El Correo de Burgos

41 Festival Internacional de Folclore Ciudad de Burgos

Bailonga rutina en El Espolón

El céntrico paseo se mueve con las danzas de Chuvasia, suena con las melodías ecuatorianas y toma el vermú a ritmo de mariachi mexicano

Una de las propuestas de Chuvasia dibujó un alegre corro de bailarines junto al templete.-Raúl Ochoa

Una de las propuestas de Chuvasia dibujó un alegre corro de bailarines junto al templete.-Raúl Ochoa

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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La vida bulle bajo la sombra de los plátanos. Los mayores del lugar ocupan su banco de cada día. Las señoras recién salidas de la peluquería alargan el café en la terraza del antiguo Pinedo. Un funcionario se echa un pitillo antes de entrar en palacio. Un padre camina con la alegría de las vacaciones en el bolsillo y la niña de sus ojos sobre los hombros. Una madre arrastra un carrito hacia la Feria de Oficios Artesanos... Mañana de verano en El Espolón. A las doce del mediodía, a esa rutina se suma un nutrido corro de gente que se arremolina en torno al templete. Clásica estampa del julio burgalés. Ya nadie se pregunta qué ocurre allí. Quizás un peregrino despistado. Tal vez un niño que dio sus pinitos cuando aún era un mocoso. El taller Baila con nosotros es una de las citas más viejas del Festival Internacional de Folclore Ciudad de Burgos. Pura costumbre.El reencuentro con el público se produjo con los discretos bailes y músicas de la Compañía Estatal de Canto y Danza de Chuvasia. Tres propuestas de fáciles nombres. Danza rusa, Danza chuvasia y Vals ruso. Las dos primeras, explica el intérprete del grupo, Iván Shakin, son las que despliegan los jóvenes en sus fiestas, mientras que la tercera se guarda para ocasiones muy especiales.Pequeños y grandes buscaron la sombra para asomarse a esta ventana a las tradiciones de esta república de la Federación Rusa. Los bailes por parejas hicieron sudar la gota gorda a alguna bailarina sin éxito en su afán por sacar a la pista a los hombres que miraban el espectáculo desde la barrera. Ni su sonrisa, ni los vistosos colores de su rico atuendo, ni el titilar de las lentejuelas de su tocado convencían. Al final, lo consiguió.Más voluntarios levantaron la mano cuando la pieza consistía en un alegre corro. Tampoco hubo que rogar para que sonaran las palmas acompañando a los ritmos que salían de los instrumentistas encaramados en el templete.Tras la foto de familia de todos los bailarines, de ellos con los voluntarios del festival, y de todos con los espectadores rezagados, algunos siguieron la senda del folk. Y las baldosas amarillas los guiaron hasta el Teatro Principal. Allí los músicos del Grupo Folklórico Tungurahua de Ambato (Ecuador) afinaron sus instrumentos para viajar en el tiempo y en el espacio con el público -no estuvo muy nutrida esta primera cita con Músicas y canciones del mundo, quizás porque en los últimos años ha cambiado varias veces de escenario-.Sonaron una selección de los 22 ritmos propios tradicionales que tienen en Ecuador. Desde los sanjuanitos, derivado de los sanjuanes, que se tocan en el baile de San Juan, y que demuestran cómo les priva a los ecuatorianos eso de los diminutivos, a las tonadas, pasacalles o cachullapi, melodía nacida entre los indígenas que se resistieron a la conquista española y que une los vocablos quechuas cachu (cuerno del toro) y llapi (aplastar).«Estas músicas fundamentalmente son andinas. En los Andes se manejan los instrumentos tradicionales como la quena, la zampoña o el rondador, y los venidos de España y el resto de Europa como la guitarra y el acordeón. Ahora es parte nuestra y lo hemos asumido y adoptado con cariño», señalaba el director de la formación, Carlos Quinde, minutos antes del concierto.El grupo ecuatoriano se reencuentra estos días con viejos conocidos. Vuelve a orillas del Arlanzón después de 25 años. Ha sido imposible cuadrar agendas hasta ahora.«Nos encontramos una plaza siempre llena, un público experto, maravilloso y cálido cuando le gusta un espectáculo y esto es lo que hemos vuelto a ver ahora. Hemos logrado madurar artísticamente nosotros y también el festival. No hay un detalle que no se cuide», recordaba el responsable de este grupo que lleva 47 años conservando, promocionando y enseñando a las nuevas generaciones el folclore de su país, que, asegura, en Ecuador, sí se mantiene. «Tienes ese legado tradicional a la vuelta de la esquina. Convivimos con él», observa sabedor de que deben luchar contra la globalización que quiere fagocitarlo y convencido de que, de momento, ganan la partida.Comerse los sabores del mundo a pequeños bocados ansían quienes esta semana peregrinan a la hora del vermú a la cafetería Polisón. El Espolón está este año más folclórico que nunca. El agarrao entre gastronomía y baile que en anteriores ediciones se dibujaba en la calle La Paloma se ha trasladado a la vera del Arlanzón. El Ballet de la Universidad de Colima de México dejó ayer el listón muy arriba. El mariachi siempre triunfa.Se camelaron al público desde el minuto uno. Arrancaron con un popurrí de sones. Poco a poco, el corro se amplió y se animó. Y al público se metieron definitivamente en el bolsillo con temas tan conocidos como Cielito lindo, Bésame mucho o Porque me haces llorar. Irresistibles.Resultó ser un aperitivo muy variado como anunciaba minutos antes Jesús Larios, representante del grupo de músicos mexicano, que presagiaba ese éxito. «México es universal. Hemos andado por todo el mundo, China, Corea, Norteamérica..., y donde quiera hay mariachi tocando nuestra música. La cultura mexicana nunca va a morir porque en todo el mundo está», resolvía orgulloso y afirmaba sentirse como en casa en el festival burgalés, que visitan por tercera vez en su larga trayectoria que pasa de los tres decenios.Y mientras bajo los sauces, a la orilla del río, sonaban la guitarra de golpe, los violines, el bajo y las trompetas -faltaba la vihuela-, en el interior del local algunos daban cuenta de los pinchos preparados para hacer más real esta vuelta alrededor del mundo.Rubén había probado las Carnitas, plato elaborado en honor a México con el cerdo como ingrediente principal. Tan encantado estaba que, mientras tarareaba, lo recomendaba a través del WhatsApp. A la carta asoman igualmente el Ceviche de camarón de Ecuador; la Pakora de la India, basada en una fritura de verduras con una mezcla de harina de garbanzos; el Vepro-knedlo-zelo de Chequia, consistente en piezas de cerdo asadas y estofadas; Tártaro de salmón, patata y remolacha de Chuvasia; y la Coca de Tonyina de Valencia. En el Festival de Folclore no todo es bailar y cantar. Otras suculentas costumbres se abren paso.

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