El Correo de Burgos

Artes escénicas

El teatro cuando besa...

La mayoría de los ocho integrantes de la vigésimo octava promoción de la Escuela Municipal de Arte Dramático, que ‘se licencia’ con el estreno de ‘El hueso de la aceituna’, apuesta por profesionalizarse en un oficio que saben complicado

Foto de familia de los ocho alumnos con el director (segundo izquierda), ayer durante un ensayo.-Raúl Ochoa

Foto de familia de los ocho alumnos con el director (segundo izquierda), ayer durante un ensayo.-Raúl Ochoa

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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El reloj marca las ocho y media de la tarde. La temperatura invita a pasear por la orilla del Arlanzón o tomar una cerveza en una terraza. Placeres vetados esta semana para los alumnos de la vigésimo octava hornada de la Escuela Municipal de Teatro. Ellos viven entregados a otra pasión. Se gradúan el viernes y el sábado con el estreno de El hueso de la aceituna, de Jesús Domínguez, en el Teatro Principal (20.30 horas). Y, probablemente, el Centro Cultural Francisco Salinas no vio nunca antes pasar por sus aulas a una promoción con una apuesta tan mayoritaria y tan decidida por dedicarse profesionalmente al mundo de las artes escénicas aun sabedores de que la misión es difícil.

Carla Colina, Anais Presencio, Beatriz Bernal, Rebeca Merino, Jónatan Alzaga, Paula Jiménez, Alba Fernández e Iñaki de Eguía saldrán al escenario para representar la historia de un grupo de mujeres que se atrincheraron durante más de tres meses en una almazara para luchar por sus derechos tras el anuncio del cierre de la empresa.Y ellos, como las mujeres que interpretan, pelearán por su sueño. Seis ya se han marcado ese destino. Se entregará a él Carla, que se inscribió en la Escuela de Teatro para superar sus miedos personales y, además de conseguirlo, le atrapó de tal manera que ya se ve haciendo las maletas con Madrid en el horizonte, sin descartar combinarlo con el grado en atención socio-sanitaria que ha estudiado. Y Anais, que antepone la escena a la Estética, de la que ya tiene el título. Después de olvidarse de aquella cuando de niña se mudó a un pueblo, lo retomó al ver a las amigas de una compañera. «Dije ‘ahora sí que sí, ya no me queda nada para terminar mis estudios y me apunto’ y a por ello que fui», destaca. Y Beatriz, que sitúa las tablas como prioridad en su vida, aunque antes de emprender ese camino en solitario terminará la carrera de Turismo en la Universidad de Burgos (UBU).También lo tiene claro Rebeca. Las tardes en el teatro con sus padres y sus pinitos en las extraescolares del colegio y del instituto la inyectaron un veneno que la llevó a hacer el curso puente de la Escuela de Teatro, aunque antes de inscribirse en el recorrido largo concluyó sus estudios de animación socio-cultural. «Estaba ansiosa de terminar las prácticas porque sabía que lo siguiente era el teatro», rememora sin palabras para expresar lo importante que han sido los tres años en la calle Santa Águeda.Y Paula, que, fascinada por lo que contaba su padre, actor de fotonovela, un día decidió dar el salto y a última hora cambió el Bachillerato Científico por el de Artes Escénicas. En esas estaba cuando se mudó de Tossa de Mar a Burgos. E igual que tiene muy trazado su futuro encima del escenario, también sabe que antes quiere pasar un año fuera mejorando su inglés.Muy seguro habla Jónatan de su futuro de puro teatro. Confiesa que su carácter revoltoso y su buena maña para hacer tonterías le condujeron a una optativa de teatro en el Jesús María. Pero hasta que no terminó un módulo de Electromecánica de vehículos no volvió a acordarse de aquella actividad que tan buen sabor de boca le dejó. Se inscribió en la Escuela de Teatro. ¿Por qué se quedó? «Había una energía y un buen rollo que no encuentras en cualquier lado. No eras juzgado, todos tenían una mente abierta, y hubo una afinidad con el resto porque todos buscábamos algo común».

Ese algo acabarán de definirlo en Madrid. Hacia allí viran las miradas de todos. Incluso bromean con compartir un piso juntos.De momento no los acompañará Alba. Aunque no descarta seguir esa misma senda, aún está deshojando la margarita. Su vida está ligada al teatro desde niña. Se inició en este arte en el Antonio Machado, pasó por la sección infantil de la Escuela Municipal, se matriculó en el curso puente y, tras un paréntesis para terminar Bachillerato, retomó la andadura. «Soy una persona muy nerviosa y meterme en otro personaje me da mucha calma», señala esta veinteañera que estudia Magisterio en la UBU y que ya ha echado el ojo a su grupo de teatro.Iñaki de Eguía se sale de este retrato. Tiene 33 años, se metió en el mundo de la escena de rebote. Era un deportista consumado. Se lesionó y no se podía estar quieto. Le recomendaron estas clases. Y descubrió un mundo nuevo. Literal. Tenía 30 años y hasta entonces nunca había entrado en un teatro. Ni le había interesado lo más mínimo. «Vi que era muy divertido y había que tirar de imaginación y me gustó», sostiene convencido «de que le gustaría seguir relacionado con el teatro pero no sé en qué medida».Mientras cada uno expresa en voz alta estos anhelos, Jesús Sanz, director del montaje y de la Escuela de Teatro, pasea por el escenario. «Está muy bien que tengan afición y no la pierdan al salir de la Escuela», aplaude para, acto seguido, advertir que «esta profesión es muy compleja, decir que es un poco difícil sería un eufemismo». Y quien avisa...Una obra de otra época, pero muy actual El hueso de la aceituna, de Jesús Domínguez, está basada en un hecho real ocurrido en una almazara en 1979. El encierro de más de tres meses de las trabajadoras ante el anuncio del cierre de la fábrica propició el primer Convenio de los Trabajadores. Han pasado casi cuarenta años desde aquellos sucesos, pero esta pieza está más de actualidad que nunca. Habla de la lucha por los derechos laborales, machacados hoy como ayer, y del papel de la mujer trabajadora en la sociedad, olvidado hoy como ayer. «Es una reivindicación del trabajo, de la mujer, que incluso ahora tiene muchos condicionantes sociales que la dificultan tener la misma prestancia en la sociedad que el varón. Hoy en día, aunque se ha teñido de cierta modernez, no se ha avanzado tanto», se explaya Jesús Sanz y llama la atención sobre el humor que destila el montaje dentro de la reflexión que propone al patio de butacas.Sobre las tablas se verán las caras distintos perfiles. La joven optimista a la que el paso de los días come la alegría (Carla Colina), la sindicalista que tiene muy claros sus principios y va a muerte por ellos (Anais Presencio), la mujer echada pa’lante a la que nada achanta (Beatriz Bernal), la casada ama de su casa que empieza a trabajar por necesidad y descubre un mundo nuevo (Rebeca Merino), la que necesita el empleo y es despedida (Paula Jiménez) y la veterana que no se deja llevar por la marea (Alba Fernández). Junto a ellas estarán el marido que no soporta que su esposa lleve el pan a casa (Jónatan Alzaga) y el encargado y presentador de televisión sensacionalista (Iñaki de Eguía).

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