik, de Juan Mayorga, y Pinoxxio, de Ananda Dansa.Una propuesta que los espectadores burgaleses podrán valorar este domingo. La obra de Alberto Conejero, profesor de la Escuela de Arte Dramático de Castilla y León, en excedencia este año, producida por el Centro Dramático Nacional y Lazona, desembarca en el Principal con seis nominaciones en el baúl: Mejor espectáculo de teatro, Mejor autoría teatral, Mejor dirección de escena, Mejor diseño de iluminación, Mejor actor protagonista y el citado Mejor diseño de espacio escénico.La lista definitiva de los Max deja fuera a la burgalesa Blanca del Barrio. Su compañía, Escena Miriñaque, pasó la primera fase de Mejor montaje infantil con Iglú.

Alberto Conejero, dramaturgo: «El teatro es un arma radical de transformación»Alberto Conejero (Jaén, 1978) era ayer un hombre feliz. Las seis nominaciones de La piedra oscura en los Max hacen que la conversación telefónica se inicie con la mayor de las sonrisas. «Ha sido una mañana espléndida», dice acordándose de todo el equipo. «Es muy, muy importante y un privilegio estar en la terna final con dos autores como Paco Becerra y Juan Mayorga», asegura enfocando ya hacia su propia condición de finalista en Mejor autoría teatral.Hasta ahí ha llegado con un texto inspirado en Rafael Rodríguez Rapún, el joven que pasó a la historia como el último amante de Federico García Lorca. De evidenciar que fue más que eso se encarga el retrato que esta obra dibuja de él a partir de la conversación con su carcelero en un hospital militar de Santander con la parca acechándole y la presencia latente de Federico.La pieza hunde sus raíces en la lectura adolescente de Sonetos del amor oscuro, cuyos versos, dicen, Lorca escribió para el estudiante de Ingeniería de Minas. Muchos años después llegaría la investigación sobre este personaje y la constatación de que se sabía muy poco de él. «Apenas ocupaba páginas de los relatos oficiales sobre García Lorca. Llego a resolver una ausencia», comenta Conejero.Rodríguez Rapún fue el gran compañero de vida de Federico, su cómplice, y, además, advierte el dramaturgo, un emblema de la historia española en ese momento. «Era un hombre muy comprometido con los ideales republicanos, el hijo de una familia humilde que de repente se sitúa en el corazón del movimiento cultural y que tuvo una muerte trágica justo un año después de la de Federico», apunta y subraya que La piedra oscura «da voz a aquellos que quedan a los márgenes de la foto oficial de la historia».Cuando alguien pone el foco sobre ellos y los saca de las sombras contribuye a «tener un relato más completo de lo sucedido». Conejero cita a Miguel de Unamuno y reivindica la intrahistoria. «Los pequeños acontecimientos de la vida, lo que uno considera más marginal o íntimo, cuentan más de la historia de un país que las grandes batallas o grandes nombres», ahonda y añade que, aunque, evidentemente, el texto se sitúa en la Guerra Civil y su presencia pesa, «al final es la historia de un encuentro, de la comunión amistosa entre dos personas en el momento más improbable».

Y está convencido de que parte de la aceptación de este montaje, estrenado en enero de 2015, es el enfoque humanista, no de tesis o de imposición de una ideología.«Para eso ya están los historiadores y los politólogos. Este es el encuentro entre dos personajes antagónicos que dice que si eres capaz de sostener la mirada de otro ser humano más allá de los prejuicios, las ideologías o las banderas al final todos acabamos reconociéndonos en el otro», insiste y conviene en que, aunque sea una obra sobre la memoria histórica, también tiene una lectura contemporánea.«Estamos en un momento en el que somos incapaces de escucharnos. La piedra oscura plantea el poder radical de la palabra para transformarnos. Al principio, el lenguaje está secuestrado por lo militar, pero, poco a poco, los personajes van reconociéndose y la palabra cumple esa función mágica, que decía Borges, de transformarnos. Eso al final es el teatro, la poesía, el arte», da una nueva clave el autor sobre esta obra que también le ha servido para cuestionar sus certidumbres sobre el pasado.¿Cuáles son estas? «Yo nací en el año 78 y hay cosas que me resultan inexplicables como que no hayamos conseguido como país dar una sepultura digna a los muertos que hay en las cunetas y se deje solos a los familiares. Eso impide el relato común que necesita un país. A mí eso como ciudadano me inquieta. No es una cuestión de abrir heridas, sino de cerrarlas», responde convencido además de que el teatro sí puede contribuir al cambio.«El teatro no es el lugar para hacer política, pero sí para la reflexión, es un arma radical de transformación desde el momento en el que compartes una experiencia artística con otros seres humanos en el mismo espacio físico. Puede que sea más invisible y que no se vea inmediatamente pero cuando una función te toca ya no eres el mismo». Dicho queda.

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