El Correo de Burgos

Concierto de estreno

La reinvención del folk

Las violinistas Blanca Altable y María San Miguel crean Castellanas, un proyecto que busca revitalizar la música tradicional de esta tierra y llevarla a los salones con rigor y respeto a su origen

La vallisoletana María San Miguel (i.) y la burgalesa Blanca Altable, durante la actuación de anoche en el MEH, donde por la mañana dieron un taller.-Raúl Ochoa

La vallisoletana María San Miguel (i.) y la burgalesa Blanca Altable, durante la actuación de anoche en el MEH, donde por la mañana dieron un taller.-Raúl Ochoa

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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«Voy a mirar la música castellana de otra manera». Con esta frase, y tremendamente agradecida, se despide Vanessa de Blanca Altable y María San Miguel. Las dos violinistas le han abierto una ventana insospechada. Le bastaron un par de horas para convertir un agujero más negro que el carbón en uno luminoso como el día de primavera que amaneció ayer y que, tal vez, restara asistentes al taller que las dos artistas dieron por la mañana en el Museo de la Evolución Humana. Unas horas antes del estreno de su nuevo proyecto musical: Castellanas.Vanessa, con su guitarra ya a la espalda, se maldecía por no haber descubierto unos años antes la pasión por las cuerdas que desde ayer palpita rabiosa y ansiosa. La violinista burgalesa y la vallisoletana la animaron. Nunca es tarde. Como tampoco lo es para el folclore castellano. Los vaivenes marcan su camino. Pero ahora, en palabras de Altable, está empezando a vivir un momento dulce: «La gente comienza a ver la música tradicional de otra manera y a querer explorarla de otras formas».Un puñado de músicos, aunque entre risas hablan de la endogamia que existe en la escena, son los artífices de que la raíz castellana crezca más fuerte que nunca. Castellanas se suma a un pelotón en el que ya corren Cira Qu, El hombre folkíbero, Brigantia, Atlantic Folk Trío, Dúo Vadis o, salvando algunas distancias, Fetén Fetén.Cada uno a su manera reinventa el folclore. Y no a tontas y a locas. «Todo se tiene que hacer con rigor. El violín no es un instrumento tradicional, pero sí debo saber de dónde viene lo que voy a tocar. Eso es esencial a la hora de reinventar, deconstruir, o como lo quieres llamar. Se trata de evitar que se pierda, pero también de que se transforme de una manera banal, que ha ocurrido en otros momentos de la historia de la música», se explaya la violinista burgalesa, nieta del dulzainero de Mecerreyes Simón Altable, uno de los grandes valedores en los años setenta de una moribunda dulzaina.«Es importante saber de dónde vienes y adónde vas. Tienes que conocer la materia prima con la que trabajas como le pasa a un cocinero. Todas las modificaciones que haces deben contar con su explicación», añade la vallisoletana con ascendencia zamorana.¿Y cómo es la respuesta del público? ¿Le llega? Admiten que existen aún prejuicios y que esta tierra anda a años luz de lo que ocurre en otros países europeos. Pero reconocen que esto está cambiando.

«Tenemos prejuicios respecto a la música tradicional y es muy común que después de un concierto se acerque gente y te diga ‘me he dado cuenta de que me gusta’», anota Altable y toma el hilo San Miguel. «La gente sigue pensando que es algo viejuno. Es muy importante que se conozca. Creo que cuando el público se acerca a ella sí llega», resalta.Ella se introdujo en el folk por el camino irlandés y confiesa que el pálpito cambió cuando probó con la castellana. «Lo tienes dentro, te has criado así, y conectas de otra manera», destaca al tiempo que apuesta por una mayor sensibilidad en los conservatorios para que, por ejemplo, se normalice la incorporación de la música de raíz en orquestaciones.Altable y San Miguel son viejas conocidas. Sus caminos se cruzan en Castellanas después de ver lo mucho que comparten sus visiones del folclore castellano. «Escuchamos mucha música europea de folk, donde encontrar el formato de dos violines es más fácil y está más desarrollado, y nos apetecía traer eso a nuestra raíz, experimentar con ello y dejarnos llevar», explica Altable y apunta como un referente lo que hacen en clave vasca Juan Arriola y Arkaitz Miner.Y es que esa combinación de violines es una novedad dentro de esa efervescente escena que está reinventando el folk castellano.«Queremos trasladar esa música que se tocaba en las plazas para el baile, sobre todo con la dulzaina, que era el instrumento de Castilla, a un formato más camerístico, que es inevitable porque es lo que generan dos violines juntos», detalla San Miguel.Su repertorio, salvo un pasodoble compuesto por Altable, brujulea entre las partituras y rescata tonadas más desconocidas como un Pericón o una Entradilla que unen a otras conocidas como el Vengo de moler, Todo lo cría la tierra o la jota navarra Que la nieve ardía. Unas y otras suenan a nuevo en sus cuerdas. Aunque siempre late esa raíz castellana que a los más mayores llevará hasta los bailes en las plazas de los pueblos y a los más jóvenes los agitará la memoria aunque no sepan exactamente dónde y cuándo escucharon esa melodía.«Las cosas que son buenas perduran», convienen y observan que intentan escoger piezas de toda la Comunidad. «Nos gusta escarbar porque queremos hacer resurgir melodías que por alguna razón se han dejado de tocar pero están en los cancioneros», abunda la vallisoletana sabedora de que contribuyen a su mantenimiento, aunque el contexto haya cambiado tanto.

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