Último día en el paraíso

Hasta el claxon de ese impetuoso cochazo que se cree que la carretera es suya suena a violines celestiales cuando el destino de uno es el paraíso en la tierra. No valen improperios ni mohínes. Ni quejarse del calor. Tampoco del frío. Se hace cola con una sonrisa en la cara, se dan mil vueltas para aparcar el auto con la misma alegría de si al final esperara el País de Nunca Jamás, se baila con chanclas, con los pies descalzos, dentro y fuera...La idílica estampa que el Tablero de Música pinta los jueves de julio se mantiene. Quizás, como el buen vino, aunque allí se da más a la cerveza, mejora con los años. Él, a sus dieciséis años, está en plena adolescencia. A otros se la devuelve por unas horas. Su mayor madurez se acentúa sobre el escenario. El programa de la Universidad de Burgos nacido para mecer los cursos de verano hace tiempo que vuela solo y este año hace el triple mortal con un cartel internacional. Tras dejar con la boca abierta a los dj de aquí y allá con la presencia de Quantic en la apertura, ayer tocó dibujar el asombro en propios y extraños con la alfombra roja extendida a la orquesta colombiana La-33. ¡Salsa en vena!Salsa de la buena, salsa callejera, yo traigo fuego en mi interior, mi salsa es dura y es sincera, salsa de la buena, salsa callejera, tienes que tener control para bailar este ritmo y dejar el reguetón...Pasan contados minutos de las nueve, cuando los rayos de sol se tumban en el cielo azul para coger color, y los once músicos de La-33 salen no al tablero de ajedrez, sino al escenario elevado -se ha probado en los dos últimos conciertos por motivos de seguridad y para que el público vea a los artistas desde cualquier ángulo del recinto-. Trombones, timbales, bajo, guitarra, trompeta... ¡Sabrosura!A la segunda canción un par de parejas ya se han puesto a bailar salsa. Y esos pasos no los han aprendido en la verbena del pueblo. «Cómo la están pasando», preguntan desde las tablas. ¡A gozar!

La orquesta colombiana de salsa es la historia de un sueño cumplido como lo es para el Tablero de Música tenerla en su cartel. «Hace unos años, era imposible e impensable traerlos, pero ahora ya formamos parte de los circuitos europeos», reitera el director de Actividad Cultural de la UBU, Carlos Lozano, que advierte que Burgos es la única parada española en la gira de verano de la formación de Bogotá, con fechas en Alemania, Turquía, Bélgica, Suecia...Una internacionalización, apunta, que no significa olvido de las formaciones nacionales. El mestizaje español corre por sus venas y la fiesta que el jueves pasado montó Sonido Vegetal da cuenta de ello. No en vano, recuerda Lozano, este festival descubrió al público burgalés a grupos como El puchero del hortelano o La Pegatina.Ni siquiera la cancelación del concierto de Shirley Davis -aún hospitalizada en Palencia- en la segunda jornada empaña el éxito del festival. El trío Los 300 no necesitó calentar. Salió del banquillo y goleó.Cerca de 10.000 personas han jugado la partida este año. Mil y un perfiles. No hay edades que valgan, ni ocupaciones, ni ideologías. Veinteañeros enamorados, padres con un niño en cada pierna, fashion victims, perros con sus dueños...«Ya funciona solo. Es una cita ineludible. Unos vienen por la música, otros por el ambiente. Cada día es diferente», resume Lozano.Sin ti -canta La-33- estoy perdido y no sé qué hacer. Acabo de leer tu carta de despedida, ay, en ella me decías que ya no vuelves más... El Tablero de Música se va. Pero volverá. Ya queda un día menos.