El Correo de Burgos

Clausura de temporada en el CAB

Día de caza, incienso y una acción perturbadora

Tres propuestas participativas ‘desenlazan’ las muestras de Riera, Talayero y Molinos Gordo

Pequeños y grandes, a la caza de los ciervos de Javier Riera con pinturas sin saber que después se los comerían.-Santi Otero

Pequeños y grandes, a la caza de los ciervos de Javier Riera con pinturas sin saber que después se los comerían.-Santi Otero

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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La clausura de cada temporada expositiva se ha convertido en punto de peregrinación para los fieles del Centro de Arte Caja de Burgos (CAB). Gentes de cien mil raleas emplearon la mañana dominical para despedir las muestras de Javier Riera, Luz natural. Un vacío siempre distinto, Asunción Molinos Gordo, El Santísimo, y Susana Talayero, Relatos de entrenamiento, con tres acciones, las dos primeras diseñadas por Regue Fernández y Estela Rojo y la última por la propia artista.El Desenlace se alargó dos horas y hubo tiempo para vivir una auténtica jornada de caza, para recogerse en procesión y para abandonarse a los sentidos y percibir la fuerza y poder de sugestión de la pintura. El público alimentó el espíritu. También el estómago.Con la única arma de un carboncillo negro, pequeños y grandes se lanzaron a la caza de los ciervos que han aparecido y desaparecido en el espacio de Javier Riera. Lo hicieron «en un gesto lento o veloz en un único ataque, pero siempre mágico». Se afanaban en atrapar al animal sin saber que la jornada terminaría, como mandan los cánones cinegéticos, con pan, chorizo y un trago de vino.Mientras unos acechaban a los corzos, otros cercaban con hilos blancos la pared contraria para crear ¿un recinto de castigo? ¿de protección? ¿un infinito? ¿un rincón místico? ¿un no lugar?Terminada esta primera performance, cazadores y supervivientes, recompuestos del esfuerzo, atravesaron el paisaje y tocó persignarse para profanar la catedral del arte levantada por la ribereña Asunción Molinos Gordo. Cada uno en su papel, como los cofrades que protagonizan el vídeo central de la instalación El Santísimo. Acompañados por la ironía, prendieron la vela y quemaron el incienso los oficiantes (Fernández y Rojo), representantes de galeristas, gestores culturales, comisarios..., y echaron a andar. Los seguían los artistas, Sara Tapia, Flor Aldea, Julián Vega, Sonia García y Elena Sierra, con sus obras llevadas en andas, y detrás, el público, «los que más poder tienen en esta estructura». Todas sus plegarias hacia un fin: invadir irrespetuosamente el centro de arte convertido en estos tiempos en templo de culto. Con moscatel y obleas concluyó este tiempo sagrado.Y la propia Talayero definió su desenlace como una acción perturbadora y aseguró esperar «defraudar las expectativas» del visitante. Advirtió que lo suyo no iba a ser un espectáculo, sino una propuesta íntima y personal. Contó con el artista sonoro Mikel García y la performer Leire Aranberri para escribir un fin muy plástico e inquietante.

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