El Correo de Burgos

La edición en Burgos entra en rotativa

Fábricas de sueños de ayer, hoy y mañana

Pilar Alonso Castro muestra su voluminosa tesis doctoral, animada con ilustraciones de la propia editorial, en la puerta de la librería de la Plaza Mayor.-Raúl Ochoa

Pilar Alonso Castro muestra su voluminosa tesis doctoral, animada con ilustraciones de la propia editorial, en la puerta de la librería de la Plaza Mayor.-Raúl Ochoa

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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Casi 500 años separan la publicación de La Celestina, de Fernando de Rojas, y La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela, y un filo pero consistente hilo las une más allá de ser obras cumbre de la historia de la literatura española. Ambas deben a un editor burgalés el haber confiado en ellas y meterlas en imprenta. Fadrique de Basilea y la familia Aldecoa apostaron, respectivamente, por ellas sin saber cuán alto llegarían. La labor de estos forjadores de sueños ha tenido continuidad con nombres tan relevantes como Saturnino Calleja y Santiago Rodríguez, referentes en la literatura infantil y libros escolares, y con otros sellos más modestos que aún siguen dando la batalla. Pero hoy los focos se encienden sobre la historia de la edición en Burgos para completar el devenir de dos de estas empresas. El catálogo de Aldecoa vuelve a sumar títulos de mano de dos empleados que han tomado sus riendas e Hijos de Santiago Rodríguez sale del olvido gracias a la exhaustiva tesis de Pilar Alonso Castro.HIJOS DE SANTIAGO RODRÍGUEZ Un cuento de 10 tejido con retalesHijos de Santiago Rodríguez forma parte de la memoria de varias generaciones de burgaleses. La Minerva de su logotipo ha habitado en muchos pupitres desde el siglo XIX a la actualidad. Una relevancia que, sin embargo, no ha despertado el interés de historiadores ni intelectuales hasta que Pilar Alonso Castro detectó este vacío y decidió llenarlo con su tesis doctoral. Desconocía entonces que se embarcaba en una empresa más que ardua. No había datos. Ni siquiera la familia, que mantiene el negocio, podía arrojar luz. Todo un desafío del que ha salido vencedora.Más de doce años, con algún paréntesis, le ha costado a la profesora burgalesa reconstruir la historia de la editorial Hijos de Santiago Rodríguez, una gran olvidada, injustamente, en palabras de la investigadora, que la sitúa en la terna de los tres sellos dedicados a libros educativos en la Comunidad más influyentes durante la segunda mitad del XIX y primera del XX junto a la también burgalesa Calleja y la segoviana Hernando.Alonso Castro observa «su importante contribución en la erradicación del analfabetismo al facilitar el acceso a la lectura». «La editorial fomenta la cultura literaria, en las franjas de niños y jóvenes de clases media y baja, con precios populares. Sorprende el esfuerzo por actualizar la escuela y así mejorar la sociedad española. Sus volúmenes escolares son aprobados como libros de texto y comprobamos la gran contribución a la literatura infantil de su época con sus 18 bibliotecas -colecciones- en poco más de 40 años, entre 1894 y 1935», concluye al tiempo que alude al significativo lema elegido, La escuela redime y civiliza, y la incorporación de Minerva, diosa de la sabiduría, en su logo.A estas conclusiones ha llegado tras un intenso brujuleo por archivos y bibliotecas tanto de España como de Hispanoamérica, donde la editorial también fue un referente. Aquí y allá encontró retales que ella ha cosido y transformado en una historia de lujo.Unos visionarios

Su primer paso fue reconstruir las biografías de los dos propietarios de la editorial durante el periodo estudiado, desde su fundación en 1850 hasta el inicio de la Guerra Civil, una fecha que irremediablemente marca un antes y un después.Y en Santiago Rodríguez Alonso y en su hijo Mariano Rodríguez Miguel halló a dos personajes emprendedores, inquietos, visionarios y muy activos en la vida cultural, social, política y comercial de la época.Si el fundador tuvo el arrojo de crear un negocio y lanzarse a la impresión y a la labor editorial convirtiendo su establecimiento de la calle Laín Calvo en un lugar esencial para profesores, que encontraron allí además un foco de discusión y encuentro cultural, el hijo supo extender la empresa con la incorporación de los últimos avances técnicos para mejorar su producción y suscribir alianzas comerciales para abaratar los costes.Amén de sortear los problemas que aquejaban al sector -alto precio del papel, proteccionismo arancelario, cambio de moneda...- y a un negocio radicado en una ciudad pequeña de provincias y con afán de proyección internacional, que, principalmente, se centraban en las malas comunicaciones.Ambos se preocuparon por facilitar el acceso a la cultura de las clases populares -«sus precios estaban a la par que los de Calleja, aunque este se haya llevado esa fama»-, pero sin descuidar la calidad tanto de sus libros de literatura infantil como en los escolares.

Alonso Castro llama la atención sobre la sensibilidad a la hora de fomentar una educación igualitaria entre niños y niñas; la coincidencia de temas de la literatura infantil de entonces con la de ahora con cuentos moralizantes que hablan de viajes, naturaleza, historia...; la amplia nómina de escritores con independencia de su tendencia ideológica y con una presencia relevante de mujeres -«casi un tercio lo eran, algo increíble»- con nombres como José Ortega Munilla, padre de Ortega y Gasset, José Ortiz de Pinedo, Martín Berrueta, María Teresa León, Sofía Casanova, Encarnación Hidalgo, Magdalena y Carmen Santiago...; y la importancia dada a la ilustración, primero con nombres burgaleses como Evaristo Barrio, Isidro Gil o Fortunato Julián, a los que luego se sumaron firmas nacionales como Pedro Antequera Azpiri, Francisco López Rubio, Emilio Ferrer, Gutiérrez Larraya...Solo un principio

«La ciudad tiene una deuda pendiente», sentencia Alonso Castro y sugiere posibles vías de investigación para completar la historia de esta editorial. Desde continuar su periplo desde la Guerra Civil hasta su cese de actividad como editorial hasta su relación con los movimientos culturales de la época, la importancia de la ilustración, su aportación a la igualdad de género con la presencia de escritoras y la equiparación entre niños y niñas en sus páginas, un estudio comparativo con los otros dos sellos castellanos dedicados al libro educativo, la temática de sus cuentos en relación a los de la actualidad, la correspondencia entre las líneas políticas y educativas y sus contenidos...¿Se plantea ella seguir con este testigo? No lo descarta. Pues ha vivido una aventura fascinante que, además de permitirla aportar un importante granito de arena a la historia editorial burgalesa, la ha llevado hasta su infancia.GRÁFICAS ALDECOA Un ave fénix con ilusión por volar alto El teléfono de Gráficas Aldecoa sonaba habitualmente y una pregunta, con distintos acentos y matices, se repetía al otro lado del hilo. ¿Tienen ejemplares de Los pueblos del silencio? El interés por este libro de Elías Rubio fue determinante para la resurrección de la editorial Aldecoa. El mítico sello burgalés que irrumpió en los años cuarenta por la puerta grande con la publicación de La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela, resurgió de sus cenizas hace dos años de la mano de Patricia Barbero y Francisco Javier Chávez.Ambos se quedaron con las riendas de Gráficas Aldecoa, dedicada solo a la labor de imprenta desde su conversión en cooperativa, cuando el resto de socios se fueron jubilando. Y un día que por allí pasó Elías Rubio, que siguió confiando en ellos para imprimir sus libros autoeditados, le trasladaron el interés por Los pueblos del silencio. Por la cabeza del inquieto etnógrafo burgalés no pasaba la posibilidad de su reedición, pero sí les dio todos sus parabienes si ellos querían lanzar por su cuenta y riesgo la que sería su séptima edición.Se lo pensaron poco. Sabían que el riesgo era mínimo. Solo hacía falta echar un vistazo a las llamadas que lo solicitaban, aunque tampoco se lanzaron al vacío con los ojos cerrados. Le compraron los derechos de autor y en julio de 2014, cual ave fénix, Aldecoa reemprendía el vuelo.

Hicieron una tirada de 500 ejemplares -el título desde su primera publicación llevaba vendidos 6.000- y sus pronósticos se cumplieron. Prácticamente ya está agotado.Este éxito los acabó de decidir. Ya han publicado tres volúmenes más. Una tesis doctoral sobre Derecho Urbanístico, Ingenios hidráulicos en Las Merindades de Burgos. Molinos harineros, ferrerías y batanes del siglo XVIII, de Roberto Alonso Tajadura, y Memorias de Burgos, de Elías Rubio.

Hay más proyectos en la agenda. Claro que sí. Pero Patricia y Javier van con tiento. No ponen su sello a cualquier original que llega a sus oficinas. Valoran su calidad y sopesan todos los riesgos.

«No hemos puesto una editorial para amiguetes ni nos movemos a golpe de subvención. Esa no es nuestra filosofía. Si creemos en el proyecto lo sacamos, aunque tampoco despreciamos las ayudas, sobre todo cuando son apuestas de envergadura y el peligro aumenta», sostiene Barbero con la boca sellada sobre esos futuros lanzamientos editoriales.«No vamos a editar todo lo que nos venga», insiste y matiza que, sin embargo, al margen de la labor editorial, mantienen sus servicios de imprenta para todo aquel que quiera autoeditar sus trabajos.

La marca Aldecoa es una herencia que añade responsabilidad a su trabajo. Sin duda. Pero también, y en ello inciden, es la mejor tarjeta de presentación para abrir puertas. Quien tuvo retuvo.

Sienten que llevar la etiqueta de la editorial que primero apostó por todo un Premio Nobel como Camilo José Cela les obliga a dar la talla, pero es un peso al que restan hierro. «Sí, un poquito sí pesa, pero funcionaríamos igual si fuera otro sello y es más sencillo que partir de un nombre desconocido», advierten.El balance de estos casi dos años al frente de este nuevo cometido es «muy bueno». «Estamos muy contentos, entusiasmados, cada proyecto para nosotros es una alegría», resumen sentados en su despacho en la sede de Aldecoa, situada en el polígono de Inbisa-Villafría, rodeados de todos los libros que han pasado por sus manos y con las máquinas de telón de fondo.

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