El Correo de Burgos

II Foro de la Cultura / Prólogo

«La cultura no da respuestas pero ayuda a las personas a ver mejor»

El filósofo y sociólogo Gilles Lipovetsky disecciona la situación de la sociedad actual y los desafíos a los que se enfrenta

El periodista Jesús Ruiz Mantilla (i.) dirigió la conversación con Gilles Lipovetsky en la sala de congresos del Fórum.-Israel L. Murillo

El periodista Jesús Ruiz Mantilla (i.) dirigió la conversación con Gilles Lipovetsky en la sala de congresos del Fórum.-Israel L. Murillo

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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El importante papel de la cultura y los intelectuales en la sociedad actual y el imprescindible de la educación para redirigir el rumbo del siglo XXI, la necesidad de políticos limpios, valientes e inteligentes que manden a sus casas a los que echan la culpa a la globalización de su mal gobierno, el paro como uno de los problemas más graves de países europeos como Francia o España, la falta de reflexión y excesiva cultura emocional, el peligro de los populismos...El filósofo y sociólogo Gilles Lipovetsky (París, 1944) prologó ayer el II Foro de la Cultura, a celebrar del 4 al 6 de noviembre, con una charla con el periodista y escritor Jesús Ruiz Mantilla en la que trazó un dibujo de los desafíos a los que se enfrenta la sociedad actual abocetado horas antes en una rueda de prensa.El autor de De la ligereza, que acuñó primero el término posmodernidad y cambió luego por el de hipermodernidad, inició su intervención defendiendo la importancia de la cultura y de encuentros como el que le trajo a Burgos en un mundo que cada vez se hace más preguntas.«Las grandes instituciones políticas y religiosas tradicionales no tienen capacidad para dar sentido profundo a la existencia. Hay una nueva necesidad de reflexión y los encuentros culturales responden a ella. La cultura desde los griegos ha querido iluminar los espíritus, desde entonces todo llama al pensamiento, y en este mundo hipermoderno ha adquirido una dimensión increíble. Nuestros contemporáneos buscan dónde están. Todo el mundo está un poco perdido», reflexiona y cree que esta sensación se ha agudizado desde la dilución de la separación entre derecha e izquierda o el catolicismo mayoritario.«La cultura encuentra ahí su razón de ser. No da respuestas pero ayuda a las personas a ver mejor», agrega consciente del esfuerzo que exige y más en una sociedad consumista «donde las personas quieren las cosas de manera inmediata, fácil, espectacular, divertida..., pero en la que también quieren comprender. Esa es la complejidad».Detecta, muy a su pesar, un aumento de la cultura emocional. «Lo emocional arrastra todo y como intelectual no puedo aceptarlo», enfatiza y lamenta que se aborden los problemas a golpe de impacto. Que se hable de inmigración y solo de ello, de paro y solo de ello, de los atentados yihadistas y solo de ellos... «Nada debe impedir la reflexión. Lo emocional se ha convertido en algo demasiado importante y no por azar. Se vende mejor, es más fácil, exige menos interrogantes... Me gustaría que hubiera menos elementos anecdóticos y más profundidad», insiste.Y, sí, esa galopante presencia de la cultura emocional es el mejor abono para que crezcan los populismos en una sociedad con unos ciudadanos que ya no confían en sus líderes. Y no sin razón.

«Los políticos solo piensan en su reelección, no se preocupan de los auténticos problemas de los ciudadanos, son incapaces y, además, en algunos países son corruptos. Es mucho sumar», retrata y entiende, aunque crea que se confunden, que en este panorama muchos ciudadanos esperen que algo cambie con estos populismos, «que explotan las emociones de miedo, desconfianza, desengaño...».Pero el filósofo y sociólogo francés tiene un arma para luchar contra ese fenómeno: la educación. «El XXI es el siglo de la educación. Hay que hacer un esfuerzo considerable. Es necesario para la evolución de la economía mundial, hay que ser creativos e inteligentes para que los países sean competitivos», destaca y añade que «cuanta más formación tienes menos sigues los cantos de sirena del populismo (...), es más difícil manipularte».«Un pueblo formado está menos dispuesto a adoptar soluciones fáciles», resalta al tiempo que observa los «espantosos resultados que da el populismo» y apunta su dedo acusatorio hacia la Venezuela inventada por Chávez.«Necesitamos líderes honestos e inteligentes. Con la moral no basta. Los limpios y éticos no están a la altura de los problemas de hoy, se necesitan líderes inteligentes que adopten medidas difíciles, que comprendan la complejidad del país y los retos complejos del mundo. Ese es el talento del político», sostiene y reitera que la virtud es plausible, «pero en las asociaciones de caridad, no en la política».¿Tiene España algún político inteligente que la saque de la encrucijada en la que se encuentra? El también profesor de Filosofía de la Universidad de Grenoble reconoce que si ya en Francia, su país, le costaría responder a esta pregunta, fuera de él, más. Pero no se calla. Considera que tanto en uno como en otro el problema principal es la reducción del paro.«No lo explica todo, pero un país que no crea empleo, que obliga a los jóvenes a irse porque no hay trabajo, no es aceptable», arremete y, dicho lo cual, apuesta por «políticos liberales, es decir, que aceptan el mercado, que no lo satanizan, que dan confianza a los inversores...».A Gilles Lipovetsky no le vale que los dirigentes echen la culpa de su incapacidad a la globalización. Y pone sobre la mesa la situación de Austria, con 5% de paro, Suiza, con 4%, Alemania, con 6%... «Hay países que lo consiguen, pequeños territorios que no tienen riqueza. Y están aquí en Europa. No hablamos de Singapur», espeta el pensador francés, una de las voces más escuchadas en el mundo actual, que ayer resonó en el Fórum acompañada siempre con unos elocuentes gestos con sus manos y mirada que dicen mucho de la pasión con la que habla.

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