El Correo de Burgos

41 Festival Internacional de Folclore Ciudad de Burgos

¡Mézclate conmigo!

Mexicanos, valencianos, chuvasios, ecuatorianos, checos e indios ‘se contaminan’ gustosos con los burgaleses

Las bailarinas ecuatorianas levantaron muchas miradas y piropos por sus danzas con una botella en la cabeza.-Raúl Ochoa

Las bailarinas ecuatorianas levantaron muchas miradas y piropos por sus danzas con una botella en la cabeza.-Raúl Ochoa

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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El famoso Contamíname, mézclate conmigo no salió de las guitarras de los ecuatorianos ni de los acordeones de los chuvasios pero la letra de esta canción que entonaron Pedro Guerra y Ana Belén se brinda pintiparada para resumir un año más el desfile protagonizado por los integrantes de los grupos participantes en el Festival de Folclore. Mexicanos, checos, chuvasios, ecuatorianos, indios y valencianos contaminaron a los burgaleses, y turistas, no con sus humos, pero sí con sus ojos y con sus bailes, no con la rabia y los malos sueños, pero sí con sus labios que anuncian besos. Se mezclaron unos con otros, en un desorden disciplinado, y bajo esas ramas unos y otros tuvieron abrigo, que, a pesar de los 22 grados que bailaban en los termómetros, no estorbó a quien, como buen hijo de la tierra sagrada en la que nació, salió de casa con su chaqueta.Mientras en la plaza de San Juan se empezaba a dibujar la cola para ver al Ballet Folclórico de la Universidad de Colima de México, único protagonista que sería de la noche, en la plaza de Mío Cid, los artistas seducían al público sin remedio minutos antes de iniciar el pasacalles. Triunfaban los mariachis y las bailarinas de Ecuador que danzaban alegremente con sus faldas de vuelo y unas botellas de cristal con agua sobre la cabeza, sin pegamento que las agarrara. Atraía los flashes la algarabía de colores de los indios y los mexicanos y los checos se contaminaban mutuamente con una aplaudida y radiante foto de familia. Y los mariachis tocaban, y tocaban, y sonreían, y sonreían.El reloj dio las ocho en punto y como si de un pelotón vestido de caqui se tratara, formaron filas y siguieron al coche de la Policía Local que abría la comitiva.Los tímidos cánticos y bailes -salvo los valencianos, que salieron con brío- de los primeros compases en El Espolón subieron el tono poco a poco y en el último tramo ya se habían desbocado definitivamente. El público, más numeroso que el año pasado, salvo unas desangeladas calles Laín Calvo y San Juan, llevó en volandas a bailarines, músicos y voluntarios, que, como ya es tradición, se mezclaron con sus protegidos vistiendo los atuendos típicos de cada zona.Siguieron los mexicanos arrancando palmas, los checos levantando envidias con sus alegres tríos, los chuvasios transmitiendo la emoción de canciones cantadas desde el corazón aunque fuera imposible descifrar su significado, los ecuatorianos hechizando al público con sus máscaras, sus ricas capas y sus botellas en la crisma, los indios deslumbrando con sus destellantes vestimentas y los valencianos abrigando la tarde con sus familiares castañuelas. Continuaron mezclándose contigo.

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