El Correo de Burgos

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Espejo de una tierra ancestral

Enrique del Rivero reúne más de 600 retratos realizados en 30 pueblos de la comarca de Lara en ‘Enraizados’, un homenaje a los testigos de un mundo rural tradicional que agoniza y a su digna manera de afrontar el paso del tiempo

Enrique del Rivero, con un ejemplar de ‘Enraizados’ en Masala, que acoge una exposición sobre este proyecto.-Santi Otero

Enrique del Rivero, con un ejemplar de ‘Enraizados’ en Masala, que acoge una exposición sobre este proyecto.-Santi Otero

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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El paso del tiempo ha surcado sus rostros de arrugas, ha encanecido sus cabellos, ha encallecido sus manos y ha curado su mirada de espantos. Los más de 600 retratos de los vecinos de la comarca de Lara que Enrique del Rivero reúne en Enraizados, su última publicación, son el espejo de la tierra en la que han nacido y vivido, el reflejo de un tiempo del que son los últimos testigos, de una forma de vida en vías de extinción, sobre la que el fotógrafo y naturalista burgalés enciende el foco.«Es un homenaje a esas generaciones que asistieron a ese tránsito entre el mundo rural tradicional y el actual, esa gente que en su juventud araba con arado romano, llevaba el carro tirado de bueyes, pastoreaba igual que hace 5.000 años y fue testigo de su desaparición, de la inmigración a la ciudad, del despoblamiento y del cambio radical de su forma de vida», explica el autor, que con este volumen también se quita el sombrero ante el resto de generaciones de lareños, «que llevan en su ADN el mundo de los celtas que vivían en los castros, de los romanos, de los visigodos, de la gente medieval... Toda la historia que se ha ido acumulando allí».Enraizados va más allá de recoger testimonio de esta realidad y ondea esta manera de vivir frente a la que ansía parar el avance del reloj y suspira por la eterna juventud.«Quiere reflejar la dignidad de las personas, los rostros ajados por el tiempo con unas arrugas que son dignas, en una sociedad que huye y quiere escamotear el paso del tiempo, con gente que se opera y pierde la personalidad», enfatiza Enrique del Rivero, que, perteneciente a una saga de fotógrafos que se remonta al siglo XIX, se ha sentido muy cerca de sus antepasados, de su bisabuelo que recorría las carreteras con sus bártulos encima o de su tío, al que no conoció, que iba de pueblo en pueblo sacando fotografías de carné.Él, pertrechado con su estudio portátil, pasó por las calles de Campolara, Cascajares de la Sierra, Cubillejo, Cubillo del Campo, Cubillo del César, Cuevas de San Clemente, Hortigüela, Iglesiapinta, Jaramillo de la Fuente, Jaramillo Quemado, La Aceña y Lara de los Infantes. Miró a los ojos a los vecinos de Los Ausines, Mambrillas de Lara, Mazueco de Lara, Palazuelos de la Sierra, Paúles de Lara, Quintanalara, Quintanilla Cabrera y Quintanilla de las Viñas. Compartió historias de viejos con los habitantes de Revilla del Campo, Rupelo, San Millán de Lara, Tañabueyes, Tinieblas, Torrelara, Vega de Lara, Villaespasa, Villamiel de la Sierra y Villoruebo.Este libro es el culmen de un proyecto que empezó a ser durante uno de los paseos del autor por la dehesa de Mambrillas de Lara, uno de sus rincones favoritos. Primavera del año 2012. Veía esos quejigos tan poderosos, tan pegados al suelo, y pensó en las gentes de esa comarca, tan hundidas sus raíces también en esa tierra. «Quise unir ambos mundos: el de la naturaleza y el de las personas». Contactó con la activa Asociación Tierra de Lara. Y sus miembros, convertidos en perfectos cicerones, le guiaron por cada uno de los pueblos durante los meses de julio y agosto. Quien quiso, de forma voluntaria, salió en la foto.Ese trabajo se materializó en una instalación artística que, con la sensibilidad y complicidad de la empresa Título, fundió esos árboles y esos rostros ancestrales durante el otoño de 2012. Seis años después, algunos resisten impasibles al paso de las estaciones.Desde entonces, el proyecto se mantuvo latente hasta que a principios de este año volvió a cruzarse con los integrantes de la Asociación Tierra de Lara. El engranaje de unos y la maquinaria del otro se acoplaron y surgió la oportunidad de poner negro sobre blanco esta memoria colectiva.El volumen, que se completa con imponentes y recientes fotografías de la zona y de cada localidad a modo de guía para el viajero, recoge todos los retratos que se hicieron antaño. Hoy, comenta el autor, muchos se arrepienten de no haberse puesto frente a su objetivo. Algunos, recuerda, ya han muerto y sus familiares se emocionan al ver en estas páginas a sus padres, abuelos o tíos.Con muchos de ellos, Enrique del Rivero compartirá hoy caminata en la tradicional Subida de los Pendones al Castillo de Lara, una fiesta en la que él será el encargado de leer el manifiesto. Un acto en el que aprovechará para evocar la importancia de ese enclave «como origen de la historia de Castilla y de España».Enraizados, que cuenta con una ayuda de la Fundación Gutiérrez Manrique y fue el más vendido en la reciente Feria del Libro de Burgos, es un cúmulo de buenas nuevas. Esta obra es el primer alumbramiento de una nueva editorial, Hoja de Ruta, puesta en marcha por el propio Del Rivero y por José Luis García Ubierna, con la que apuestan por el papel en un tiempo dominado por la pantallas.Y esta colección de rostros curtidos por horas de trabajo al sol, por risas de camino a por agua a la fuente y conversaciones al calor de la lumbre irrumpen en la ciudad y, desde las paredes de Masala Natural, imparten una lección de cómo afrontar el paso del tiempo. Sin dramatismos, con firmeza.

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