El Correo de Burgos

Presentación en el MEH

«La gente de la España vacía se siente extranjera en su país»

Sergio del Molino desgrana las claves de su ensayo en un animado intercambio de impresiones con los lectores, incluidos los futuros, de un libro inspirado por sus paseos por las zonas despobladas

Sergio del Molino (i.) y Pablo Lago, antes de sentarse a charlar sobre ‘La España vacía’.-Israel L. Murillo

Sergio del Molino (i.) y Pablo Lago, antes de sentarse a charlar sobre ‘La España vacía’.-Israel L. Murillo

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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La expectación generada por el libro La España vacía, de Sergio del Molino, a nivel nacional no podía ser menos en una provincia perteneciente a esa parte del país que recorre el escritor y periodista madrileño. La presentación del ensayo ayer en el Museo de la Evolución Humana (MEH) se convirtió en un animado intercambio de impresiones con el conductor del acto, Pablo Lago, director de El Mundo de Castilla y León, pero también con los lectores, pasados, presentes y futuros, que llenaron el salón de actos.Su alegre participación evidenció que el autor ha conseguido, y con creces, su objetivo cuando escribió este volumen: abrir el debate, encender los focos sobre esta España con unos índices de población rayanos en los desérticos que se dibuja en Aragón y en ambas Castillas.«Esta España está vacía de gente, sí, pero sobre todo, de relato. El problema más allá de la falta de inversiones es que estos habitantes se ven como ciudadanos de segunda, despreciados, al margen del discurso. La sensación mayoritaria es la de sentirse extranjeros en su propio país», expuso Del Molino en los primeros compases del acto orgulloso de que la publicación de este libro haya conseguido que «emerja ese relato».Un relato que empezó a ser tras su anterior novela, Lo que a nadie le importa, sobre su abuelo, dependiente de El Corte Inglés que al jubilarse se disfrazó de rural para volver a un pueblo en el que solo había nacido, pero que tiene su origen en sus años como periodista en Aragón, en los que le gustaba contar lo que parece que a la historia no le importa, los temas que, dice, no venden. También creyó que La España vacía no lo haría y se equivocaba. «Me he dado cuenta de que he tocado algo muy importante para millones de españoles», observó y matizó que no se trata de un trabajo sobre la despoblación, sino que parte de esa rareza para desplegar una mirada literaria que, sorprendentemente para él, ha tocado la fibra. Y de qué manera.Del Molino reconoció que poner freno a la galopante despoblación de estas tierras es difícil en un país «razonablemente democrático». «La población vive donde vive y es difícil gestionar un territorio tan grande. Puede haber falta de recursos económicos, pero no queda otra», destacó y apuntó a la imaginación como la única herramienta posible.Sergio del Molino no ha escrito este ensayo desde el sofá. Se ha pateado estos pueblos, ha hablado con sus gentes, ha palpado sus sentimientos. «Hay un rencor resignado hacia esa Administración que sienten que los ha dejado de lado, aunque no hay abandono. Dan el interruptor y hay luz, abren el grifo y sale agua potable. El Estado no está ausente del todo, pero sí hay esa sensación», advirtió y convino con Pablo Lago en situar la falta de un bar en un pueblo como su más evidente certificado de defunción, más que el cierre de la escuela o el desmantelamiento del consultorio médico.

«Son comunidades rotas», señaló el escritor antes de dar el micrófono a un público muy participativo que resultó tan combativo que en algún momento Sergio del Molino tuvo que levantar las manos en señal de rendición. Llegaron indignados de distintos pueblos de la provincia para ratificar ese abandono que reflejan las páginas del libro. Y dejaron claro que, efectivamente, esa España vacía está ávida de un relato.

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