El Correo de Burgos

SERGIO DEL MOLINO. Autor de ‘La España Vacía’

«La desaparición de los pequeños pueblos es irreversible; hay que darlos por perdidos»

Mañana viernes presenta su última obra junto a Pablo Lago en el MEH, 20:15 h.

El escritor y periodista Sergio del Molino-MAGDALENA SIEDLECKI

El escritor y periodista Sergio del Molino-MAGDALENA SIEDLECKI

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ALICIA CALVO / VALLADOLID
Burgos

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Defiende que hay dos Españas. Una urbanita y homogeneizada con Europa y otra vacía que se desconoce y menosprecia y que, sin embargo, tiene enorme importancia para entender a la primera. El periodista y escritor Sergio del Molino consigue con su ensayo literario La España vacía. El país que nunca fue desterrar tópicos y devolver la mirada hacia una realidad a veces escondida.Pregunta.- ¿De verdad cree que alguien se va a ir a vivir a un pueblo después de leer su libro?Respuesta.- No intento ni animar, ni desanimar a nadie. Pero sí que habría que desdramatizar en muchos aspectos. Tanto los que tienen una visión muy negativa del mundo rural y persisten en tópicos negros, como los que tienen una sublimación del campo y creen que ahí existen verdades que no hay en la ciudad. Lo ideal es que cada uno pueda vivir donde quiera. El libro está construido a base de dilemas y paradojas. Es cierto que hay aislamiento, y es duro. La vida en los núcleos aislados no es para cualquiera. Tal y como está el mundo rural, no puede vivir cualquiera en él.P.- ¿Quién puede?R.- Hace falta una querencia y una voluntad firme. Las comunidades que han arraigado, las que han tenido éxito, las forman gente entregada a la causa, consciente de que los sacrificios que hace no se les puede exigir a otros. Renuncian a muchas cosas fundamentales que damos por supuestas, como tomar unas tapas, que al encender un ordenador internet funcione; que haya agua potable, que la caldera funcione o en la radio no haya interferencias. En algunos lugares apartados no ha llegado el siglo XXI.P.- Su libro se basa en lo que llama el ‘gran trauma’, del éxodo de los 50 a los 70. ¿Qué secuelas quedan en tierras castellanas y leonesas?R.- Sigue produciéndose, pero un goteo. Lo que queda es el paisaje que vemos. El país, ya no sólo en Castilla y en la meseta, también en la España llena. Las dos transformaciones del siglo XX, el gran trauma del éxodo rural y la llegada masiva de inmigración, han convertido el país en lo que es y hace que si nos visitara un español del XIX no lo reconociera. No por la tecnología, sino porque han cambiado las fuerzas y la distribución de la población.P.- ¿Qué hay de bueno, si lo hay, en esa Castilla y León que ha recorrido para radiografiar España?R.- Castilla y León tiene una cultura urbana muy asentada, que ha permitido crear un Estado del Bienestar, que, a pesar de los pesares, es de los que mejor funciona. Tiene una ciudad como Valladolid, que centra todo. Es verdad que el que haya unas zonas muy pobladas frente a otras menos se mira en términos de agravio, pero la diferencia entre las dos Castillas es que Castilla y León tiene ciudades. Las mayores creaciones culturales y la mayor autoconciencia sobre este fenómeno ha sido en Castilla y León. No es casual que la literatura de Delibes surja en Valladolid. Tiene que surgir ahí. En un personaje que vive a caballo entre ambos mundos y presencia el contraste. Esa cultura urbana, que se da también en Burgos, León... hace que, pese al vaciamiento, hablemos de una sociedad estable, europea, culta y rica.P.- La desaparición de pueblos parece imparable ¿No hay nada que hacer?R.- Creo que no. Es irreversible. Es luchar contra la tendencia del mundo. El modelo económico y social nos impulsa a aglutinarnos en las ciudades. A los pequeños pueblos hay que darlos por perdidos. Muchos de ellos son geriátricos, no tienen vida comunitaria. En muchos, los profesores no viven en el lugar; los funcionarios, tampoco. Esa reunión de las fuerzas vivas, el cura, el boticario y el alcalde, ya no puede ser porque no viven allí. A las cinco esos pueblos desaparecen. No hay forma de volver a activarlo porque han entrado en una espiral, han perdido tejido económico... El problema está en las ciudades intermedias, capitales como Salamanca, que tienen graves problemas de envejecimiento y destrucción de su mercado laboral. Salamanca está falseado por la población flotante estudiantil que hay. La franja de entre 30 y 50 huye.P.- ¿Cómo debe Castilla y León enfrentarse a esto?R.- Tiene que asumir que va a perder muchos más pueblos, igual que otros sitios, como Extremadura, Galicia, Aragón...  Más que poner el énfasis en el desarrollo rural o en medidas de salvación, la Administración debe hacer algo que da menos rédito, que es asumir la realidad de que mucha gente vive dispersa y que no puede sentirse ciudadana de segunda y agraviada. El reto es administrar esa realidad, que es costoso y requiere de muchas dosis de imaginación. A eso deben dedicarse los esfuerzos políticos.P.- ¿Entonces sí existe una estrategia demográfica posible que vuelva a llevar a gente a los pueblos?R.- Para que eso sucediera no sé qué tendría que pasar. Puede pasar algo que cambie todo. Ahora mismo, no. Tendría que cambiar a nivel europeo y la PAC. Todo el modelo económico que sustenta la Unión Europea. Es un proceso universal, que sucede en todas partes. El problema en España, y en especial en Castilla yLeón, es que partimos de un problema mucho más grave y por eso se nota tanto.P.- ¿Por qué la PAC?R.- Es prácticamente el mismo modelo de desarrollo agrícola que en el Franquismo. Afecta a la despoblación que el modelo agrícola europeo, aplicado a España, promueva un tipo de agricultura muy competitiva y tecnificada que funciona en grandes extensiones, pero no permita el desarrollo de pequeñas explotaciones. La legislación favorece un tipo de agricultura que no permite pequeños circuitos. Ahora se modifica para fomentar esos circuitos, pero quizá sea tarde.P.- Dice que no hay circuitos consolidados de agricultores y artesanos que vendan su producto como en mercados granjeros. ¿Acaso las denominaciones de origen y figuras de calidad son insuficientes?R.- Son muy buenas, pero no suficientes. Lo que se ha hecho con el vino es espectacular, pero son modelos de agricultura que no generan muchos puestos de trabajo porque no se necesitan. Es una agricultura tecnificada. Es verdad que en algunas zonas ha fijado población, pero funciona localmente en lugares puntuales. Eso no es extensivo a todo el territorio.P.- ¿Cómo ve que se reúnan los presidentes autonómicos y el del Gobierno y decidan ahora que la despoblación es un asunto de Estado?R.- Está por ver si tiene efecto y si el Comisionado [para el reto demográfico] hace algo, y hay dos comisiones parlamentarias. Veremos si sale algún libro blanco porque es difícil que se saque conclusión. No se va a descubrir nada nuevo. A ver si a alguien se le ocurre algún tipo de acción política más allá de la buena voluntad. Difícil. El comisionado se creó como gesto para acallar un motín entre los presidentes autonómicos, para amortiguar a las comunidades. Dices que lo estudiarás y, mientras, pasas a otra cosa. No me parece que se lo tome en serio, pero habrá que ver.P.- ‘Los pueblos no interesan como sujeto político’, ha dicho. ¿Los políticos sólo se acuerdan de los pueblos para las urnas?R.- Ni eso. En la política nacional, las provincias más despobladas sólo sirven para configurar mayorías absolutas. No son decisivas del todo. Si ya has ganado, ganar en las despobladas hace que sea más aplastante, sí, pero los temas que preocupan al campo español están ausentes en las campañas electorales. Sólo se tienen en cuenta en el ámbito autonómico y para elecciones. Nada más.P.- Delibes y Cayo, reflejan, dice, cómo la España emergente utiliza a la rural ¿Sigue sucediendo?R.- Sí. Electoralmente. Aparentemente hay una sobrerrepresentación del campo, pero no se traduce una sobrerrepresentación real. Es una forma de utilizar los votos del campo, pero no de darles voz. Que el voto de un soriano valga el de seis madrileños tiene dos trampas: los temas de Soria no importan en el Parlamento y que eso se hace a costa de que el 40% de los sorianos no tenga representación parlamentaria.P.- ¿La propuesta de suprimir las diputaciones se alimenta de la confrontación de campo y ciudad?R.- Es uno de los mantras típicos de las diputaciones. Hay que buscar un chivo expiatorio y se ha encontrado ese cliché con las diputaciones. Hay que reformarlas porque han sido y son gérmenes de neocaciquismo, pero quien aboga por su supresión no entiende lo cruciales que son para la pervivencia de núcleos aislados, como elemento vertebrador, con cosas básicas como recoger la basura. Si no existieran, sería difícil que otra administración lo hiciera.P.- Vamos, que no ve a la Junta recogiendo la basura.R.- No. No lo creo. O habría que luchar por ello y sería problemático.P.- Uno de los tópicos falsos sobre los pueblos es...R.- El sesgo conservador del campo. España políticamente es homogénea, a nivel macro y micro está estructurada en los mismos bloques ideológicos. Se achaca siempre, pero donde gana siempre el PP es en Madrid. Ese sesgo se produce por el sistema electoral, no por el porcentaje de votos.P.- Habla de brecha entre pueblo y ciudad ¿Qué formas de menosprecio, si se dan, hay de la ciudad al campo?R.- Persisten los tópicos de siempre, pero de una forma casi fantasmal porque la cultura del campo casi ha desaparecido. Se hace desde el desconocimiento y la lejanía, sólo lo contemplamos desde la ventana del AVEy como algo recreacional y vacacional. El último desprecio que hay, el más sutil, es el del turismo.P.- Explíquese.R.- La construcción, por ejemplo, de la recreación de pueblos medievales, de parques temáticos para recreo de los urbanitas los fines de semana, hace una parodia de la tradición, de la historia y del patrimonio de muchos lugares, que se convierten en espacios de banalidad y donde se destruye todo el tejido social. Muchos pueblos se han subido a ese carro para vivir de ello, pero al final les vacía, les convierte en carcasas. El turismo, en general, ayuda a despreciar a los pueblos. Es una forma gratificante para el turista que se acerca a una realidad exótica, pero es una forma de no conocer al otro. Ya hay movimientos contra los turistas, en Berlín o en Barcelona. El turismo es una invasión. Ese turismo rural es más sutil, no es tan invasivo, pero funciona con los mismos clichés.P.- Lo afirma en Castilla y León, donde el turismo rural es uno de sus motores económicos para la pervivencia de los pueblos.R.- Uno pequeño. Una vespino. Salvo casos puntuales, el turismo interior arrastra poca gente, con mayor poder adquisitivo que la gente de la costa, pero no es masivo.P.- Castilla y León es líder en turismo de interior.R.- Sólo faltaría. Es uno de los clavos ardiendo. De algo hay que vivir, pero creo que es un clavo que no da más de sí. No va a vivir mucha más gente, no creo que la industria crezca más porque si crece pierde su propia esencia.P.- Habla del falso mito de la arcadia feliz; de los neorrurales que se arrepienten. ¿Se puede ser feliz en un pueblo?R.- Puedes ser feliz donde sea si eres consciente de dónde vives, asumiendo que no eres superior. No puedes ser feliz si tienes una expectativas falsas sobre el lugar en el que vas a vivir. La arcadia es una visión que hace daño a la percepción de los pueblos, tanto como el mito negro. Cosifica al otro. Somos muy parecidos y de cerca nos entendemos muy bien. El problema es que si idealizamos o despreciamos a un grupo de gente por vivir en un sitio o por hablar de una determinada forma, son barreras a la hora de conocer a esa gente. No nos vemos como iguales. Las culturas urbanas siempre han visto al campo como algo molesto y que había que evitar o hacer desaparecer.P.- ¿Todavía hoy?R.- Sí. Absolutamente. La división de trabajo internacional lleva a la extinción el campo en Europa occidental para que esos productos los traigan de otros países donde nos salga más barato. La vida campesina es cara y molesta para la sociedad.P.- Afirma que la España vacía de la que provienen millones de españoles, la nostálgica que relatan nuestros abuelos, no existe. ¿Cómo nos la hemos cargado?R.- No existe porque es un mito. Existe la forma en la que pervive esa España vacía en la España llena, de una forma íntima. Forma parte de la identidad de millones de españoles y perdura en su memoria. Me interesaba rastrear eso, la relación que tienen millones de españoles con un lugar que no existe o está a punto de dejar de existir.P.- ¿Es Castilla y León el corazón de la España vacía?R.- Uno de ellos. La parte más vacía, la que sí que lo es, es la zona limítrofe de Soria, Cuenca, Teruel y Guadalajara.P.- Menciona los planes de desarrollo en Soria y Zamora como fracasos notorios. ¿Qué falla?R.- Falla que el problema es tan grande y se ha entrado en una espiral. Cuando empieza el gran éxodo rural hay catorce provincias que entraron en declive rural [Entre ellas, cita a todas las de la Comunidad, salvo Valladolid]. Eso es que ya no hay vuelta atrás. Es prácticamente imposible recuperar la población. Da igual los incentivos, la inversión, las políticas públicas... La provincia afectada por ese declive no se recupera.P.- ¿Nunca?R.- No. Tiene que cambiar radicalmente el mundo.P.- ¿Por qué ocho de las nueve provincias de Castilla y León, más otras seis, quedaron heridas de muerte con el Franquismo?R.- Cada una es una cuestión aparte. Soria es paradigmático, ya venía muy mermada. El Franquismo no la creó, agravó una situación que venía de lejos. Es una tendencia histórica tan fuerte que está por encima de cualquier acción política. No conseguimos que la gente se venga a vivir a Soria.P.- ¿No hay futuro, entonces, para los pueblos de Soria?R.- De manera general, para los más pequeños, no. Es difícil.P.- Burgos y Palencia sí han logrado frenar esa despoblación. Soria y Zamora no. ¿Es la demostración de la Castilla y León de dos velocidades?R.- Probablemente. Tiene ver con lo cerca que estén a un núcleo urbano, de Valladolid o Madrid. Y el desarrollo industrial.P.- ¿Qué le impactó de esta tierra?R.- De Castilla y León me gusta lo que refuta el tópico del 98. Es imposible recorrerla sin tener en mente a Azorín, sobre todo a Machado. Esa costra literaria que se creó y que glorifica la Meseta. No reconoces nada de lo que aparece en los poemas paisajísticos. Más que los pueblos, me interesan las ciudades, cómo se formaron lugares apacibles, que, como en el resto del país, son el mayor logro de los últimos 40 años. Cómo han pasado de lugares tristes que representaban el oscurantismo a tener vida cultural. Es lo que más contrasta con la imagen tópica de Castilla y León, de casticismo, misticismo, que se mantiene y que con un paseo se desmiente.P.- ¿El alcalde de Fago seguiría vivo si viviera en una ciudad?R.- Podría ser. Lo que pasaba en Fago es lo que pasa en una comunidad de vecinos. Aquí no se matan porque se van al bar y se les pasa el disgusto. Las ciudades permiten relativizar los problemas. Las tensiones se diluyen.P.- Hace unas semanas una alcaldesa de Palencia buscaba familia para reabrir escuela. ¿Hay esperanza?

R.- He conocido varios y no suelen funcionar esos llamamientos. Es muy difícil.P.- ¿Es la inmigración una de las soluciones para algunos pueblos?R.- Lo fue y, si vuelve a haber un flujo migratorio como el que hubo en el 2000, sí. Tiene capacidad de reactivar, pero tendría que volver ese flujo.P.- La presidenta de las Cortes regaló su libro a los procuradores en el aniversario del Estatuto. ¿Qué efecto le gustaría tener en quienes lo lean?R.- Me sorprendió, primero, que regalaran un libro, y me halagó. Me gustaría que surgiera un debate, que está ocurriendo; la expresión ‘España vacía’ se extiende desligada del libro y de mí y eso es un éxito; y quiero lo que fomenta cualquier ensayo, la semilla de una duda, cuestionarse cosas que se dan por hechas y descubrir una realidad insospechada. Que el debate crezca.P.- En sus obras retrata el periodismo como una profesión de no siempre muchos escrúpulos. ¿En qué se equivocó Kapuscinski?R.- Tengo un discurso muy autocrítico con la capacidad del periodismo para crear esos arquetipos y ocultar la realidad, más que mostrarla. Me preocupa. Es al revés, el cinismo es una buena herramienta profesional. Quienes dirigen el cotarro periodístico lo dirigen por haber tenido grandes dosis de cinismo. Alguien que no sea cínico no se traga los sapos para llegar a la cumbre.

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